Ya han pasado un par de meses desde que las tomas y protestas estudiantiles terminaron destruyendo la infraestructura del liceo de aplicaciones de Santiago, otrora ícono de la calidad en la educación pública al igual que otros tantos establecimientos emblemáticos.
Los destrozos fueron millonarios y fueron ocasionados no solo por estudiantes, sino por vándalos encapuchados que aprovecharon la oportunidad de saciar sus urgencias destructivas. Sin embargo en chile hay una errada conciencia de que si se protesta por algo, entonces la causa debe ser justa.
Se le asigna un aura de santidad inmediata a cualquier movimiento que movilice masas y las lleve no solo a las calles sino a tomarse edificios como medida de presión.
La comuna de Santiago ha sido una de las más castigadas por este tipo de tomas violentas en las que evidentemente el único objetivo es ser un dolor de cabeza para la autoridad ya que aún en entrevistas los jóvenes manifestantes, al ser consultados por sus demandas admitieron que aún no lo tienen claro, pero que ya surgirán las razones que justifiquen su violencia y absolutismo.
Sin más argumento que su encarnizado odio al sector que representa al actual gobierno, se dieron permiso para destruir el mobiliario del establecimiento, orinarlo, rayarlo e incluso quemarlo. Estas cosas son tomadas por el alcalde Felipe Alessandri lisa y llanamente como vandalismo, pero la izquierda lo ve como una señal de libre expresión juvenil y una mala entendida democracia.
Yasna Provoste, quien fuera ministra de educación, interpelada y destituida por mala o dudosa gestión financiera, expresó que le parecía exagerada la medida que tomó la alcaldía de expulsar a los responsables de dichos destrozos, pues la vía siempre debiera ser el diálogo, mientras que el alcalde Alessandri establece claramente una norma frente a estos sucesos, “rompe paga” es decir, quienes sean sorprendidos en estas conductas, recibirán sanciones y no solo académicas, sino monetarias.
El entendimiento de que un algo sea público no es una autorización a destruirlo, sino una invitación a cuidarlo como dando a entender que comprendemos lo que significa el bien común.
En este sentido, nos damos cuenta que en nuestra sociedad existen sencillos valores que han sido trastocados y mal entenderlos solo acarrea ruina a cualquier civilización. Por esto es muy necesario que existan sanciones duras contra estas actitudes, ya que si las familias ven a sus hijos como propiedad estatal y esperan que los valores se los enseñe la escuela pues ellos están ocupados como para enseñárselos en casa, entonces deben recibir las consecuencias de sus actos, eso también es aprendizaje.
Hay varias razones por las que las sanciones son necesarias y espero aclararlas de manera eficaz.
- Chile no es una dictadura represiva, de hecho, el que puedan manifestarse muchas personas de manera pacífica, tal como lo hizo el pasado fin de semana el movimiento “salvemos las dos vidas”, donde solo marcharon con sus pañuelos y carteles frente a los edificios de gobierno, sin dejar basura a su paso, ni destrozos ni violencia, da muestra de que frente al descontento, el país cuenta con toda la libertad necesaria para hacerlo saber. Libertad de expresión se llama y esta se puede manifestar en la prensa, en cartas a los poderes del estado, en la organización de marchas, en declaraciones públicas y por supuesto en la vida privada. Esto en Chile es una obviedad que ya quisieran países como Nicaragua, Venezuela u otros con serios problemas democráticos. Sin embargo la violencia no es parte de esa libertad, ni es democrática. Esta solo atenta contra la legítima libertad de expresión de quienes disienten de aquellos que vandalizan. Si se les deja sin sanción, estos entenderán la democracia como una licencia para destruir y someter al prójimo a premisas totalitarias. La protección de la democracia exige medidas contra estas prácticas.
- Las vías de comunicación con las autoridades siempre han estado abiertas. Siempre se puede convocar a una rueda de prensa como organización emplazando a las autoridades, también se les puede hacer llegar comunicados oficiales, entregar cartas, pedir citas, etc. La autoridad ha dejado en claro innumerables veces que se puede conversar. Por lo tanto la violencia y la destrucción son innecesarias. Dejar sin sanción estas conductas les da a entender a las nuevas generaciones que los conductos regulares que le permiten avanzar a la sociedad en orden y entendimiento, no tienen más propósito que molestarlos y que la sociedad debe ajustarse a sus antojos. Ya podemos prever qué tipo de país nos espera de no corregir estos vicios.
- La libertad no es una licencia para quebrantar el bienestar del prójimo, por lo tanto, quien atente contra la libertad de otro de crecer en armonía con su sociedad y obtener el mayor provecho de las oportunidades que se le dan, lo que hace en realidad es coartar el progreso social. Nadie tiene derecho de robarle a otro sus oportunidades.
- Cuidar la libertad significa que no habrá tolerancia hacia aquellas conductas que la menoscaben. Si nos comportáramos con los delincuentes de la manera que se pretende nos comportemos con los vándalos estudiantiles, las cárceles estarían vacías, pero no habría seguridad en las calles. El caos se apoderaría de la sociedad que no ponga límites a quienes no entienden la libertad como personal y como bien común en la cual todos pueden cumplir sus sueños ajustándose a la premisa de “sin daños a terceros. Los delincuentes siempre empiezan con delitos menores. Mejor detener esta escalada a tiempo. No son travesuras, es vandalismo. Las reglas nos permiten ejercer nuestra libertad, pues ponen límite a los excesos propios y los de otros que podrían aplastarnos y nos permite coexistir en paz social. Sin reglas no hay libertad.
Lamentablemente esta situación de violencia juvenil nos indica que la institución de la familia parece estar en decadencia. Pero si la sociedad se comporta como una familia, alguien debe hacer el papel de adulto y corregir los desvaríos de los infantes. Eso o será demasiado tarde para nuestra sociedad.