Los socialistas ganaron. Como le sucede a los adictos que deben pasar por diferentes etapas antes de la aceptación, a los liberales nos pasa lo mismo. Debemos aceptar nuestro fracaso. Nos ganó el mito del Che Guevara, los discursos de Fidel Castro y la simpatía de Rafael Correa.
Y sí. Los liberales debemos aceptar que el liberalismo se cayó literalmente del mapa. Nadie sabe ya qué significa realmente ser liberal ni defender los derechos individuales. Los socialistas cantaron victoria de la batalla discursiva y simbólica.
Uno como liberal se agarra la cabeza y se pregunta: ¿cómo puede ser que los socialistas no vean algo tan obvio como las diferencia entre La Habana o Miami? ¿O aquellas que se encuentran entre Corea del Norte y Corea del Sur? ¿No alcanza acaso con la cantidad de balseros que prefieren morir devorados por tiburones, que quedarse un día más en el infierno comunista de Cuba? ¿O los que intentaban cruzar el muro de Berlín por cualquier medio imaginable?
No, no alcanza. No alcanzan los argumentos económicos. No alcanzan los ejemplos empíricos. No alcanzan las cifras duras ni los testimonios de los mejores académicos. El liberalismo necesita apelar al corazón y bajar la abstracción de nuestras palabras al mundo terrenal.
El liberalismo necesita apelar al corazón y bajar la abstracción de nuestras palabras al mundo terrenal
Gloria Álvarez, la politóloga guatemalteca que revolucionó todas las redes sociales con su video sobre el populismo, junto al profesor de filosofía canadiense Stephen Hicks, y 50 empresarios, estudiantes e intelectuales argentinos se reunieron el jueves 25 y viernes 26 para discutir cuál es la importancia de las ideas, en el marco del lanzamiento de la Fundación para la Responsabilidad Intelectual (FRI).
PanAm Post fue testigo de ese taller donde los liberales analizaron su realidad, sus carencias comunicativas, de cara al nuevo desafío: hacer al liberalismo popular.
La idea detrás del evento fue dicha por el profesor Hicks y dice que “la cultura se come a la política en el desayuno”. Por eso es tan importante dar batalla en el campo cultural.
Divididos en cuatro grupos (política, ética, economía y derecho), los presentes discutieron sobre las herramientas para dar a conocer el liberalismo, y sobre las propuestas liberales a cuestiones de política pública.
Entre los puntos destacados del evento, se planteó buscar alianzas con grupos de artistas sobre la importancia de la libertad creativa, a los grupos de violencia contra la mujer (tan en boga ahora en los medios de comunicación), por la importancia de proteger la integridad física y los grupos de minorías (homosexuales, tribus urbanas), por el respeto que promueve el liberalismo a la diversidad, y a la búsqueda de la propia felicidad.
Sobre el seminario, el periodista Luis Rosales dijo: “estamos discutiendo en el salón del Titanic”, en el sentido de que el país se esta yendo a pique y debemos encontrar soluciones pragmáticas.
Pero entre las cuestiones de fondo, los liberales plantearon la pregunta ¿es desde el poder político la única forma de cambiar las ideas? El economista Javier Milei explicó que hoy el relato kirchnerista le gana a la realidad.
El poder de los mitos, los símbolos, las marcas (representaciones sociales) del poder político, el discurso (relato), hoy son las asombrosas herramientas que tienen los socialismo del Siglo XXI para perpetuarse en el poder. No importa que el país esté por el piso, lleno de miseria y escasez, mientras se tenga un enemigo común y un discurso explicativo.
Álvarez dijo que entre las características principales de los caudillos socialistas que gobiernan América Latina están que piensan como Marx, gobiernan como Stalin y viven como Rockefeller.
Entre las características principales de los caudillos socialistas que gobiernan América Latina están que piensan como Marx, gobiernan como Stalin y viven como Rockefeller
Explicó en su conferencia que, a pesar de lo que nos quieren hacer creer los populistas, son ellos los “arrogantes, consumistas, hipócritas y relativizadores de derechos”.
Este socialismo latinoamericano, que nació huérfano, luego de la caída del muro de Berlín en 1989, nos gano la batalla. Pero no la guerra. Aún no.