Chile es un país pequeño demográficamente, en este contexto, es cuestionable la urgencia que tenía la izquierda por cambiar el sistema de elecciones parlamentarias que era binominal, por el actual proporcional D’Hondt.
El nuevo sistema permitió que una muchedumbre de partidos minoritarios, pero bien agrupados en la lista del Frente Amplio, lograra llevar al Congreso a personajes con votaciones ínfimas, en desmedro de independientes con altísimas votaciones como fue el caso de Andrés Velasco, quien pese a obtener una buena cantidad de sufragios, no logró llegar al Congreso dando paso a candidatos con resultados infinitamente inferiores al propio pero bien enlistados en un grupo político.
Por lógica se entiende aquel odio que se tenía hacia el antiguo sistema que sin ser perfecto, al menos tendía a generar equilibrios. Hoy el asunto simplemente se reduce a quienes agrupan mejor a las minorías y no se premia necesariamente el mandato popular.
Hablando del famoso mandato popular, que muchos creen que se refleja en el Congreso, eso también es discutible dado el nuevo sistema y por supuesto considerando el grado de información de los votantes. Las elecciones parlamentarias rara vez tienen la cobertura que las presidenciales tienen, por lo tanto no es fácil difundir a la población los proyectos con los que se compite por los escaños del Congreso.
Sin embargo siempre hay ciertas figuras conocidas que logran plasmar en la gente su mensaje, aunque esto no representa ni un 10% de la totalidad del congreso actual. En este sentido, este tipo de sufragio, no podría ser realmente considerado como el “gran mandato popular” pues realmente, es aquella votación que las personas emiten con más descuido, sobre todo por el desconocimiento del funcionamiento del sistema electoral.
Esto es vital entenderlo en el contexto de las pretensiones de la izquierda que hoy es oposición y que al parecer desea proyectar una supuesta mayoría parlamentaria como un poder opositor.
Este lunes, los presidentes del PS, PPD, PR y PC se reunieron con el objetivo de seguir avanzando en la lenta rearticulación del eje opositor, en medio de la ofensiva que lanzó el Gobierno del Presidente Sebastián Piñera en temas como el protocolo de la ley aborto o la ley antiterrorista, en los cuales, por obvias razones, no contó con la opinión del bloque.
Tras el encuentro realizado en la sede del PR, el líder del PC, Guillermo Teillier, explicó que “lo primero es que entramos a discutir esta propuesta del Ejecutivo de participar en comisiones fuera del Parlamento para discutir cinco temas, entonces lo que vamos a hacer es que vamos a buscar una posición conjunta”.
Álvaro Elizalde, por su parte, dijo en una entrevista lo siguiente: “Hemos señalado nuestra preocupación porque el Gobierno por un lado señala que va a promover el dialogo y por otro saca la motosierra administrativa, a través de decretos quiere dejar sin efecto las leyes porque no tiene mayoría parlamentaria”.
Cuando se leen este tipo de declaraciones se entiende la actitud de alarma que como oposición intenta orquestar a ese Congreso que falsamente plantea ser mayoría. Digo falsamente, pues el supuesto éxito parlamentario que tuvo la izquierda, es simplemente resultado de un nuevo sistema electoral que infla artificialmente a las minorías políticas que deseaban obligar al sistema a darles representación con respecto de las grandes fuerzas, como si su pequeñez no fuera suficiente evidencia de su impopularidad.
Con este propósito se agruparon en espacios como el Frente Amplio, que como su nombre lo indica, son ese lugar donde confluyen una amplia gama de izquierdistas, cada grupo más radical que el otro y que como conjunto simulan una mayoría inexistente, pero vociferante.
Son estas agrupaciones las que lograron con votaciones ínfimas e irrisorias, situar en el Congreso figuras que ya demostraron a la luz de sus propios comentarios, su desprecio por la democracia al ridiculizar la imagen parlamentaria con frases como “no tengo argumentos, pero estoy en contra” de Raúl Alarcón, más conocido como Florcita Motuda, quien representa plenamente el tipo de contenido que le Frente Amplio tiene para ofrecer.
Esta falsa mayoría está en proceso de llegar a acuerdos para obligar a un gobierno que fue elegido con un apabullante 56 % y que por las características de la elección, sí representa un mandato popular mucho más concreto. La idea parece ser que mientras el poder lo tenga alguien cercano a la derecha, es mejor destruir el país y no permitir el progreso, pero con ello recuperar el poder, que cederlo y reconocer el verdadero mandato popular en pro de la prosperidad nacional.
Fiel a la trayectoria y filosofía de la izquierda, esta débil mayoría parlamentaria jugará como era de esperarse, al chantaje para imponer su trasnochada agenda a la cual el país con mayoría contundente dijo NO.
A discutir queda la verdadera legitimidad del actual Congreso que aun cuestiona la indiscutible autoridad democrática del ejecutivo que recibió a manos de los compatriotas sufragantes la orden de reconstruir un país que el izquierdismo estaba despedazando entre amiguismos, corrupción y despilfarro cual fiesta adolescente carente de adultos.
Al parecer a la infantil izquierda le molesta que hayan llegado los mayores a casa y que se les enfrente públicamente por los destrozos a la institucionalidad. No perdonan la paliza electoral y usarán su falsa mayoría como puedan para entorpecer el legítimo progreso del proyecto político propuesto por el gobierno de Sebastián Piñera.
Solo queda observar y denunciar si es necesario, la mezquindad típica de la izquierda y ser lo suficientemente críticos con el gobierno para exigirles que los acuerdo a los que llegue, no comprometan el proyecto político que los llevó al poder. Ese sí es el mandato popular.