Incredulidad. Incomprensión absoluta. Nulidad de respuesta. Con esos adjetivos podemos al menos bosquejar una descripción de cómo quedan los extranjeros cuando los argentinos les contamos lo que aquí sucede.
Argentina viene padeciendo la última década una escalada inflacionaria, una retracción de la frontera de producción, una caída de empleos reales e índices oficiales utilizados políticamente a favor del gobierno. La tasa de inflación del 2013 fue superior al 28% (según el promedio de las consultoras privadas, pero se ha llegado a estar en índices de 40% anual) consecuencia de una deliberada política gubernamental de emitir descontroladamente para financiar la fiesta del gasto público.
La solución que encontró el equipo económico fue aplicar precios máximos en una cierta cantidad de productos. Nombraron a esta campaña primero como “Precios Congelados”, y ahora intentan con el eufemismo de “Precios Cuidados”. Esta política económica fue llevada a tal extremo que el miércoles clausuraron los dos primeros supermercados por “incumplimiento” del acuerdo de precios y por “deslealtad comercial”.
“La aplicación de sanciones como el cierre de supermercados por presunta violación a los controles de precios establecidos por el gobierno, tiene efectos nefastos sobre el sector y sobre toda la economía. Son políticas que no se veían en Argentina desde mediados de los años 70s”, reflexiona Carlos Maslatón, abogado financiero y periodista radial.
Iván Cachanosky, analista de la Fundación Libertad y Progreso, cree que es físicamente imposible controlar todos los establecimientos de toda la Argentina: “Están fuera de número, básicamente necesitarían un ejército para poder hacer esa tarea (…) Lo veo inviable totalmente. Lo triste, es el tiempo que pierde toda esa gente supuestamente ‘trabajando’”.
Hace 4 mil años que han implementando los controles de precios y jamás han conseguido el efecto que buscaban. En una sociedad sin el estímulo para producir, donde ahogan la creatividad para nuevos desarrollos emprendedores, sin iniciativa, sin rentabilidad, serán sólo los pseudo-empresarios los que sobrevivan con subsidios a través de acuerdos con sus amigos, los políticos.
“Hace 2000 años los romanos cortaban las cabezas de quienes subían los precios. Pero el gobierno seguía devaluando la moneda (poniendo menos metal en cada una) e inevitablemente los precios seguían subiendo”, explica el Director de Libertad y Progreso Agustín Etchebarne. Sugiere mirar atentamente el vídeo que preparó la Fundación LyP sobre las causas de la inflación.
En relación con los comercios clausurados, Etchebarne continúa explicando: “si logras reducir el precio de un producto, hay menor incentivo a producirlo, y por lo tanto, hay menos gente dispuesta a producirlo y se reduce la producción, y al mismo tiempo, hay más gente dispuesta a consumirlo, y aumenta la demanda. De ese modo, a mediano plazo los precios suben más rápido que los sectores donde no estaban controlados, por más cabezas que hagas rodar”.
Comerciantes avaros y codiciosos
¿Son los empresarios argentinos mas codiciosos que el resto de los empresarios del mundo? Yo creo que no.
Desde el gobierno siempre hablan de acabar con la especulación, con la rentabilidad excesiva de los avaros empresarios. Pero ¿no será, acaso, que los precios suben justamente por las políticas de desinversión consecuencia de una constante demagogia discursiva?.
Henry Hazlitt, economista estadounidense conocido por su libro “La economía en una lección“, escribe que los “precios y beneficios libres elevarán al máximo la producción y remediarán la escasez con mayor rapidez que ningún otro sistema. Los precios y beneficios arbitrariamente fijados sólo pueden prolongar la escasez y reducir no sólo la producción, sino también el número de empleos”.
En Argentina, el gobierno no quiere equilibrar su presupuesto, ni reducir la carga impositiva, ni acabar con el gasto público fiscal. Prefiere imprimir. E imprimir. E imprimir. Gasta por encima de lo que logra recaudar. Y este crédito puesto en circulación no ha sido demandado por el público. El billete de mayor denominación en Argentina ($100) no supera los diez dólares norteamericanos.
Lo que viene
Por un lado deciden clausurar comercios que se encuentran vendiendo productos legales, subestimando el poder del ciudadano de elegir si su dinero vale más que el costo del bien o si prefiere quedarse con el efectivo. Por el otro lado, pareciera estar tomando medidas para palear la inflación quitando pesos de circulación absorbidos por el Banco Central de Argentina (BCRA).
Según Etchebarne, “la absorción de pesos por parte del Central genera el famoso (durante los años previos a la hiperinflación) déficit cuasi-fiscal. Puede tener un efecto de corto plazo y que la inflación del segundo trimestre del año sea bastante inferior al del primer trimestre. El segundo efecto es que la economía va a sentir el ajuste”.
Da la sensación que lo que está ocurriendo es solo emparchar una economía ensangrentada tratando de hacer malabares para por un lado mantener el relato y la identidad del modelo económico kirchnerista, y por el otro lado desinfectar la herida inflacionaria con medidas del Banco Central. Pero la cicatrización de haber perdido diez años de posibilidad de crecimiento y producción real va a doler. Y mucho. El ajuste ya está en pleno proceso y como sucede con toda recuperación implicará tiempo. Especialmente si las medidas para su curación son solo superficiales y no medidas de fondo.