Sebastián Piñera ha mostrado claras señales de que su segundo gobierno ha de ser de corte más liberal que el primero en términos cívico sociales y para eso ha propuesto una agenda que incluye darle algunos retoques al Estado.
Principalmente la propuesta del Gobierno de Chile se centra en agilizar los trámites públicos para poder tener una mayor cantidad de tiempo a disposición, ganando cerca de 60 millones de horas extras al año sin hacer un papeleo o un trámite público.
Además de lo anterior, la idea de modernizar los trámites públicos permitirá reducir costos por impresión, fotocopiado, tinta y bodegaje de información, lo que implica un ahorro de más de 100 millones de dólares al año gracias a la implementación de plataformas web con bases de datos configurables para los entes del gobierno de turno.
Finalmente la propuesta de modernizar estos trámites públicos permitirá hacer un país más limpio, debido a que los usuarios no tendrían documentos en papel y todo se realizaría mediante correo electrónico, plataformas web, bases de datos o alguna idea en mente que surja desde el gobierno.
A través de esta propuesta el uso de la tecnología irá en aumento, simplificando filas innecesarias por trámites públicos y obteniendo más tiempo para todos los usuarios.
Todo esto ya se hacía necesario en un Chile que a ratos parece estar anclado en el siglo XIX con burocracias coloniales que francamente hacen del país un museo del despotismo ilustrado.
Quizás en este espíritu modernizador el presidente también decida eliminar el cartel de los notarios, que también son un factor de consumo de tiempo y dinero innecesario sobre todo considerando que es un negocio que se mueve en torno a la discrecionalidad política del momento donde los notarios solo necesitan tener el contacto adecuado para ser nombrados y es bien sabido que las actividades que se realizan en una notaría no son más que papeleo innecesario impuesto como buen negocio para los amigos del gobierno de turno.
Cuando Sebastián Piñera fue senador en la década del 90 del siglo pasado, él tuvo esta idea de eliminar las notarías y darle paso a otros sistemas más eficientes de certificación y arbitraje entre partes, pero la idea no avanzó. Hoy como presidente tiene la oportunidad irrepetible de consolidar esta idea y moverá chile hacia un futuro menos burocrático y más orientado hacia la sociedad civil.
Dicho todo esto y con las congratulaciones bien merecidas por la importancia que tiene dar este paso, también se hace necesario apuntar hacia la gran y verdadera modernización del Estado que no solo tiene que ver con la digitalización de los procesos burocráticos que nos ahorra tiempo y dinero sino que es importante aferrarse como gobierno de corte liberal a la idea más modernizadora de todas en términos de visión de Estado.
La idea de que el individuo no es capaz en absoluto de proveerse bienestar ha hecho que la intervención del Estado sea enorme y en vez de mirar a otros modelos con una mirada crítica, se idealizan los triunfos dados en el exterior sin considerar su contexto histórico, social y cultural intentando adaptarlo a toda costa a un Chile cuyas características son únicas en todos aquellos aspectos.
La mirada fija en los países nórdicos como si estos fueran la cátedra sobre el estatismo hace que un país como chile, menos homogéneo y con otros fenómenos culturales intente acomodar ciertas ideas que no son propias de la libertad y que entendidas históricamente se comprenderían con sus triunfos y fracasos incluyendo que los países nórdicos vienen de vuelta del estatismo y hacia el liberalismo porque por obvias razones, como por ejemplo que las personas no son masas y son complejas y velan por su bienestar, se opone a la idea de la vida centralmente planificada.
No es el Estado el que ha hecho funcionar los grandes acuerdos en os países nórdicos que tanto se admiran y de hecho hay bastante de mitos a su alrededor. Es más bien una cultura del respeto a la libertad y a los individuos como la base de la sociedad lo que logró en algún momento darle una supremacía en tantas materias a estos países y claro, aquello que pueden aún mejorar tiene relación con la cantidad de libertad frente a sus gobiernos igual como ocurre en Chile.
¿Cuánta libertad ha de tener el individuo frente al Estado? Esta pregunta es la que nos mueve a liberales a considerar las respuestas más libertarias en vista de la marca histórica que nos han dejado los más profundos estatismos del mundo en contraste con las sociedades libres y abiertas.
El punto central de todo esto es que la verdadera y gran modernización sería disminuir el tamaño del Estado, recortar sus gastos y limitar su interferencia en la vida de las personas a las actividades básicas y centrales que debería tener un Estado, tales como la seguridad nacional, gobierno, impartir justicia. Lo demás es perfectamente posible generarlo desde la sociedad civil.
El problema es que nunca se ha corrido el riesgo de empoderar a las personas para mejorar las condiciones en las que vive la libertad y el Estado ha ido creciendo cada vez más hasta tener los innecesarios 23 ministerios de hoy.
La intervención del estado cada vez anula más al individuo y esto no se resuelve digitalizando los procesos simplemente sino con carácter firme y decisión de soltar a los retenidos cediendo el poder de decisión a los ciudadanos y remitiéndose a arbitrar.
Después de todo, reglas claras conservan la amistad. Basta con establecer reglas de juego oportunas, pertinentes y suficientemente claras para generar un marco de movimiento aceptable en un contexto de libertad y con menos burocracia. He ahí la gran modernización que haría de Chile un verdadero ejemplo a seguir y transformaría la palabra empoderamiento en una realidad más palpable.