EnglishAl sur de la frontera es un documental de 78 minutos dirigido y producido por el cineasta estadounidense Oliver Stone. La película, estrenada durante el festival de cine de Venecia en 2009, se centra en la figura del expresidente de Venezuela, Hugo Chávez, y busca retratar la unión de los mandatarios sudamericanos frente al imperialismo mediático, político y económico de Estados Unidos.
El documental comienza reproduciendo fragmentos de canales de televisión como Fox o CNN que por un lado muestran una obvia ignorancia frente a ciertas realidades latinoamericanas (confunden la planta de la coca con cacao y con cocaína), pero la película se aferra a estos casos puntuales para desacreditar el hecho de que luego llamen “dictador” a Hugo Chávez.
El director se entrevista con Cristina y Néstor Kirchner (Argentina), Fernando Lugo (Paraguay), Evo Morales (Bolivia), Ignacio Lula da Silva (Brasil), Raúl Castro (Cuba), Hugo Chávez (Venezuela) y Rafael Correa (Ecuador).
La historia que busca desempolvar Stone es la misma que reproducen todos los medios estatales de los países entrevistados. Nada que pueda llegar a sorprender a los nativos o residentes de estos países.
El hilo conductor del documental es la defensa que hacen estos presidentes del socialismo del siglo XXI, de su denostación de las políticas “neoliberales” y de la injerencia del Fondo Monetario Internacional en la economía de estos países subdesarrollados.
La dicotómica comparación entre los países de la “patria grande” y el imperio del Diablo con olor a azufre (como definió Chávez al expresidente estadounidense George W. Bush) es tan trillada que resulta aburrida.
Las entrevistas que se llevan a cabo durante el documental funcionan como una profecía autocumplida. Las preguntas que Stone hace a los presidentes parecen hechas para que respondan sólo lo que a ellos les conviene responder. No hay lugar a repreguntas ni cuestionamientos picantes en un clima de amabilidad y complicidad, propio de dos personalidades que piensan exactamente lo mismo.
En cuanto al relato ofrecido, muestra una realidad parcial de los hechos al respaldarse solamente en cifras oficiales y repasar imágenes de lugares que parecerían mostrar a América del Sur como la panacea del buen vivir. Hasta la misma Venezuela que se exhibe en el film parece sacada de un performance en el que Chávez actúa como el caudillo latino que soluciona todos los problemas económicos con unas simples instrucciones basadas en meras buenas intenciones.
Es increíble que graben al comandante preguntándole a una mujer dueña de una pequeña finca cuántos litros producen las pocas vacas con las que cuenta, e incentivándola a aumentar esa producción. ¿Sabrá el señor Chávez que si destruye el sistema de precios imponiendo precios máximos a los productos y techos a las ganancias de los empresarios, jamás logrará incentivar la producción de absolutamente nada?
Símbolos de corrupción, la absorción de poder en manos de pocos dirigentes iluminados, corporativismo, inflación, tasas de pobreza e indigencia por fuera de los índices oficiales, todo está ausente en la narración audiovisual. Tampoco parecería importarle ahondar en que fueron justamente políticas de amiguismo corporativista y del endeudamiento público las que hundieron a países como Argentina en la crisis política, social y económica de finales de 2001.
Stone plantea el axioma de que el socialismo del siglo XXI llegó para quedarse en América Latina y que este resurgir de la izquierda latinoamericana fue el resultado de políticas impulsadas por el FMI y dirigentes conservadores. Asimismo, intenta demostrar cómo los detractores de Chávez denostan injustamente la figura del comandante.
Estos líderes retratados en la película han asumido democráticamente —la mayoría de ellos con un abultado margen— durante esta última década, caracterizada por una importante estabilidad institucional en América Latina. Sin embargo, la forma en que aparecen caricaturizados en la cinta llama la atención, y hace pensar que escondieron todos los problemas económicos y sociales debajo del tapete, o quedaron solo fragmentos para el backstage de la película.
En lo que falló, sin embargo, es en unir los puntos del mapa que trazó al principio de la película. Los países que menciona a lo largo de esta cinta que a menudo parece más bien una obra de ficción, son los peores países ranqueados en índices de inflación, salario real, gasto público, corrupción y desempleo.
El director, casi al final, le ruega a Dios terminar con el capitalismo depredador y reemplazarlo por un capitalismo noble, encarnado en la figura de Hugo Chávez. Compara al expresidente venezolano con Fidel Castro, pues ambos buscan acabar con el sistema capitalista que tanto mal ha hecho a sus pueblos. La diferencia es que Chávez [hoy Nicolás Maduro] cuenta con aliados ideológicos.
Ver el documental es como mirar el noticiero del canal público argentino, o cualquier otro medio estatal venezolano, o leer Juventud Rebelde de Cuba. Stone transmite —quizás hasta él mismo se lo cree— una profunda simpatía por los líderes más carismáticos y más autoritarios de toda la región.