Encontradas opiniones se han dado sobre el beneficio carcelario otorgado a Celestino Córdova, quien fue condenado por el delito de incendio con resultado de muerte del matrimonio Luchsinger Mackay. El beneficio consistía salir temporalmente de la cárcel para renovar su rehue (lugar sagrado mapuche).
Todo esto se hace considerando por supuesto que el sujeto varias veces utilizó el argumento de huelga de hambre para lograr su objetivo y también se tomó en cuenta la opinión de la familia afectada que expresó no tener problemas con la idea de permitir este beneficio carcelario.
Para el Gobierno, esta operación que costó millones pues implicaba acompañar el traslado con un tremendo operativo de seguridad que incluía helicópteros, es un avance que ayudaría a destrabar el conflicto malamente llamado mapuche que afecta seriamente a La Araucanía.
Es en estos temas que uno debe preguntarse como ciudadanos chilenos si es que nuestros líderes han aprendido algo -de la historia reciente y remota de nuestro país y del mundo- que atienden el presente conflicto con una candidez inusitada para quienes se suponen son políticos experimentados.
En primer lugar hay que entender que el conflicto no es mapuche sino que es una orquesta ideológica de izquierda que ha utilizado argumentos de origen mapuche para justificar su violencia, desestabilizar al Estado y conseguir un territorio autónomo donde finalmente poder implementar su trasnochada ideología sin peros de por medio (esto lo prueba algo tan sencillo como que el supuesto chamán indígena no tiene un ápice de herencia mapuche, más bien es un asimilado oportunista que se reviste de indigenismo para cubrir sus crímenes).
En este sentido, el conflicto no tiene una solución posible que llegue a satisfacer al Estado chileno y a los violentistas, al menos no del todo, pues la sanción política para cualquier Gobierno que llegara a ceder territorio en pro de una supuesta paz, sería eterno y el poder se le escaparía de las manos de manera indefinida.
Es difícil creer que algún Gobierno, por izquierdista que sea, quiera pasar a la historia como el que dividió el territorio chileno y lo cedió a la violencia. El costo político de hacerlo, aunque se esté de acuerdo con la causa, es demasiado alto y el poder es altamente codiciado como para dejarlo escapar en torno a este asunto.
La prueba es el Gobierno de Bachelet, que si bien coincide ideológicamente con los violentistas y hasta ha mal justificado la causa con un pésimo entendimiento de la historia, no fue capaz (y esto es bueno) de ser la presidenta que les diese lo que demandaban, pues el llamado del poder era más intenso que sus afectos ideológicos. Su proyecto de un Chile entero socialista, también pesó más.
Considerando esto, el presente Gobierno que dista mucho más de las posturas ideológicas de la CAM (Coordinadora Arauco Malleco, responsable de la mayoría de los atentados terroristas en la Araucanía) estará mucho menos dispuesto a ceder ante las irrevocables exigencias del movimiento, por lo tanto sentarse a conversar sobre algo que no tiene solución más que o la fuerza del Estado para proteger a sus ciudadanos de origen mixto, mapuche y europeo que viven en la zona y son afectados por la violencia o la cesión del Estado a las exigencias de los violentistas. No hay otra salida.
El ministro de desarrollo social, Alfredo Moreno, que antes fue canciller en el Gobierno de anterior de Piñera, en cuanto al beneficio carcelario otorgado a Celestino Córdova, dijo: “Parecía una cosa que no tenía solución y hoy día hay una luz de esperanza”.
Esto no solo derivado de la buena voluntad de la familia Luchsinger Mackay que no vio mala intención en que al pseudo Machi le fuera otorgado el beneficio sino que han tenido extrema paciencia para esperar una justicia que nunca llega. También se han tenido en cuenta los dichos de uno de los líderes de la CAM, Héctor Llaitúl, quien aseguró que habrá un cese de la “resistencia” como anunciando una tregua.
El contacto con las FARC colombiana que ha tenido la CAM, que se traduce en entrenamiento militar, armas, etc. Y que ha sido confirmado por miles de e-mails incautados e interceptados, en que la ayuda del partido comunista de Chile es evidente, da cuenta de que la filosofía es muy similar a la que guía a los guerrilleros colombianos.
Mientras la violencia sea rentable, se hará sin tapujos, mientras la ingenua esperanza de sentarse a conversar del Gobierno persista, el terror será un arma confiable, mientras se tenga el sartén por el mango, la paz nunca será duradera hasta lograr el objetivo. ¿y si la cúpula de la CAM hace lo mismo que la cúpula de las FARC en Colombia y se llega a un acuerdo de paz? Pues ocurrirá lo mismo que en país septentrional y se generarán cientos de disidencias que dejarán a la cúpula sola en sus acuerdos y seguirán con la violencia.
Hay que aprender de la historia reciente también y si en Colombia la paz hoy está más lejos que antes porque donde se eliminó un enemigo surgieron 10 tan o más peligrosos que el anterior, en Chile, los violentistas con una filosofía similar y con similares incentivos, no harán sino repetir el patrón y por ello la paz no tiene garantías.
Por último, por buena fe que tenga el gobierno de Chile, esta petición, que está dentro de la legalidad y de los beneficios carcelarios posibles, era más bien un termómetro, una especie de medida que sirve para ver la fortaleza del gobierno. Es como cuando los alumnos miden al nuevo profesor y su tolerancia desde el primer día y si este no se impone, los perdió para siempre, así de sencillo.
Frente a un conflicto sin solución, la postura infantil e inocente del gobierno que aún cree que se puede conversar y llegar a acuerdos permanentes, es decepcionante. Se esperaba mucha más astucia comprendiendo la naturaleza ideológica del conflicto y no su supuesto origen cultural. La señal ya fue dada, el gobierno tiene unas manos fáciles de torcer y el conflicto tiene para largo.