El jueves pasado se enfrentaron el presidente Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga del Centro Democrático en un debate televisivo.
Finalmente, a una semana del ballotage, los candidatos parecían debatir propuestas concretas y presentar soluciones a los problemas de Colombia en lugar del bochornoso show de descalificaciones que caracterizó a la primera vuelta.
A pesar de encuestas que muestran un desinterés creciente por el tema de las FARC, los candidatos se centraron en ese tema durante el debate. Sabemos, como explicó contundentemente Daniel Raisbeck para PanAm Post, que el éxito de la solución a las FARC no pasa por elegir a Santos o a Zuluaga, sino por terminar con la guerra contra las drogas que alimenta a la guerrilla.
Pero otro aspecto poco ahondado del debate es la relación que tendrá el nuevo mandatario con Venezuela. A diferencia de su antecesor Álvaro Uribe, es conocido el acercamiento que protagonizó Juan Manuel Santos con el gobierno de Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
Al ser cuestionado sobre ello el jueves, Santos se excusó diciendo que como presidente de Colombia no podía asumir otra postura que no sea la de conciliación con un país vecino. Por su parte, Zuluaga, candidato conservador del uribismo, fue tajante al decir que él no adoptaría ningún silencio cómplice ante las violaciones de derechos humanos en Venezuela.
Queda por verse si una victoria de Zuluaga realmente daría un vuelco radical en las relaciones diplomáticas de Colombia con Venezuela. Se creía lo mismo de Santos, quien fuera ministro de Defensa de Uribe y otrora crítico de la consolidación chavista en Venezuela. Pero resulta alentador pensar en que Maduro pierda un importante aliado y no pueda seguir impune en la esfera internacional ejerciendo una dictadura de facto.