El debate de los precandidatos presidenciales de Chile Vamos, coalición de centro derecha en la que participan Sebastián Piñera, Felipe Kast y Manuel José Ossandón, generó mucho más que chispas en la noche del lunes 26 de junio y aunque se esperaban las discrepancias y discusiones a nivel programático, quizás el público no estaba preparado para ver el peor despliegue de farándula política de los últimos tiempos.
Sin ánimo de dar un relato minuto a minuto del comentado debate, que además fue líder de rating en la televisión que concertando cinco canales, transmitieron dicho encuentro, es importante señalar que se esperaba cierto orden de preguntas para Sebastián Piñera. Parece ser un trampolín profesional convertirse en ese/a periodista que logre encontrar la ilegalidad en los haberes del exmandatario y enviarlo tras las rejas pese a que la justicia insiste en su inocencia.
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Todo esto era esperable y tenía cierta lógica, porque al parecer en eso se ha transformado el periodismo que ya no tiene la misión de informar y dejar a la gente al día de los acontecimientos varios sino que es hacer las veces de juez social y entregarle una sentencia prestablecida a la audiencia. Es resaltar sobre los entrevistados, es volverse el centro de sus propias noticias.
Al menos en Chile y de manera mayoritaria, el periodismo se ha vuelto insufriblemente narcisista y esto entorpece la intención de obtener información dura y sin procesar de la audiencia que seguramente aún quedan personas que desean formarse sus propias opiniones.
Más allá de esta evidente transformación sufrida por el mundo periodístico, tenemos los cambios en la arena política.
No hace mucho analicé las propuestas de todos los candidatos y precandidatos presidenciales disponibles en Chile y con alegría redacté una columna celebrando el alto nivel encontrado en el programa preciso, macizo y conciso de Felipe Kast que si bien tiene muchísimas coincidencias con el de Sebastián Piñera, el del joven diputado de Evópoli es más extensivo, largoplacista y comprensivo que el del exmandatario. Sin embargo, aún ganando Piñera sobre Kast, el nivel de preparación de ambos es altísimo y son buenas noticias para el país.
Parecía que un debate entre candidatos de tan alto perfil no podía ser sino un despliegue impecable de temáticas, técnica e ideas debatidas en un clima de respeto aunque de alta competitividad, más allá de los periodistas de los cuales obviamente esperábamos una demostración incansable de auto exaltación e incluso odiosidad, pero… este debate no era solo entre Piñera y Kast, sino que incluía al Senador Manuel José Ossandón.
Tres individuos posicionados con la esperanza de confrontar ideas, programas y formas, pero en realidad en esa postura solo habían dos. Lo que Ossandón se dedicó a intentar desperfilar a los dos candidatos con los que compite y al verse interpelado y puesto en evidencia sobre sus muchas incoherencias, nulo manejo de temas y cuentas recurrió múltiples veces a la descalificación personal llegando a bajar tanto el nivel del debate como para mencionar a la esposa de Felipe Kast e insinuar que las preguntas que este le hacía para incomodarlo eran producto de sus discusiones o problemas maritales.
Para que hablar de su enfrentamiento con Sebastián Piñera que generalmente tiende a ignorar las vociferaciones del senador Ossandón y dedicarse a temas más relevantes, pero por el asunto de ser humano y estar vivo, era obvio que terminaría cayendo en la irritación provocada por su contendor que no tuvo miramientos para descalificarlo y ofenderlo vez tras vez sin interés de generar un diálogo o una discusión de ideas.
Es que no es fácil mantener el nivel de conversación deseado cuando los candidatos se ven obligados por el mismo formato del debate a responder a ataques personales no pudiendo exponer como desean las ideas que mueven sus candidaturas. Cualquiera de nosotros, por tener sangre corriendo por las venas, tendríamos que al menos hacer una respetuosa pausa para defender la honra personal que es puesta en tela de juicio vez tras vez de manera majadera y gratuita.
Como era de esperarse Kast y Piñera también tuvieron sus diferencias, pero todas dentro de la válida crítica que ambos pueden hacerse y con un margen de respeto más que razonable. Es lícito discrepar, pero degradar el nivel del debate con la recurrente descalificación personal como lo hizo el senador Ossandón solo va en contra del prestigio de la clase política y el ejercicio de la misma.
El efecto Ossandón es la consecuencia de permitir que la política se rebaje a tal nivel y aceptar lo inaceptable, que los políticos discutan personas y no ideas. Esto tristemente sienta un precedente.
Lo que Ossandón provocó en esta ocasión fue que los mismos periodistas, con ese morbo por la farándula y el conflicto que los mueve casi tanto como su narcisismo, en vez de guiar el debate a la discusión de ideas, se dedicaron a echar más leña al fuego. No hubo moderación de parte de los así llamados “comunicadores” y los candidatos se vieron enfrascados en la lógica del Senador en que para poder proseguir con los temas que deseaban imponer, primero debían perder tiempo y espacio en defender su propio nombre ante un agotador oponente que no se maneja en la línea de las ideas sino de los egos y los insultos.
El efecto Ossandón es peligroso para toda la política, porque degrada hasta al más noble de los servidores públicos y los obliga a descender a su nivel. El efecto Ossandón excusa su ineptitud e incompetencia en supuestos defectos de sus contendores. Ya la política no se tratará de llegar a consensos por un bien común sino de desacreditar a los rivales para obtener un voto casi por defecto porque he demostrado que los otros son peores que yo.
Un popular dicho abrazado por la cristiandad dice que no es necesario apagar las luces de otros para brillar por uno mismo. El efecto Ossandón hace exactamente lo opuesto a este dicho