Un sismo de 7,7 grados en escala de Richter, sacudió el sur de Chile. El Sismo tuvo epicentro 67 km al noroeste de Melinka, en Aysén, y generó alerta de tsunami en sectores costeros de Los Lagos. Abarcó cinco regiones del país y zona sur de Chiloé fue la más afectada. No hubo víctimas ni damnificados.
Saldo final, un par de casas destruidas, muy antiguas y hechas de materiales deficientes, sin moradores en el interior, además se abrió un camino hacia el costado del mismo en un rango de 400 metros.
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Hablamos de un sismo que en otras zonas del mundo, no preparadas para los movimientos telúricos, causaría destrucción total, tal como ocurrió en Haití el 2010 con un 7,0 que fue suficiente para acabar con el 90 % de la infraestructura del país.
Chile es un país especial. Es largo y angosto, con más de 4000 kms. de costa, con una cordillera que lo separa del continente y lo empuja hacia el mar, emplazado en plena unión de 3 placas tectónicas (Sudamericana, Nazca y residualmente la Antártica) más de 3000 volcanes a lo largo del país con un buen porcentaje de los mismos activos. Volcanes por los que ya ha habido incidentes de erupciones serias.
Sumando a todo esto, Chile también está emplazado al final del llamado cinturón de fuego, que es un cordón sísmico que comienza en Oceanía con leve fuerza la que va aumentando hasta llegar al final de su recorrido (justo en Chile) y dado que Chile tiene tantos kilómetros de costa, cada sismo trae consigo un serio riesgo de tsunami, que ya en la historia del país han destruido todo a su paso varias veces.
Chile un país donde tiembla todos los días (algunos son imperceptibles) no parece ser un país ideal para vivir, sino un lugar de donde mejor es salir corriendo, sin embargo, las tasas de migración parecen contar otra historia.
¿Qué hace que pese a los riesgos naturales, sea una buena decisión migrar al Chile? La respuesta es sencilla. El análisis de costo beneficio parece resultar en la elección de Chile como destino favorito. Las ventajas sociales y económicas parecen ser más poderosas para incentivar las decisiones migratorias. Además, ya es evidente que si no hay un terremoto de características apocalípticas, que acarree un tsunami cataclísmico (como ocurrió el 2010) lo más probable es que Chile, así como en esta ocasión, no sufra más que pequeños contratiempos solucionables en menos de una semana.
La libertad económica ha hecho que las personas, en la libre competencia, elijan inmuebles de calidad superior, antisísmicos, que se muevan con la tierra de manera que no caigan y sufran apenas daños menores frente a desastres que podrían destruir buena parte de la infraestructura, sin contar las pérdidas humanas.
La libre competencia ha permitido que la inversión fluya al país y se generen empleos que permitan a las personas comprar dichos inmuebles y en la libre competencia es que los precios de estos inmuebles se vuelven accesibles sin sacrificar la calidad.
Los privados que desean emprender, solían tener pocas trabas, muchos incentivos para crear riqueza, y en este proceso, mejoraban la infraestructura a su alrededor, permitiendo el embellecimiento del país, el desarrollo de la estética acompañaba el crecimiento económico entendiendo que la belleza es parte de la calidad de vida, el orden y la limpieza se volvieron la norma, dejando cada vez menos espacios donde la pobreza fuera la norma reduciéndola mucho más que cualquier otro país en américa latina (11 %).
Las instituciones enfocadas en proveer el margen en el que se desenvuelven las personas, tendían a funcionar y en la imperfección de la idiosincrasia propia de la nación, esta institucionalidad permitía el orden (hoy más bien generan trabas al emprendimiento y eso tiene efectos en la economía).
No era ya el mercantilismo del siglo XVI donde se trataba de atesorar a costa de otro, sino de invertir y llevar al crecimiento a todos los involucrados, creando bienes y servicios, mejorando ideas que permitían que con cada avance, la calidad de vida de las personas se volviera mejor.
Mientras que en 1939 un sismo de características similares, destruyó toda la ciudad de Chillan causando miles y miles de muertos, repitiendo la historia en 1960 con la total destrucción de Valdivia. Hoy podemos decir que un terremoto como el del 2010 (8,8 en escala de Richter) si bien provocó daños serios, no tuvo un efecto masivo en pérdidas humanas. Más bien lo que desoló al país fue el tsunami, que para ello aún no hay arquitectura creada que lo resista, Sin embargo la reconstrucción fue bastante rápida, organizada y ejecutiva, al punto que si hoy alguien pasa por dichos lugares, estos están mejorados de tal manera que no se percibe el paso del tsunami.
Hoy podemos decir que la bonanza económica nos ha permitido contar con una preparación institucional y una infraestructura que frente a grandes terremotos, los chilenos puedan asumir con suficiente tranquilidad el evento, evacuen en orden, casi sin pérdidas materiales y sin pérdidas humanas.
Ya no es un Chile que sucumbe a sus enemigos naturales, sino que es un Chile resiliente. El mismo sistema satanizado por la izquierda porque involucra lucro, competencia y desigualdad, ha permitido que desde el más pobre hasta el más rico puedan acceder así sea de manera desigual, a inmuebles de calidad. Lo único que varía son las dimensiones y el sector en el que los inmuebles estarán emplazados.
El sistema no es perfecto porque aún queda demasiado control del Estado, lo que hace al sistema susceptible a colusiones y asociaciones indebidas, pero también produce asociaciones virtuosas que salvan vidas y producen progreso.
¿Puede un sistema estatista crear infraestructura antisísmica? Claro que sí, pero siempre a costa de la libertad.
Definitivamente la izquierda estatista, anticapitalista, antisistema, antidesigualdad y proigualdad así sea en la pobreza, no está entendiendo que la libertad a fin de cuentas, es vida.