Esta semana, las Fuerzas Militares de Zimbabue decidieron tomar el control sobre varias oficinas de gobierno del país. También se tomaron la cadena nacional de noticias ZBC.
Hasta el momento el Ejército niega la existencia de un golpe de Estado. Sin embargo, Robert Mugabe, líder autocrático del país, permanece bajo arresto domiciliario. Para algunos expertos, no queda duda que el Ejército está desplazando del poder a Mugabe. El Ejército de Zimbabue podría estar poniendo fin a un régimen autoritario que ha estado en el poder durante más de 35 años.
El régimen de Mugabe defiende ideales nacionalistas, revolucionarias y “anti-imperialistas”. Dada su ideología política, diversos gobiernos de izquierda revolucionaria latinoamericana han mostrado su apoyo a Mugabe. Pero las similitudes entre el régimen de Mugabe y el que estableció Hugo Chávez en Venezuela van más allá de meras consignas ideológicas.
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El ascenso al poder de Mugabe
Zimbabue fue una colonia británica desde finales del siglo XIX. En 1961, el país declaró su independencia. Sin embargo, después de la independencia, Zimbabue vivió una cruenta guerra civil que enfrentó a la élite blanca contra las guerrillas nacionalistas que lideraba Mugabe. Las guerrilla recibieron el apoyo de varios países comunistas, en particular la China maoísta. Unos 8.500 civiles perdieron la vida durante esta guerra.
Con promesas de mejores condiciones de vida para la mayoría negra, Mugabe fue electo democráticamente Primer Ministro en 1980. Al igual que Chávez, Mugabe cambió el nombre del país y los símbolos nacionales. Mugabe y sus aliados sustituyeron el nombre Rhodesia, instituido por el magnate y colonialista inglés Cecil Rhodes, por Zimbabue.
Desde su ascenso al poder, Mugabe comenzó a mostrar su rostro autoritario. El líder revolucionario decidió politizar al Ejército y hacerlo una extensión de su partido. Las Fuerzas Armadas del país dedicaron enormes esfuerzos para perseguir a la oposición. Sólo en la región de Matabeleland, el Ejército de Mugabe asesinó a unos 20.000 civiles de la etnia Ndebele. Y es que Matabeleland era un bastión de la oposición al régimen de Mugabe.
Chávez al igual que Mugabe prometió mejores condiciones de vida para sus ciudadanos. No obstante el resultado fue la ruina, la desesperanza y la concentración del poder. Aunque Chávez no realizó matanzas masivas al estilo de Mugabe, sí siguió el camino de Mugabe para politizar las instituciones y concentrar el poder. El Ejército, en ambos casos, se convirtió en la casta revolucionaria del país.
Racismo, hiperinflación y corrupción
Aunque antes de Mugabe la riqueza estaba en manos de los blancos y la participación política estaba restringida a esa minoría, el país era tan rico que el nivel de vida de los ciudadanos era relativamente alto para el contexto africano. Incluso socialistas africanos como el líder de Tanzania Julius Nyerere se referían a Zimbabue como “una joya” de África.
Mugabe, en lugar de crear un sistema económico que permitiese la prosperidad de todos los ciudadanos independientemente de su color, se dedicó a castigar a la minoría blanca. El líder de Zimbabue expropió enormes hectáreas de tierras, industria y hasta las compañías mineras de los blancos y extranjeros. A pesar de asegurar que iba a repartir las tierras entre los campesinos más pobres, Mugabe entregó a sus aliados políticos las tierras confiscadas.
Mientras la economía del país se hundía como consecuencia de su irrespeto a la propiedad privada, Mugabe y sus ministros decidieron subir sus propios salarios en un 200 %. Fue tal el descaro del régimen que Mugabe “ganó” la lotería estatal en el año 2000. De tal manera, Mugabe y sus aliados se enriquecían mientras el resto del país se empobrecía. Tras 20 años con Mugabe en el poder, el país contrajo su producción a la mitad de lo que era antes. Según datos de la ONU, la esperanza de vida del país se recortó 10 años. También el Índice de Desarrollo Humano del país se redujo considerablemente.
En 2004 el país vivió una crisis alimentaria sin precedentes. Zimbabue, nación que se consideraba a sí misma la “canasta de alimentos de África”, empezó a depender de la caridad internacional. Para el 2008 el desempleo alcanzó un 80%. La desastrosa política económica del régimen conllevó a una hiperinflación de 79.600.000.000% en 2009.
La comparación de la situación actual de Venezuela con la de Zimbabue es evidente. El colapso económico traducido en escasez de productos básicos, inflación, pobreza y corrupción son denominadores comunes en Zimbabue y Venezuela.
Un sector de la oposición decide doblegarse
Mugabe no prohibió directamente a la oposición ni acabó nominalmente con los procesos electorales del país. Este tirano africano realizaba elecciones normalmente poco transparentes en las que los líderes opositores resultaban perseguidos y los resultados eran modificados. Al igual que el régimen de Maduro, la autocracia africana intenta aparentar un disfraz democrático.
En el 2008, en el peor momento de la crisis económica, se realizaron elecciones presidenciales en Zimbabue. Encuestas independientes, y la realidad política del país, indicaban que el presidente del país sería el opositor Morgan Tsvangirai. Sin embargo, una Comisión Electoral al servicio de Mugabe anunció que debía haber segunda vuelta. La oposición a Mugabe denunció un presunto fraude y salió a la calle. El régimen utilizó la violencia para contener las manifestaciones.
Dada la falta de transparencia de las instituciones, la oposición decidió no presentarse a la segunda vuelta. Mugabe sería electo presidente con un 85 % de los votos. Gobiernos Occidentales y organizaciones independientes como Human Rights Watch denunciaron fraude electoral.
Parte de los partidos opositores decidieron negociar con el régimen. Es así como un sector de la oposición terminó haciendo una coalición de gobierno con el partido de Mugabe. No sólo eso, parte de la oposición aceptó crear una nueva constitución con Mugabe y su partido. La similitud con la situación venezolana es evidente.
La oposición se vería seriamente damnificada por su coalición con Mugabe. Así, en las elecciones de 2013, Mugabe volvería a ganar la elección. Los líderes opositores, que anteriormente pactaron con el tirano, alegaron fraude.
“Anti-imperialismo” y las relaciones con el chavismo
Dado el carácter anti-Occidental y anti-liberal del régimen de Zimbabue, la autocracia de Mugabe mantuvo una política exterior “anti-imperialista”, buscando tender lazos de amistad con regímenes enemigos del liberalismo. Así, la China maoísta mantuvo relaciones con Mugabe desde que éste era un guerrillero.
Mugabe sostuvo varias reuniones con Hugo Chávez. Desde el 2003, Hugo Chávez comenzó acercamientos con el régimen de Zimbabue. En el 2004, el autócrata de Zimbabue visitó Caracas y ambos firmaron cartas de cooperación. El gobernante venezolano afirmaba que las críticas de Occidente hacia el gobernante africano eran actos de colonialismo. Chávez aplaudía a su aliado africano. Maduro continuó su alianza con la autocracia de Zimbabue. Ambos tiranos coincidieron en la reunión de los Países No Alineados en 2016.
Aunque no hay una declaración oficial en la página del Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela, medios locales informan que Maduro condenó el golpe de Estado contra el tirano de Zimbabue.
La cooperación con el régimen no es la solución
Las ideologías políticas, el estilo de los gobernantes y los resultados de ambas revoluciones hacen pensar en que los venezolanos pueden aprender mucho de Zimbabue. La profundización de la revolución bolivariana traerá más miseria para el país. Sin embargo, eso no detendrá al régimen.
En un contexto de diálogo entre la MUD y el régimen chavista, vale la pena recordar lo qué sucedió en Zimbabue cuando la oposición co-gobernó con el régimen. Un gobierno de coalición entre la oposición y la dictadura de Maduro difícilmente solucionará los problemas del país. Por el contrario, los profundizaría.
Si el objetivo de la MUD es garantizar la continuidad del régimen, deberá aceptar la constituyente chavista y pactar un gobierno de transición. Si por el contrario está interesada en democratizar al país y liberalizar la economía, pactar con el régimen no es una solución acertada.