No es que los chilenos gocemos de un país tan probo que la corrupción nos espante como la gran novedad, el asunto es que estamos cauterizando nuestra capacidad de asombro ante los grandes y pequeños actos deshonestos de quienes se supone nos representan.
Eso siempre será un mal síntoma de democracia en crisis. Es imposible esperar pulcritud, eficiencia, eficacia y probidad cuando las elecciones no son más que un despliegue de marketing donde poco importa la idoneidad.
Lo último que ha estallado en el seno de la política en Chile, es el absurdo abultamiento de las hojas de vida académico-laborales de los parlamentarios. Resulta que muchos “honorables” establecieron en sus hojas de vida oficiales del Congreso, que tenían títulos de pre y post grado que efectivamente no tienen.
Entre otras irregularidades, también cambiaron nombres de sus casas de estudio para hacerlas parecer universidades de renombre. Lo grave no es el papeleo, sino el fin de la mentira. ¿Acaso era necesaria esta maniobra? Al parecer no es más que un ajuste de papeles a modo de impulso para el ego.
En este han participado varias personalidades de casi todo el espectro político, pero los casos más emblemáticos los encontramos en la centro-izquierda. Incluso el locuaz Gabriel Boric, miembro de la bancada estudiantil y del Frente Amplio (ultra izquierda) indicó que era de profesión abogado cuando en realidad no ha terminado la carrera, no se ha titulado.
Eso no parece ser poco común en su sector donde se ve en la práctica su desprecio por la verdadera educación y por la honestidad, pero eso es tema de otra columna. No está demás mencionar que en este asunto hay un tema pendiente con la ex presidenta Michelle Bachelet.
Aclaremos algo, los requisitos establecidos por la Constitución y sintetizado por la biblioteca virtual del Congreso nacional para ejercer un la representación pública en el parlamento dice lo siguiente:
¿Qué requisitos existen para ser senador?
- Ser ciudadano con derecho a sufragio.
- Tener cumplidos 21 años de edad.
- Haber cursado la enseñanza media o equivalente.
- Tener residencia en la región a que pertenezca el distrito electoral correspondiente durante un plazo no inferior a dos años, contado hacia atrás desde el día de la elección.
¿Qué requisitos existen para ser senador?
- Ser ciudadano con derecho a sufragio.
- Haber cursado la enseñanza media o equivalente.
- Tener cumplidos 35 años de edad el día de la elección.
Como es posible apreciar, no se pide demasiado y de todas maneras no pasa nada si cualquiera de los candidatos a ocupar este tipo de cargos no tiene título universitario. Seguramente cuando se establecieron las reglas, se pensó en ese Chile que necesitaba ser representado por todas las clases sociales, por todos los espectros políticos y se intentó prevenir la creación de una élite en la política haciéndola accesible a quienes desearan participar de ella y ciertamente queda claro que no se pide un título universitario, entonces un ciudadano común y corriente como lo somos la gran mayoría, se preguntará si existía necesidad de abultar currículums.
En realidad el problema no es problema, ya que si la Constitución no lo requiere, no era necesario mentir con respecto a la experiencia o a la vida académica, así que podemos establecer que o tienen problemas serios de autoestima y necesitaban algo que abulte el ego o sencillamente son crónicamente deshonestos. Cualquiera de las dos opciones descarta la tesis de “errores de cálculo” o “descuidos inocentes en los detalles biográficos”.
¿Significa esto que cualquier legislador que no tenga título universitario carece de la idoneidad necesaria para ejercer la función? Decididamente no. La idoneidad es un asunto que tiene que ver con la formación de vida de la persona en combinación con sus atributos personales. Significa que el resultado de esa sumatoria, le provee al mundo de una persona que está ética, moral y administrativamente preparada para ejercer una función de representación y gestión.
Hay miles de casos en el mundo donde el ingenio, el mérito, la fortaleza mental y la inteligencia natural de la persona han superado con creces los aportes realizados por miles de acumuladores de títulos que solo sirven para colgarse en las paredes pero no para contribuir.
Grandes ejemplos de esto serían el creador de Facebook y de Apple entre otros cuyas características personales les permitieron impulsar proyectos que no solo han beneficiado a muchos sino que no necesitaron la validación de un título universitario.
Sin alejarnos mucho del país, uno de los mejores alcaldes que ha tenido la comuna de Puente Alto, solo cuenta con un título técnico, pero su idoneidad es indiscutible a la hora de consultar a los habitantes de dicha comuna.
El asunto es asegurarnos de que los candidatos sea idóneos entonces, que no cualquiera pueda ejercer un cargo de tanta responsabilidad sin la suficiente preparación o herramientas y esto no tiene que ver con sus respectivos títulos, porque de ellos hay variedad desde las ciencias exactas hasta las sociales y en todo el espectro hay personajes idóneos y faltos.
Quizás para tranquilidad de la ciudadanía, esa idoneidad debiera ser estipulada por ley y medida al menos en un examen de educación cívica, de conocimientos mínimos sobre la constitución y la función que debe desempeñar. Para saber estas cosas no se necesita universidad sino voluntad de aprenderlas y al menos le daría una herramienta de calidad a la democracia.
Lo importante es no minimizar estos eventos y dejar que se pasen por alto, porque si nuestros honorables son capaces de mentir en esos pequeños detalles, no podemos esperar probidad en las grandes cosas. Lo sancionable no es la carencia de títulos sino la falta a la verdad que tiende a ser desperfilada. No, la idoneidad también tiene que ver con la honestidad y eso implica que la ciudadanía debe dejar de aceptar al ladrón que robe menos o al mentiroso menos deshonesto, de lo contrario cosecharemos el Chile que los ciudadanos indolentes e indiferentes merecen, un Chile corrupto.