En un tiempo donde reinan las consignas feministas, donde casi que es reprochable elegir una vida de ama de casa, donde ser esposa es visto como un insulto al género, es cada vez más difícil ejercer el famoso rol de “primera dama”
¿Cuál se supone que es su tarea? ¿A qué asuntos debiera dedicarse la esposa del presidente? Estas preguntas surgen a raíz de una encuesta hecha por Cadem plaza pública en Chile donde se pedía ordenar a las mujeres nacionales en un ranking de influencia en el que resultó ganadora la señora Cecilia Morel, esposa del presidente Sebastián Piñera, aún por sobre Michelle Bachelet quien fuera presidenta hasta hace unos meses.
La encuesta se realizó a 300 líderes de opinión y consideró preguntas de mención espontánea y de selección en donde se identificó a las cinco personalidades femeninas de mayor liderazgo en 13 ámbitos: Gobierno, política, economía, empresa, leyes, cultura, comunicaciones, ciencias y educación, deporte, música, cine y teatro, televisión y sociedad civil.
Seguramente el resultado generó sorpresa en muchos sectores incluyendo el círculo cercano de la ex presidente Bachelet quien ha demostrado en muchísimas ocasiones su culto a su propia personalidad (esa infantil insistencia con su legado y ahora la formación de su fundación Bachelet 2022) y este ranking habrá significado sin duda alguna un golpe a su ego.
El gran debate se dio en redes sociales donde muchos de cada sector cuestionaban la relevancia de una y de la otra. La idea de que una primera dama superará a una ex presidenta que fue la primera en llegar a la primera magistratura del país y nada más ni nada menos que dos veces, es por decir lo menos, interesante.
Llama la atención que la palabra escogida por la consultora fue “influyente” pues esta es más un adjetivo neutro que otra cosa. No admite que dicha influencia sea buena o mala.
Quizás con esto en mente podemos sugerir algunas de las claves que una primera dama del siglo XXI debe considerar para llegar a ese estatus de “influyente”. SI consideramos el adjetivo a secas, muchos personajes históricos son influyentes, pues su accionar mueve los hilos de la historia de una manera que impacta a sus contemporáneos.
Esto no es sinónimo de aporte ni de beneficio para la sociedad sino que simplemente admite que la persona ha llevado a un conjunto de sus pares a obtener ciertos desenlaces que sin su influencia habrían sido diferentes.
Aplicando esto al rol de “Primera Dama” podemos pensar en ejemplos de todas las índoles, desde Hillary Clinton, quien gracias a su astucia política logró llegar a ser candidata presidencial de Estados Unidos con serias posibilidades hasta una Rosario Murillo quien ejerce su cargo no solo como una excéntrica consorte real, sino que ha adherido a sus responsabilidades de manera nepotista, el cargo de vicepresidenta de Nicaragua.
Podemos pensar en una Cristina Fernández quien después de ser primera dama, se perfiló hasta llegar a la presidencia donde se enriqueció a costa de sus compatriotas y también podemos pensar en la potente figura de Michelle Obama que con brillo propio ha instalado temas país de manera permanente en Estados Unidos. Influyen y cambian la historia, pero el cómo lo hacen también importa.
De todas maneras no parece haber un molde fijo. Siempre hay funciones pre determinadas y expectativas alrededor de una mujer en esta posición, pero muy pocas veces esto le significa llegar a ser considerada de alta influencia.
Lo que Cecilia Morel ha propuesto es el trabajo visible y activo que no se ve en su esposo, es ese enfoque en los desvalidos, con un grato despliegue de habilidades blandas que ofrecen una especie de bálsamo mediático en contraste con las torpezas de su marido quien seguramente abunda en buenas intenciones pero carece de habilidades útiles para enfrentar sus constantes salidas de libreto.
Cecilia Morel muestra esa cara amable de lo que se considera “la Derecha” pues este sector no se asocia necesariamente a la vocación social. Si bien la defensa de la libertad económica es sin duda alguna la mejor política social posible, esta no tiene caras y personajes que la defiendan con un carisma silencioso y oportuno, que muestren como se ve el resultado del libre mercado en la expresión filantrópica.
Morel ha logrado suavizar al sector completo en el sentido en que silenciosamente le genera lo que en el mundo progresista llaman “relato” “épica” esa imagen dulce de quien si bien defiende firmemente el libre mercado, desborda en alegría y suavidad hacia sus compatriotas haciendo la presidencia más alcanzable, más cercana y menos corporativista.
Esto, se llama “influencia” pues logra desarmar la carga negativa que la historia le ha dado a la centro derecha que no ha sabido defender su discurso desde la moralidad, pues ha dejado que la izquierda asuma un rol de superioridad que no tiene, con las ideas más espantosas e inmorales para la sociedad como es el igualitarismo material.
La primera Dama en Chile por lo menos, en el periodo presidencial actual y con las complejas condiciones del día, está llamada a ser la intermediaria, la constructora de puentes entre el pueblo y el gobierno. No con discursos ni de manera explícita, sino con esa libertad que le otorga estar en una posición visible pero sin las presiones del gobierno sobre ella. Esto le permite ser humana en un contexto donde la humanidad cuesta puestos, votos y estabilidad.
Si esto no es influencia, entonces quizá haya que redefinir el concepto. Tal vez la aprobación de la derecha pasa por la suave intervención de la primera dama que sabe aparecer cuando los errores no forzados abundan.
Esto la convierte no solo en influyente sino en un aporte a la estabilidad e incluso la paz social mientras se arregla el torbellino de problemas heredados del gobierno anterior. He ahí la diferencia con Michelle Bachelet a quien solo le calza el adjetivo “influyente”.