Cuando Chile se ve azotado por desastres naturales, lo cual ocurre bastante seguido, siempre se hace gala de tradición solidaria.
Hoy por hoy son los incendios los que nos mantienen ocupados en el país más largo y angosto del mundo quedando aún algunos focos importantes de llamas que arrasan con todo a su paso, pero con la ayuda recibida ahora se tiene aparentemente el sartén por el mango en términos de control.
Es evidente que sin la ayuda propicia y oportuna, el desastre habría sido mucho peor, pero sin duda no hay nada más destructivo que la ideología burocratizada que abunda en este gobierno izquierdista de Michelle Bachelet.
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Es abrumador que la ceguera voluntaria del gobierno sea tan evidente, tan obvia y tan aplastante. Hay distintos tipos de ignorancia pero la voluntaria es la peor, porque ignora toda la evidencia a favor de un fervor religioso por la idea abrazada. Esto en todo orden de creencias, pero lamentablemente en Chile, estos fervorosos son los que gobiernan y cuestan vidas humanas y animales y finalmente millones en daños.
Dentro de todo este descalabro que hemos vivido en este austral país, me dediqué a repasar que evidencia tenía la presidenta creyendo que quizás la falta de información podría excusarla para conducir el país de manera tan paupérrima y deficiente. Fue así como llegué a la comisión nacional de productividad que ella encargó en el 2016 y que estaba dirigida por Joseph Ramos, economista bastante socialdemócrata inclinado más hacia la izquierda que hacia el centro, pero las conclusiones a las que llegó dicha comisión no dejan lugar a dudas que la mala conducción del gobierno es simple capricho ideológico.
Uno de los gráficos que ellos presentan es el del “milagro económico chileno” que reconoce que desde los años 80 hasta el presente, el producto interno bruto (PIB) del país ha crecido más de diez veces en un ascenso gráfico casi vertical.
Las tablas son interminables probando que mientras que la sociedad previa a las políticas económicas liberadoras era estática, elitista y desigual en todos los sentidos, esta nueva sociedad más abierta, integradora y productiva ha generado más igualdad en el acceso a bienes y servicios.
Refrigeradores, televisores, tecnología de línea blanca, tecnología para el entretenimiento, todo se ha vuelto menos prohibitivo y más accesible a las personas comunes, eso sin contar con el acceso a la educación superior que mientras nuestros abuelos eran obreros poco educados, hoy, comparando las cifras de los alumnos que había en las universidades previo al libre mercado y a los estudiantes que hay en la actualidad hay abismos de diferencia y en general el aumento en los años de escolaridad.
Eso sin contar el aumento en la expectativa de vida, la adquisición de automóviles, la disminución de la pobreza y la conformación de una clase media pudiente. En resumen, el milagro chileno benefició a la mayoría y no solo a unos pocos como sugieren algunos eslogans izquierdistas reacios a reconocer las ventajas de la libertad económica.
En conclusión, esta comisión solo ratifica que las razones del éxito chileno en disminuir la pobreza y avanzar hacia el desarrollo se debe a las políticas liberalizadoras, las instituciones limpias y fuertes que protegen la república y las pocas trabas para el emprendimiento (eso hasta este gobierno de Michelle Bachelet donde esas libertades se han visto socavadas) que si bien existe desigualdad, esta no es sinónimo de pobreza. De hecho, Chile es menos desigual que Suiza, Estados Unidos y Hong Kong. La curva de la desigualdad va a la baja en todas las mediciones posibles y eso es un hecho demostrable con números.
Entonces, la presidenta no tiene sino su ideología para proceder tercamente a instalar políticas que traban el emprendimiento y burocratizan el crecimiento. Solo su ideología puede sustentar tanta incompetencia por la cual su gobierno se ha caracterizado y que en esta ocasión sacó a relucir toda su nocividad tanto así que bloqueó injustificadamente la ayuda que se le brindaba al país a través del supertanker cuya tripulación en su bitácora registra todos los obstáculos que deben sortear para poder contribuir al combate del fuego.
En este desastre que es el fuego que arrasa al país, la peor tragedia es el gobierno incompetente, ideologizado que en su obstinación prefiere, cual psicópata, ver al país destruido que en manos de alguien más. Sin embargo, todo este desgobierno no ha logrado mermar el espíritu de solidaridad que impera en la cultura chilena forjada en una naturaleza brava que desafía la fortaleza humana cada corto tiempo.
La solidaridad de la que nuestros padres y abuelos podían hacer gala era muy diferente, dado que Chile estaba en tiempos más estatistas, como por ejemplo en el terremoto de 1939 en Chillán que destruyó la ciudad y costo miles de miles de vidas y el gobernante de turno, perteneciente al partido radical, creía firmemente en el estado benefactor, lo cual incluía altos impuestos redistribución de la riqueza, pero no más y mejores empleos sustentables en el tiempo sino mantenidos por un estado que se empobrecía y endeudaba por segundo.
En este caso y en 1960 que fue el terremoto más grande de la historia en que el liberalismo no lograba instalarse incluso hasta el terremoto de 1985, las ayudas se limitaron a provisiones de alimentos, ropa, agua y las limosnas del estado sumadas a las fundaciones de reconstrucción.
Hoy tenemos tecnología de punta, acceso a Internet casi universal que nos permite por ejemplo, no solo mandar y transferir dinero electrónicamente sino que reactivar la economía de dichos lugares a voluntad, sacando electrónicamente también las patentes de automóvil a cuenta de los municipios afectados, teniendo la capacidad de viaje en carreteras de primer nivel y muchos en avión para vacacionar en dichos sectores ayudando de manera mucho más efectiva a su rehabilitación.
Hoy la solidaridad es más potente y focalizada, mejor controlada por la sociedad civil y más productiva. El incendio no solo reveló cuan nociva es la ideología ignorante y terca sino también cuan buena es la libertad. Sí, esa libertad económica que el gobierno tanto se ha empeñado en destruir, hoy ha sido la mejor herramienta para combatir las tragedias.