EnglishLas históricas elecciones del pasado domingo en Guatemala han creado en el país un panorama político radicalmente nuevo. He aquí algunas conclusiones preliminares que nos atrevemos a apuntar, sin conocer aún los resultados definitivos:
- El pueblo votó; no hizo caso a quienes, desde la izquierda y a veces desde la derecha, querían imponerle un Gobierno de transición encabezado por notables, que tendría como misión cambiar lo que ambiguamente llaman “el sistema”. Fracasó la consigna en estas condiciones no queremos elecciones, pues más del 70% de la ciudadanía concurrió a las urnas, el porcentaje más elevado en la historia del país.
Fracasaron los llamados a votar en blanco o anular el voto y las previsiones que en ese sentido hacían sectores interesados o mal informados: apenas el 9% emitió votos no válidos –en blanco o nulos–, y este porcentaje en la capital bajó a un mínimo histórico, con un 2,4%. La ciudadanía entendió que no podía dejar en manos de pequeños grupos el destino del país y se volcó a las urnas para cambiar con su voto este sistema que tanto se critica. - Y el pueblo votó concientemente, haciendo sufrir una humillante derrota a Manuel Baldizón, el candidato populista que gastó millones, que viajaba en helicópteros glamorosos y con su prepotencia se creía ganador, casi como si le correspondiera por derecho obtener la presidencia. Baldizón, según datos provisionales, ha caído al tercer lugar, muy cerca de Sandra Torres, otra candidata demagógica cuyo programa, básicamente, es el de continuar las dádivas que entregaba cuando fue primera dama entre 2008 y 2012.
El rechazo a estos candidatos, que obtienen un 19-20% de la votación, se debe a que están asociados a la corrupción rampante en el país, la misma que ha producido el enjuiciamiento del presidente Otto Pérez Molina, quien tuvo que renunciar al cargo apenas 4 días antes de las elecciones.
El apoyo que le diera Baldizón a Pérez y la intensa campaña que contra él se desarrolló en las redes sociales lo han llevado a este aplastante fracaso. De nada le valió el supuesto apoyo que le darían las áreas rurales, a las que cortejó con dádivas de todo tipo, pues no existen dos Guatemalas –una urbana y culta y otra rural y atrasada, sino una sola ciudadanía deseosa de cambios dentro de la legalidad. - Victorioso resultó Jimmy Morales, un actor al que la población valoró como alguien por completo ajeno a las redes de complicidades de la corrupción y de la vieja política. Con 14 candidatos que conformaban una oferta muy variada Morales obtuvo 24%, una cifra relativamente baja, pero que lo sitúa como firme aspirante a la presidencia: es casi seguro que pueda vencer con cierta facilidad a Torres en la segunda vuelta, pues muchos de quienes no lo votaron se oponen también a la vieja manera de hacer política. Cabe destacar que la izquierda heredera de la guerrilla, dentro de este polícromo panorama, se alzó con apenas 2% de los votos.
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Se abre ahora un período de reacomodos y de alianzas con vistas a la segunda vuelta, a realizarse el 25 de octubre. Los grupos de izquierda que apenas comienzan a asimilar su derrota, tratarán de presionar al nuevo presidente, Alejandro Maldonado Aguirre, para que en los cuatro meses que restan hasta la asunción del nuevo Gobierno se ejecute su programa de cambios.
Pero los cambios que proponen no son los que el electorado desea y el movimiento social que ha llevado a la renuncia y enjuiciamiento del Gobierno anterior impedirá que se pase por alto la voluntad que han manifestado en las urnas. Guatemala no quiere que su destino escape de sus manos.
Guatemala ha cambiado y, por la forma madura en que lo ha hecho, se ha convertido en el punto de referencia para una América Latina que también desea combatir los males de la corrupción, el descontrolado gasto público y el rampante populismo.