Si le faltaba algún condimento extra a la noche del 18 de febrero era la lluvia torrencial. Me encontré casi de casualidad a las 18 con una amiga que trabaja en uno de los rascacielos del centro porteño y juntas caminamos por uno de los caminos que desembocan en la emblemática Plaza de Mayo. Comenzaba una noche histórica, llena de impermeables, paraguas y silencio.
La tarde le hizo enroque a la noche y las columnas de manifestantes provenientes del Congreso comenzaron a llegar a la plaza, entremezclándose con aquellos que ya estaban allí. Nos miramos con mi amiga y nos dimos cuenta que alrededor nuestro no cabía un alfiler. Intentamos abrir un paraguas pero no hubo espacio. Nos quedamos paradas en la calle frente al histórico Cabildo, refugiadas por el techo de otros paraguas y protegidas del viento por otros cuerpos mojados.
Media hora pasó desde que llegamos cuando me encuentro con más gente conocida. “400 mil personas y te vemos acá, me dicen” y me entregan una vela y un vaso de plástico para protegerla.
Me doy vuelta con cuidado de no quemar a nadie, y veo de reojo una señora mayor que me mira esperanzada, también sin paraguas pero con una bolsa de residuos que improvisó para no mojarse tanto. A su costado una pareja con dos hijos amuchados bajo un solo paraguas.
¿Parará de llover?, se inquieta mi amiga. Yo me miro los pies porque ya tenía una laguna dentro de las zapatillas. En eso arranca un mar de cantos de aquellos que caminaban por avenida de mayo rumbo a la Plaza. Era el himno nacional.
“Coronados de Gloria vivamos o juremos con Gloria morir, Oh, juremos con Gloria morir”.
“Este homenaje debe mantener la transición de la muerte de un fiscal de la Nación, el doctor Alberto Nisman. Acompañando el sentimiento de la familia y en respeto a su memoria le pedimos a los cientos de miles, a los cuales agradecemos su presencia en este día de homenaje, le pedimos un minuto de silencio”, rogó minutos antes de cantar el himno, Julio Piumato, secretario general de judiciales.
Esquivando las puntas de los paraguas —que lograron convertirse por momentos en tempestivas armas mortales— nos acercamos a oír las palabras de quien creíamos —luego confirmamos— eran los fiscales convocantes de la marcha. Como no teníamos puntos cardinales para guiarnos y estábamos totalmente desorientadas, nos dejamos arrastrar por el sonido de sus palabras.
Fue una movilización con sed de justicia, un homenaje a Alberto Nisman por tantos años de labor para esclarecer el caso terrorista que sacudió —y aún sacude— a nuestra sociedad. Fue una súplica del pueblo para apagar un incendio de impunidad que tiene hoy más de 20 años.
Ya había pasado más de una hora y media del minuto de silencio solicitado por los organizadores y aún seguíamos ahí. ¿Cuándo irse de una marcha así? No lo sabíamos. Encima seguía llegando gente.
La emoción le ganó por momentos a la bronca. La esperanza, al pesimismo tanguero. Vi un muchacho sonreír en silla de ruedas con la camisa pegada a su cuerpo. Me crucé a periodistas de Infobae y a varios reporteros gráficos buscando esa foto de ciudadanos de pie, cansados de la corrupción y preocupados por su República.
No los ví, pero me confirmaron que compartieron la marcha con los familiares y fiscales numerosos políticos argentinos. Entre ellos, el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y precandidato a Presidente Mauricio Macri; Sergio Massa, líder del frente Renovador y también precandidato a Presidente y la carismática Elisa Carrio, diputada de la Coalición Cívica y un referente de las denuncias contra la corrupción.
El pedido de la ciudadanía fue claro: que la Justicia actúe independientemente del poder Ejecutivo. Y si bien no participó ningún funcionario oficialista, la marcha no pareció ser una marcha opositora sino pro-Argentina, en la cual primó un sentimiento de unión y esperanza.
Me retiré cerca de las 20:30. La temperatura, de casi 30 grados a las 5 de la tarde, era ahora de 16. La lluvia seguía igual y la gente, muy de a poco, se iba retirando por las distintas vías de acceso. Con media cuadra de cola para tomarnos el subte (metro) decidimos volver caminando, bañadas con el agua de la lluvia pero con la satisfacción de saber que el pedido de justicia era impermeable.
La marcha del silencio fue sin duda alguna un grito de “¡justicia!”.