El Brexit ha dejado muchas aristas para reflexionar; algunos hablan del desenlace en materia económica prediciendo terribles consecuencias para el orbe, mientras que otros alaban las bondades de salir de una Unión Europea que cada vez sucumbe más a la burocracia y al mal manejo. Para ambos bandos hay buenos argumentos que merecen un análisis adecuado, pero en términos políticos, en lo que a legitimidad se refiere, quedan puntos suspensivos.
En las elecciones en las que Michelle Bachelet fue elegida presidenta de Chile, en la primera vuelta la en ese entonces candidata, no fue capaz de establecer ventajas sustanciales con respecto a sus competidores, luego en el balotaje superó cómodamente a su rival Evelyn Matthei, ya que la cohorte electoral de la candidata de centroderecha se encontraba vacacionando y solo una minoría de ellos regresó a sufragar a las distintas ciudades de origen de cada uno, mientras que la Nueva Mayoría, de centro izquierda, muy bien organizada para las elecciones, incluso invirtió en facilitar transporte para aquellos que desearan ir a votar. Además de esto, el electorado izquierdista suele ser aquella población que no necesariamente sale de la ciudad para pasar las temporadas de vacaciones, pues suelen ser personas de clase media baja o trabajadores asalariados. Como resultado, Michelle Bachelet resultó electa con menos del 50% del padrón electoral.
Una vez instalada en el poder, ella y su gabinete expresaron en los tonos más agresivos y enfáticos posibles, que lo que se deseaba era pasar una retroexcavadora en el país, destruir el modelo económico vigente, mayormente inspirados en dos publicaciones, una de Thomas Piketty llamada “El Capital del siglo XXI” y el libro “El otro modelo” de Fernando Atria y otros. En estas publicaciones se establece la conciencia distributiva, una suerte de dictadura solidaria en la que el fin último es generar igualdad. Bajo este paradigma el gobierno comenzó a hablar de reformas estructurales que modificarían todo en el país desde los cimientos y que estarían orientadas a satisfacer las necesidades expresadas por los “movimientos sociales”. Estas necesidades fueron ascendidas a “Derechos” sin los cuales, según el gobierno postula, nadie tiene dignidad.
Todos estos movimientos bruscos en Chile están motivados en la creencia de que la democracia valida todo, de que haber sido elegidos cómodamente en una segunda vuelta, da cuenta de que son fuerzas mayoritarias, olvidando que el padrón electoral fue muy reducido y que aún de aquello no fueron mayoría absoluta.
Las reformas realizadas en el periodo de Bachelet han estancado la inversión en el país y han generado incertidumbre económica, jurídica y social, ademas existe poca gobernabilidad, por lo que el país parece sumirse, debido a la falta de liderazgo, en un caos generalizado. Todo esto ha ocasionado un gobierno que roza el 80% de desaprobación. Todo porque los procesos democráticos no se han perfeccionado en el país y se mira al método de una manera simplista. El que gana se lleva todo y puede hacer lo que quiera, aunque gane por un voto.
Esto sucedió con el Brexit; la victoria se selló con un punto y medio de diferencia por sobre el 50%, lo que pone de relieve que la democracia es entendida simplemente como el voto mayoritario que en un momento dado produzca una población; el concepto de democracia debe ser más examinado. La democracia debe resguardarse a sí misma de estos exabruptos donde la gente no necesariamente está informada y es más susceptible al populismo y a las voces de quienes ofrecen salidas mesiánicas a las realidades adversas.
El perfeccionamiento de la democracia involucra que esta se proteja a sí misma; así como el ser humano que vive en sociedad tiene límites internos que le permiten desenvolverse en armonía, así también la democracia ha de tener características que le permitan legitimar las acciones de los gobernantes.
Más allá de si el resultado de una determinada votación resulta o no nefasto, lo importante es que el proceso sea legítimo desde su base y que una vez esto esté asegurado, entonces los pueblos asuman las consecuencias de sus decisiones electorales.
En Chile el compromiso cívico de una minoría selló el destino para la mayoría, y es importante entender que para efectos de grandes cambios, como lo fue el Brexit, o hace un par de años la elección presidencial en Chile, no hace falta la obligatoriedad del voto ni la supresión de libertades individuales, sino estructurar la democracia de manera que la población entienda su peso participativo.
Los grandes cambios no debieran realizarse sin un quorum mínimo de base. Sin una diferencia significativa que permita extraer como absoluto que en realidad “el pueblo” ha elegido, de lo contrario las reformas a seguir tendrán no solo constante oposición sino que carecerán de la tan anhelada legitimidad, porque medidas que transforman tan significativamente la vida de las personas, no deben ser tomadas a la ligera, ni votadas con poca seriedad. Un punto y medio de diferencia no es suficiente para actuar sobre un absoluto, así como la elección de un mandatario basada en menos de un 50% del padrón electoral no le otorga pase libre para hacer y deshacer en un país como lo ha intentado la señora Bachelet, pasado a llevar a la inmensa mayoría de chilenos que ve en sus reformas una agresión a la libertad.
Las democracias maduras son inclusivas, reflexivas, analíticas y participativas. Un quorum mínimo para establecer gobernabilidad sería de un 60% de participación con una victoria del 55% hacia arriba para que sea posible legitimar de manera “popular” la elección de los gobernantes y, por lo tanto, sus decisiones posteriores. Frente a un escenario tal, la ciudadanía quizás tomaría más en serio su rol en el funcionamiento de las naciones y las autoridades tendrían que ser mucho más cautelosas y responsables al momento de proponer y hacer.
Lecciones: La democracia aún tiene defectos de madurez; como una adolescente que expresa sus rabietas, dejó a los británicos fuera de la Unión Europea y a los irresponsables chilenos en manos de una administración sin gobernabilidad. Para Gran Bretaña no necesariamente se vienen la destrucción de su cultura o el caos total, lamentablemente Chile ha experimentado un sismo más violento que amenaza con demoler sus cimientos. Es necesario involucrarse, tomar en serio a quienes proponen dirigir los destinos de las naciones y analizar e informarse a cabalidad. Nunca fue más cierto que en este siglo XXI que la información es poder.