Todos conocemos la imagen de abuelo bonachón —y sobre todo pobre— que el presidente uruguayo José “Pepe” Mujica ha querido transmitir: Cuenta entre sus únicas posesiones un rancho donde vive con su esposa y un “Fusca” del año 1987, ya que se rehúsa a vivir en la mansión presidencial y a manejar el vehículo oficial. Suele andar en sandalias y dice odiar los trajes. Es considerado el presidente más pobre del mundo (bueno, ya no).
Ahora España está encantada con Mujica. Fue el protagonista del programa “Salvados” del canal de televisión La Sexta, donde dio declaraciones que lo catapultaron como trending topic de Twitter. La entrevista produjo 100.000 tuits con el hashtag #unPresidenteDiferente con los que los españoles, a la par que lo alababan, denunciaban la decadencia de la casta política española. Paradójicamente, Mujica fue celebrado por su crítica a la supuesta austeridad del gobierno español, dejando aún más en la nebulosa qué es lo que los europeos ven en él.
Si bien la austeridad en el manejo de los fondos públicos es algo digno de celebrar, ni en España ni en Uruguay esa es una realidad de sus gobiernos, más allá de los ahorros que Mujica pueda lograr regalando el 90% de su salario de US$12.500 a programas sociales. En contraste, los altos impuestos, el apoyo a gobiernos totalitarios, la persecución a la prensa y el decadente estado de la capital, Montevideo, pintan otra realidad, como lo describe Hana Fischer en un reciente artículo para PanAm Post, en el que argumenta que el mundo desrrollado ve en Mujica la encarnación del mito del “buen salvaje”:
Lo que esos admiradores del “buen salvaje” parecen obviar son las consecuencias para la vida en común que derivan de la apología de ese estilo de vida. Por ejemplo, el Frente Amplio, que es el partido oficialista, gobierna Montevideo, la capital de Uruguay, desde hace 25 años. En ese lapso el deterioro de la ciudad ha sido impresionante. La falta de higiene en calles y veredas es notoria. En varios sitios están proliferando las moscas y las ratas. Recientemente, las toneladas de basura que tapan las calles han llevado a que el Ministerio de Salud Pública declarara la alerta sanitaria.
Lo que necesitan tanto Uruguay como España es una real reducción de los gastos estatales e impuestos que afectan a todo el sector productivo, no un márketing presidencial costoso en términos de postergación de la austeridad necesaria.