Chile ha entrado oficialmente en la era de lo políticamente correcto. Sí, esa tiranía del pensamiento donde salirse de un esquema propuesto por una vociferante minoría progresista, es pecado mortal y puede costarte todo.
A estas alturas, la centro derecha ya debería haber aprendido qué tipo de oposición tiene, como se están moviendo frente al desconcierto de no ser Gobierno y no tener poder sobre los lugares estratégicos para el cuoteo político.
La oposición tiene un solo plan, Obstruir. El poder por el poder es lo único que importa así cueste la prosperidad de Chile y eso es obvio. Lamentablemente el oficialismo de centro derecha aprende demasiado lento.
Sabiendo todas estas cosas, conociendo el absurdo clima de hostilidad que propone la izquierda, el Gobierno de centro derecha debería ser muy cuidadoso con todo lo que expresa en cualquiera de sus ministerios. Ya no basta tener la razón en el país de lo políticamente correcto, también se ha hecho obligatorio expresarlo con palabras dulces al oído pues de lo contrario, la aturdidora verdad será usada como arma en contra de quienes osen decirla.
Lo cierto es que la economía en Chile está en condiciones similares a las que estaría después de muchos desastres naturales simultáneos. Podemos llamarlo, huracán Bachelet, lleno de inepcia e inaptitud más una gran cuota de corrupción.
En este contexto, la educación también habrá de sufrir recortes y más que recortes, el nefasto asistencialismo tendrá que darse un descanso pues las prioridades necesitan ser ordenadas. Por supuesto esto no será del agrado de nadie, mucho menos de aquellos que apoyan el colosal despilfarro estatal, los amiguismos y el cuoteo político.
Lamentablemente, no hay ningún sector del país que no se vea afectado después de un desastre y el ministro Gerardo Varela, que dirige la cartera de educación, no tuvo más remedio que recalcar lo obvio. No hay suficiente dinero para repartir y habrá asuntos que tendrán que ser solucionados a nivel local.
Sus palabras exactas sin embargo, no podrían haber sido más desafortunadas, pese a que el razonamiento es absolutamente correcto y ese desliz comunicacional podría costarle la estabilidad ministerial.
Dijo el ministro, frente a las fallas de infraestructura que existen en diferentes colegios de Chile, tanto públicos como subvencionados: “Es común escuchar grupos que protestan exigiendo que el Estado se haga cargo de problemas que son de todos nosotros. Todos los días recibo reclamos de gente que quiere que el Ministerio le arregle el techo de un colegio que tiene gotera, o una sala de clases que tiene el piso malo… yo me pregunto, ¿y por qué no hacen un bingo? ¿Por qué desde Santiago tengo que ir a arreglar el techo de un gimnasio? … Son los riesgos del asistencialismo. La gente no se hace cargo de sus problemas, sino que quiere que el resto lo haga”.
¿Acaso es descabellada la idea de solucionar localmente un problema que es perfectamente abordable por la comunidad educativa en vez de esperar una solución estatal, sobre todo en tiempos de escasez? ¡Claro que no! ¡En absoluto!, pero la forma de decirlo puede mejorar pues ya estamos empezando a vivir las réplicas izquierdistas que toman una verdad irrefutable y la convierten en una ofensa.
Michelle Bachelet simplemente no podía dejar pasar este error no forzado de expresión y dijo: “Lo que la educación pública necesita es que se le continúe devolviendo la dignidad que los niños y las niñas de Chile se merecen”, agregando “en el progreso de un colegio, todos tenemos parte”.
Analicemos un segundo. ¿En algún momento el ministro Varela dijo que los problemas de infraestructura debían quedar sin solución? – No, él solo le devolvió cierta autonomía a la comunidad educativa, es decir, a los sostenedores de colegios y a los padres y apoderados que ahí educan a sus hijos. Hay cosas que efectivamente a nivel local sí es posible hacer y esperar que el estado lo haga es negligencia y decididamente pereza.
¿Habló el ministro de desentenderse de la educación y del progreso? – No. Simplemente aclaró que existen roles y que asignarle extras al Estado no solo es perjudicial para loa sociedad civil porque los acostumbra a la inmovilidad sino que además es deshonesto.
Cierto, lo dijo sin anestesia y sin adornos, pero no significa que deja de ser cierto.
Lamentablemente el cómo se diga importa y darle este asunto a la izquierda para lucir su supuesta superioridad moral, que no la tiene, es un error que se paga caro. Las excusas subsecuentes carecen de importancia, pues al decirlo así, cualquiera que no tenga ni disposición ni capacidad de análisis del discurso asumiría que dijo que no está interesado en la suerte de los establecimientos educacionales.
No hay desinterés y los colegios no quedarán a su suerte, pero existen prioridades y hay conductos regulares en la gestión que si no se han respetado, me atrevo a sugerir que ha sido deliberado para generar dependencia y usarla para obtener votos. Típico de la izquierda y de los estados “benefactores” que siempre son gigantescos.
De la izquierda hay que aprender que aún las atrocidades pueden adornarse para sonar bien, por ejemplo ellos llaman justicia social al robo a mano armada por parte del estado al subir unilateralmente los impuestos con el fin quitarnos el dinero bien ganado de nuestros bolsillos y llenar el país de corrupción.
Pero utilizando términos genéricos como la Justicia, logran aplausos de las masas. Ni hablar de cómo históricamente han justificado purgas sangrientas con la excusa de la tolerancia e integración, eliminando a los “intolerantes” que osan pensar distinto. Eso aún lo vemos al menos en intención en las odiosas funas a personajes que se atreven a decir lo que piensan. Podrían vender las más horrendas y sórdidas ideas con palabras bonitas.
¿Ven? Hasta lo más horrendo se puede decir sonoramente y la izquierda es experta en ello. Bien le vendría al oficialismo cuidar esta área y no dar en bandeja las excusas para obstruir. Lamentablemente, la estabilidad y gobernabilidad de Chile, dependan de una muy buena estrategia comunicacional. Este es el dominio de la izquierda históricamente, pero nunca es tarde para aprender.