Argentina es un país en el cual todos los políticos se pelean por ser peronistas. Un país que le hace un monumento al presidente que lo hundió. Una estatua al militar que arruinó la Argentina.
El jueves 8, Mauricio Macri, jefe de Gobierno (como se conoce al intendente de la Capital Federal) y principal candidato opositor para ganar la presidencia en las próximas elecciones del 25 de octubre, inaugurará el primer monumento al polémico expresidente Juan Domingo Perón.
En un acto que se parecerá mucho a un acto de campaña, Macri develará la sonriente estatua de 5 metros de altura y de más de 2,5 toneladas de bronce donada por la Legislatura porteña. Es decir, donada arbitrariamente por todos los habitantes de la ciudad autónoma de Buenos Aires.
La obra se titula “Todos unidos triunfaremos”, una estrofa de la reconocida marcha peronista, una canción que identifica a esta doctrina. La figura de Perón está sobre tres escalones que simbolizan las tres presidencias constitucionales y sobre un pedestal que tiene en sus costados el escudo argentino e imágenes de los trabajadores que simbólicamente sostienen al líder.
Analicemos brevemente cómo puede ser que Perón genere sentimientos tan encontrados. ¿Fue un líder de los trabajadores argentinos?
Perón: Un verdadero populista
Sin lugar a dudas, “El Pocho”, como se lo conocía, sabía que para dominar a los obreros había que dirigirlos con el corazón. Para él, la justicia social era el equilibrio perfecto entre el capital y el trabajo.
En su primera presidencia (1946–1952) Perón inauguraba algo que luego se convertiría en su marca registrada: el Estado como parte y garante de los derechos de los trabajadores, disponiendo aumentos de salarios, vacaciones pagadas y el otorgamiento del aguinaldo a todos los empleados de comercio y la industria.
Durante los primeros años de su primer presidencia, fueron tiempos felices.
Estaba claro que el presidente Perón iba a mantener este nuevo rol del Estado, la redistribución del ingreso y la bandera de la justicia social.
Dispuso a Miguel Miranda como ministro y creó lo que se denominó el primer Plan Quinquenal. Se estableció el IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio) para monopolizar (y entorpecer) el comercio exterior y se compraron los ferrocarriles, las empresas de transporte urbano, las empresas de energía y los teléfonos.
Eran tiempos de posguerra, con una Europa destruida y con sus economías devastadas. Esto, junto a todos los beneficios que recibió la clase trabajadora, generaba en el país una suerte de euforia y sentimiento de que andábamos bien y por el camino correcto. Este era el rol del Estado que preponderaba en el establishment mundial. Un Estado presente, de bienestar. Los tiempos de libertad de mercado de las primeras décadas del siglo pasado, a los que se le había atribuido el crack del año 1929 y el subsecuente ascenso del fascismo y el nacionalsocialismo, mutaron por intervención estatal en casi toda la economía, estrepitoso aumento del gasto publico y redistribución de la riqueza.
Sin embargo, destaco los altos grados de corrupción que se daban principalmente por el tráfico de favores e influencias de Perón y de su esposa, Eva Duarte. El control de la prensa también estaba a la orden del día, manejada principalmente por el control en las cuotas de la importación de papel. Solo los diarios oficialistas pro-peronistas (agrupados en la cadena ALEA) recibían incesantes cuotas de papel, mientras que gran parte de la prensa independiente se vio obligada a cerrar sus puertas. También se prohibió cobrar publicidad en radios opositoras por cualquier contravención que cometían.
Continuando con la consolidación del poder y la eliminación de contrincantes políticos, profundizaron la identificación total entre el Estado, el partido, y el pueblo, dada por la Ley 13.529 que decía que la doctrina peronista era la doctrina nacional. Con esto se creó un registro de todos los opositores al régimen y con la obligación de todo ciudadano de denunciar opositores.
Pero los tiempos felices se diluyeron y ya en 1952, la situación económica seguía deteriorándose: había una balanza comercial desfavorable, se encarecían las importaciones y el campo se vio afectado por la sequía y por la estatización del comercio exterior. Se acababa la fiesta del gasto público sin consecuencias.
Para entender el aumento en el gasto público (cuyo pico fue en 1948) es necesario entender el nuevo rol del Estado en la sociedad. Este es un estado interventor en la vida y problemas de sus ciudadanos. Implicó una reforma comercial y financiera y asumir un rol en el contexto social.
Los tres grandes pilares del peronismo fueron justicia social, independencia económica y soberanía política.
Sus políticas populistas, sostenidas también en el resto de sus presidencias, podrían sintetizarse en la frase del economista Adolfo Canitrot: “Más allá de quienes sostienen que las causas del mismo se encuentran en la acción deliberada de grupos de intereses que reaccionan ante la pérdida de sus prerrogativas económicas y de poder, las causas del fracaso se encuentran en las propias características de esas experiencias que engendran al ponerse en marcha, los elementos objetivos que han de ponerle fin”.
Perón es sinónimo de una fuerte redistribución de la riqueza a través del incremento de salarios nominales y una política de congelamiento de precios, corrupción, tráfico de favores, autoritarismo, idolatría a su persona, centralización de la economía y escasez de libertad de expresión.
El populismo y la decadencia argentina tendrán, entonces, su monumento personificado en la figura de Perón.