Es imposible dejar de celebrar una noticia tan buena como la rebaja a las tasas de embarque aeroportuarias. El ministro de Economía, José Ramón Valente, confirmó que la disminución podría hacerse efectiva en el mes de septiembre y que significará una baja inmediata del 20% en las tasas de vuelos nacionales y de USD $4 en el caso de las internacionales.
En ese sentido, el titular de la cartera económica declaró que esta medida refleja un “esfuerzo que está haciendo el Gobierno para entregar un beneficio a los chilenos”. Lo anterior, porque poco más del 75% de la recaudación del pago de las tasas tiene como destino final el sector público.
De acuerdo a las estimaciones que se manejan en el Ministerio de Economía, el costo fiscal que tendría esta iniciativa “estaría entre los USD $30 y USD $50 millones anuales para el 2019”, confirmó el ministro. Sin embargo, el secretario de Estado aclaró que la cifra “depende”.
Ello, porque uno de los principales impactos que prevé la rebaja de las tasas es el aumento de la cantidad de viajes dentro y hacia el país, sin mencionar los positivos efectos que se prevén para el mundo del turismo. Así, si bien la recaudación fiscal será menor por cada pasajero, el aumento en la demanda, que más gente viaje, podría compensar la “pérdida” que se generaría para el Ejecutivo.
Cabe recordar que la medida dada a conocer hoy contempla una rebaja inmediata de 20% en las tasas de embarque nacionales, que será seguida de bajas adicionales de 10% al 2019 y de 10% más en 2020. Por su parte, las tasas internacionales serán reducidas, inmediatamente, de USD $30 a USD $26. Después, el 2019 y 2020 se volverán a bajar a USD $25 y USD $24 respectivamente.
Cuando nos encontramos con estas noticias, da la impresión de que tenemos un gobierno bipolar en cuanto a cómo ven los impuestos, pues hace nada se anunció una reforma tributaria que si bien contenía una serie de beneficios para los contribuyentes, también incluía la posibilidad de gravar servicios y productos que disminuyen la desigualdad.
Pareciera que no hay una especie de ADN económico definido dentro del gobierno y más bien son destellos de lucidez contrastados con opacidades populistas, entre ellas, el aumento del salario mínimo, que no es más que otro impuesto al trabajo y aunque suene muy bien, termina perjudicando a los menos calificados y menos productivos, justamente aquellos que más necesitan un empleo.
O se es liberal o no, lamentablemente el término medio ha probado hacerle daño a la democracia en todos los tiempos, pues es percibido como falta de liderazgo y por lo tanto los problemas que vayan apareciendo en la sociedad le serán atribuidos al gobierno que trata de dejar contentos a todos.
Si no vas a propiciar una política realmente liberal donde todos los impuestos sean disminuidos ojalá a mínimo, eliminando muchos que solo se mantienen para poder pagar a una clase política que cada día genera más dudas, y si no vas a recortar significativamente el gasto público porque obviamente hacerlo no es muy popular, entonces tendrás que enfrentar la realidad de que el barco solo está parchando los tremendos agujeros que lo hunden, sin arreglar de manera estructural el daño.
Así como existe la certeza de que un mayor número de usuarios compensará la menor recaudación por pasajero, debería existir la convicción de que al aumentar la inversión y la creación de empleos también lo hará y con ello la recaudación. A estas alturas ya deberían saber en el gobierno que no se puede desvestir un santo para vestir a otro y que mientras no reduzcan los gastos, incluyendo el número de burocracias, todos estos aparentes avances seguirán siendo parches.
Esa bipolaridad de rebajar ciertos impuestos y aumentar otros, solo significa que hay una extraordinaria falta de convicción moral con respecto a la libertad económica que tan bien les hace a los países que la adoptan, pues se la defiende desde la tibieza de la certidumbre técnica pero no social. Como si el liberalismo no hubiese sacado a millones de la pobreza en el tiempo más corto de la historia registrada.
Hay que ser capaces de tomar la libertad como un todo, pero si al menos a la que el gobierno suscribe es a la económica, debe hacerlo también desde el punto de vista moral. Debe tener la habilidad de mostrarle a chile con claridad y simplicidad el valor del verdadero progreso surgido de individuos que transan libremente bienes y servicios, que efectivamente creen en las soluciones que proponen al rebajar tributos y que esto es solo el comienzo de una tendencia que se extenderá a todos los aspectos del gobierno.
Que los problemas no se solucionan con más burocracias sino con más participación civil, que se acabará efectivamente con los cientos de miles de operadores políticos del estado que hoy hacen que sea necesaria una alta recaudación y que se admita sin culpa alguna que se cree firmemente en la moralidad del libre mercado estando dispuestos a defenderlo frente a la oposición y respaldados por la ciudadanía que votó para que así sea.
Basta de medias tintas. Celebramos las rebajas a las que se están procediendo, pero sin duda, es necesario que sean más y que este gobierno realmente muestre que es diferente al anterior gobierno izquierdista. Es importante que quede claro que no da lo mismo por quien votar.