No es difícil perderse entre la lluvia de ceros con los que nos tiene bombardeada la inclemente e incesante creación de dinero electrónico sin respaldo, debido a la irresponsabilidad monetaria de los ductores de esa política.
Solamente en los últimos doce meses la liquidez ha aumentado Bs 2.345.000.000.000.000, 2.345 billardos diría el Dr. Caldera si hubiera estado presente para observar semejante desastre, o en notación científica, esa que se usa cuando de medir la distancia entre los astros se trata 2.3 por diez a la quince, es decir, con 15 ceros a la derecha de la cifra.
Pero la realidad es terca y no hay como eludirla escondiéndose detrás de retórica ideológica o medidas de intención efectista y resultados ineficaces. No hay como esconder que para la semana del 13 de julio el total de billetes en circulación, medidos a la tasa oficial más asequible, el Dicom remesas de Bs. $2.900.000 por dólar ¡no llega a USD $10.000.000!, y que la liquidez total es tan solo de USD $810 millones. Para poner esa cifra en perspectiva, en julio de 1999 al inicio del experimento del SS21 el dinero en circulación era USD $2.251 millones y el circulante total USD $21.300 millones. Cifras, por cierto, muy similares a las que había en el momento de la última reconversión monetaria, la eliminación de tres ceros en 2007/2008.
Dicho de otra forma, los billetes en circulación, que han descendido un 99,5 % a valor constante en solo diez años, representan tan solo 33 centavos de dólar per cápita y el circulante, que ha descendido un 96 % lo que representa uno bajón per cápita de USD $710 a unos meros USD $27.
No solo es que la economía se ha quedado sin billetes, cosa que está a la vista de cualquier ciudadano que haga el infructuoso peregrinar a los cajeros automáticos, sino que, en términos de valor monetario real, se ha quedado también sin dos terceras parte el circulante que necesitaría para que la economía funcione. Esto último probablemente escapa a la comprensión de quienes siguen empeñados en continuar creando dinero electrónico con abandono. Mientras más dinero crean más rápido se deprecian esos bolívares, y el resultado es que la velocidad de circulación o rotación de ese dinero tiene que incrementarse para suplir su escasez.
Es por eso que los bancos se han visto forzados a limitar las transacciones en puntos de venta a, por ejemplo, una o dos diarias o a unos meros Bs 40 millones (escaso USD $15,00) al día, pues literalmente se están quedando sin dinero. Es decir, no son los bancos, sino la economía se está quedando sin dinero, y el poco que hay tiene que usarse y reusarse a mayor velocidad, colapsando el sistema de pagos. Prueba de que quienes tiene la responsabilidad de remediar esto no entienden lo que pasa es que hayan conminado a la Asociación Bancaria a “incrementar las operaciones de punto de venta al máximo”, lo cual solo contribuye a acelerar el colapso.
El problema es que la economía, que está en una camisa de fuerza cambiaria que ha estrangulado sus medios de pago, necesita revertir de manera urgente esa situación. Pero ¿cuál es la solución? No hay otra alternativa sino permitir que la economía venezolana se conecte directamente con la del resto del mundo por la vía de reabrir sin contemplaciones el mercado cambiario, permitiendo la libre circulación de monedas alternativas al tan depreciado bolívar que oxigenen los medios de pago. Llámese dolarización o caja de conversión o como se quiera, esa decisión tiene que ser contundente, y no puede venir condicionada a la circulación de una cuasicriptomoneda como el mítico petro, pues si no se toma con cierto criterio de premura, al volverse insignificante el circulante, el país corre el riesgo de verse reducido al trueque propio de las economías primitivas.