EnglishDentro de siete semanas se realizarán las elecciones presidenciales en El Salvador, durante las cuales los votantes deberán elegir a un nuevo presidente entre candidatos con planes de gobierno radicalmente diferentes para el futuro de la Nación. A pesar de que la oferta es amplia, son tres los que encabezan la elección: Norman Quijano, Alcalde de San Salvador, del partido anti-comunista y pro-empresas ARENA; Salvador Sánchez Cerén, actual Vicepresidente, perteneciente al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), radical y marxista; y Tony Saca, ex Presidente, de la coalición populista de derecha Unidad.
El contexto actual, marcado por elementos críticos, hace extremadamente necesario la observación de la jornada electoral. Particularmente, el pequeño Estado de El Salvador es víctima de las peores tasas de homicidios del mundo, superado solo por Honduras. Mientras la tregua entre pandillas que el FMLN negoció entre MS-13 y Barrio 18 ha reducido la violencia, el resultado fue nuevas amenazas. Más que pelear entre ellas, las pandillas se han visto forzadas a cooperar una con la otra, así como con otras organizaciones del crimen organizado transnacional.
Adicionalmente, la campaña está marcada por el poco feliz retorno de Saca a la política nacional. Luego de ser expulsado del partido ARENA y del gobierno en 2009, aspira a liderar nuevamente el país. Mientras las manos de Saca se encuentran lejos de estar limpias, un reporte reciente de El Faro ha suscitado muchas dudas sobre la habilidad del ex presidente para incrementar su patrimonio personal 16 veces durante su administración. En comparación a las ganancias que tuvo antes de alcanzar el cargo presidencial, los beneficios económicos que obtuvo han superado cualquier expectativa.
Al igual que en las elecciones de noviembre pasado en Honduras, el margen de victoria será muy acotado. Un promedio de las últimas cuatro mayores encuestas realizadas presenta a Sánchez Cerén liderando la intención de voto con aproximadamente un 34%, seguido por Quijano con el 31% y Saca con el 16%. Dado que ningún candidato parecería alcanzar la mayoría requerida por la ley, la elección del presidente se definiría en una segunda vuelta, donde presumiblemente se enfrentarían Quijano y Sánchez Ceres.
Aunque no tenga posibilidades de ganar, la presencia de Saca sirve para dividir la oposición contra el FMLN; efectivamente, destruye cualquier oportunidad de ARENA, el partido que lo llevó a la presidencia, de ganar en primera vuelta.
El candidato del FMLN, Sánchez Cerén, complica aún más la situación. Mientras el FMLN nunca fue conocido por su moderación, ha forzado aún más la situación al elegir un individuo conocido por celebrar los atentados del 11 de Septiembre y por ser sostenedor declarado del bloque ALBA — alianza socialista y anti-norteamericana. Las preocupaciones sobre la figura del actual vicepresidente emanan de su posición ideológica, pero sus conexiones con el crimen organizado y la corrupción son más preocupantes aún. El periódico español ABC publicó recientemente un artículo implicando directamente a su confidente e importante miembro del FMLN, José Luis Merino, en una serie de actividades criminales. Como vínculo del FMLN con las FARC, la evidencia obtenida en un campamento del gruppo guerrillero muestra que Merino ha facilitado la adquisición de armas a la organización terrorista y se ha involucrado en actividades de narcotráfico.
Surgen serias dudas al respecto del futuro de El Salvador y las relaciones con Estados Unidos bajo un gobierno de Sánchez Cerén. Si su retórica efectivamente indica el camino a seguir por sus políticas y decide llevar el país bajo el ala del bloque ALBA, el balance regional de poder cambiaría y se alejaría de Estados Unidos. Además de las pérdidas de libertades democráticas y económicas que se esperan dentro de los países del ALBA, el liderazgo de Estados Unidos en lo que se refiere a combate del nacotráfico se verá amenazado. Como en Bolivia, Ecuador y Venezuela, el gobierno de Estados Unidos podría ser declarado persona non-grata en el tema.
Más allá de la gravedad de los asuntos, las diferencias entre los candidatos y la historia de violencia, la Organización de Estados Americanos (OEA) ya anunció que no observará las elecciones. En cambio, controlará el proceso en Costa Rica, que ocurrirá el mismo día, 2 de febrero de 2014. Estados Unidos tampoco planea observar las elecciones.
Si bien el resultado de la elección no puede determinarse previamente, la inacción por parte de la OEA y la administración de Obama alzan los cuestionamientos sobre el compromiso de ambos con la región.
Traducido por Sofía Ramirez Fionda.