
El siglo XX fue probablemente uno de los periodos más dinámicos en la historia económica y política de las civilizaciones. De hecho, la modernidad en el mundo occidental vino acompañada por la consolidación democrática y el fortalecimiento de las instituciones en el marco de gobiernos republicanos. Ahora bien, los cambios de poder después de un proceso electoral también pueden ser estudiados como micro o macro-transiciones para una sociedad, ya que implica transformaciones, en algunos casos estructurales, y que supondrá reformas significativas en la calidad de vida de la población, en las relaciones entre sus miembros y en su proyección con el Estado y sus pares.
Una invitación a mandatarios antidemocráticos
Al respecto, se presentan ante nosotros un escenario complejo, cargado de un fuerte componente político y simbólico: la posesión presidencial de Sebastián Piñera. Desde la Cancillería, nuestra presidenta, Michelle Bachelet, extendió una serie de invitaciones a mandatarios afines a su ideología, con quienes claramente tiene excelente relaciones, pero que se alejan de la idea de democracia y respeto por los derechos humanos. Estos son Raúl Castro, Nicolás Maduro y Evo Morales. De ahí que emerja una serie de interrogantes: ¿ esos los aliados que quiere tener y respaldar Chile?, ¿los derechos civiles y políticos violados por tales dirigentes no tienen ningún valor por ser de “izquierda o progresistas”?
Políticos de la Nueva Mayoría, del Frente Amplio y otros partidos de izquierda, vez tras vez han denunciado y enfatizado en los excesos que la dictadura de Augusto Pinochet causó en Chile; sin embargo, la empatía que se esperaría que tuvieran con todas las víctimas se ve contrastada con su actuar, al guardar una complicidad silenciosa ante las violaciones sistemáticas (y que la comunidad internacional ha denunciado) de los gobiernos de sus amigos. Tal panorama es suficiente para sostener que el discurso de los derechos humanos y las libertades sociales y civiles solo existe y es válido defenderlo cuando el opresor es un Gobierno que se identifica con la extrema derecha, empero, cuando es un Gobierno aliado, los mismos derechos dejan de tener defensores.
Sumado a lo anterior, la movilización que centenares de grupos de inmigrantes provenientes de estos países han tenido después de que se conoció que los máximos dirigentes de sus países fueron invitados, contrasta con su tendencia a “oír la voz del pueblo” y hacer “Gobierno en las calles”. De hecho, el pronunciamiento de Omar Jara, ministro(s) de la Secretaria General de Gobierno al decir que ningún invitado incomoda a la Moneda demuestra una vez más que Bachelet y su gabinete están cada vez más alejados al sentir de los chilenos.
Las 5 características de los invitados de Bachelet
Pero ¿qué tienen estos gobiernos que deba ser digno de ser invitado por nuestros dirigentes o nuestra sociedad como para merecer el honor de hacer parte en la posesión presidencial de Sebastián Piñera? Al menos cinco características guardan en común: 1) sus dirigentes se caracterizan por ser personalistas y poco respetuosos de sus instituciones, 2) tener índices de aprobación y gobernabilidad que no llega a los dos dígitos, 3) tener a sus países sumidos en una pobreza que sobrepasa el 60 %, 4) reportar una corrupción institucional que llega al 75 % y 5) perseguir y encarcelar a sus opositores. Chile ya experimentó lo anterior y dejó fuertes traumas en nuestra sociedad; por ello es inaceptable, incluso por protocolo, que Michelle Bachelet, como máxima representante de Chile en el exterior, haya invitado a lo que podríamos llamar “la trinidad de la discordia”.
Es por lo anterior que desde el mundo liberal, académico e independiente se aplaude la llegada de Roberto Ampuero al ministerio de Relaciones Exteriores, ya que personifica al chileno cosmopolita que ha evolucionado profesional y políticamente. Adicionalmente, y después de conocer en primera persona diversas realidades en otras latitudes, su visión de las relaciones internacionales, especialmente en materia de diplomacia y geopolítica con nuestros vecinos de la región, lo convierten en el candidato idóneo para representar a nuestro país y defender nuestros valores y territorio, con nuestros pares.
Motivos para la felicidad
Finalmente, la llegada de Piñera a la Moneda es un motivo de felicidad no solo para todos los emprendedores que están cansados de los excesivos impuestos y burocracia que nos dejó este Gobierno, sino que también es un alivio esperanzador para todos los ciudadanos que creemos en un Estado republicano, respetuoso de sus instituciones y con posiciones coherentes en su política exterior, que pueda llamar dictadura a los regímenes que lo son y que no vacile en denunciar violaciones de derechos humanos, indistintamente del Gobierno donde procedan.
Piñera y Ampuero ciertamente volverán a posicionar a Chile como el país grande que es y sin caer en populismos, propios de nuestra izquierda. Nos demostrarán (y recordarán) que son los Gobiernos más liberales quienes históricamente han logrado mejores acuerdos internacionales para sus países.