Voy a empezar con una anécdota. Estaba por trabajo en Washington DC y la persona con la que estaba contactada me pasa a buscar en su auto. Como quien respira o hace algo sin notarlo, me subí y automáticamente (casi desesperadamente) bajé los cerrojos del auto manualmente. Eso es lo minimo que hacemos acá cuando nos subimos al automóvil. Mi ex compañero de trabajo me miró incrédulo.
Mirar tres veces antes de entrar al edificio, llamar para que te vayan abriendo el portón del estacionamiento para no quedarse esperando, avisar que llegaste a destino, y hasta andar con gas pimenta en la carta. Así estamos los argentinos. Así vivimos.
Es lógico, entonces, pensar que sucesos como los linchamientos (10 en 12 días) pasen en una sociedad así de sensible.
Los argentinos se despertaron de una gran siesta o quizás, desenchufaron su máquina que los tenía viviendo en la Matrix del populismo kirchnerista. Quién sabe. Ahora todo vecino está dispuesto a unirse y enseñar al delincuente que su crimen será castigado. A patadas, pero será castigado.
¿Justifico yo los linchamientos? No, no lo hago. El ladrón debería ser detenido y ser llevado a un tribunal para que se dicte Justicia. Pero… y aca el “pero” es, lo que en parte, me hace solidarizarme con estos vecinos que buscan obtener aquello que el Estado es incapaz de garantizarles. Y es la ausencia del Estado en material de seguridad.
O dicho de otro modo, es la presencia del Estado en muchas otras áreas que hacen que se desvíe de cumplir efectivamente su verdadero rol: Garantizar justicia y seguridad. No es, por el contrario, organizar conciertos, obras de teatro, espectáculos deportivos, exposiciones de ciencia, financiar una deficitaria aerolínea de bandera, remeras de Evita y muchos otros ridículos gastos más.
La persona víctima de los linchamientos podría ser inocente y su golpiza desproporcionada con el daño. Nos volveríamos un sociedad contagiada por estos eventos y conseguiríamos perder la capacidad de asombro por matarnos entre nosotros.
La verdadera víctima acá es el argentino que está desprotegido. Le quitan más del 50 por ciento de lo que produce según análisis privados y recibe a cambio una palmadita en la espalda y palabras grandilocuentes de sus funcionarios. Pero nada más.
Lo que sucede con los linchamientos no lo justifico pero sí lo entiendo. Mientras los vecinos linchan en un acto desesperado de atención cual niño de 5 años y para defenderse del presunto criminal, el gobierno nacional mira para donde la vista sea más linda.
En números, el presupuesto 2014 prevé un gasto en Servicios de defensa y seguridad de $46.557 millones de pesos en comparación con los $42.269 millones del 2013; esto da una subida de sólo 9.21%, mucho menos a la inflación oficial anual esperada.
Los linchamientos ocurren por que es la única manera que encuentran algunos vecinos de decirle basta a la negligencia de un gobierno que se empecina en igualarnos a todos en la miseria. Los ladrones no son víctimas como nos quieren hacer creer la presidenta, son responsables de sus actos y deben ser sometidos a una justicia independiente.
Acá las únicas victimas somos todos los contribuyentes que nos vemos estafados por un grupito de selectos funcionarios que no hacen más que complicarnos la vida, saquear nuestro sueldo y dejarnos sin justicia, sin defensa y hasta casi sin dignidad.