EnglishEl abogado y politólogo Alberto Mansueti no tiene pelos en la lengua. Tanto es así, que no se lleva bien con muchos de quienes uno pensaría son sus aliados naturales —muchos liberales lo consideran más bien un conservador. Argumenta que es necesario refundar un “liberalismo cristiano” y combate lo que denomina marxismo cultural, presuntamente latente en movimientos indigenistas o por el matrimonio homosexual.
Mansueti prefiere dejar de lado la discusión académica o el análisis de coyuntura — para eso están los “liberales opinadores”, dice — y concentrarse en la acción política, un ámbito donde el movimiento ha tenido poco éxito. PanAm Post lo entrevistó para conocer su particular proyecto.
¿En qué consiste su proyecto de un movimiento liberal para América Latina?
Es la propuesta de las cinco reformas que llevan adelante varias personas en el Centro para el Liberalismo Clásico de Ameríca Latina. Tenemos presencia en distintos países pero donde vamos más adelantados es en Perú.
Las reformas abarcan los ámbitos de la: 1) política; 2) economía; 3) educación; 4) atención médica; y 5) jubilaciones y pensiones.
A su vez, se fundamentan en tres pilares del liberalismo clásico: el principio de Gobierno limitado es el fundamento de la reforma política. El principio de mercados libres da lugar a la segunda reforma, que también abarca moneda, banca y finanzas. El tercer principio, el de la propiedad privada, fundamenta las tres últimas reformas que llamamos “sociales”.
¿Pretenden formar alianzas con algún partido?
Ningún partido está dispuesto a tomar la bandera del liberalismo clásico. Por eso en muchos países estamos construyéndolos: en Perú (Perú Nuevo), Venezuela (Partido Liberal Devolucionario, sic) y Cuba (Partido Revolucionario Cubano).
Tenemos dos grandes avenidas estratégicas. Por un lado, construir partidos desde la nada, alrededor de este proyecto de las cinco reformas, que son muy atractivas para la gente. Cuando uno se reúne en casas de familia, en el interior, en las universidades, o en algunos sindicatos donde nos dejan entrar, y uno empieza a explicarlas y cuáles son las ventajas y quiénes serían los perjudicados (los que ahora mandan y están enchufados en el poder) uno encuentra mucho apoyo. No es necesario dar demasiadas explicaciones de carácter académico.
La segunda es infiltrarnos abiertamente en partidos existentes que no son liberales pero donde nuestros núcleos van dando a conocer las cinco reformas. En el partido de María Corina Machado, Vente Venezuela, que no es liberal para nada, hay gente nuestra. También en el partido Centro Democrático de Álvaro Uribe en Colombia.
Ya hubo intentos fallidos en América Latina de crear partidos liberales y libertarios. ¿Cómo piensan ustedes triunfar allí donde otros ya han fallado?
Pensamos que les ha faltado concretar lo que ellos llaman “el romántico ideario de la libertad en un programa político. Que le expliquen a la gente qué es lo que van a hacer siendo Gobierno. Ahí está la brecha en la comunicación. La gente cree que nosotros somos unos desalmados que vamos a botar obreros y rebajar el sueldo a todo el mundo. Para colmo hubo las desgraciadas experiencias mal llamadas neoliberales, de los años 90, que tenían muy poco de liberalismo y mucho de mercantilismo.
La gente cree que nosotros somos unos desalmados que vamos a botar obreros y rebajar el sueldo a todo el mundo
Es una barrera de comunicación que hay que despejar, y nosotros lo estamos haciendo: mostrándole a la gente lo que vamos a hacer.
Nosotros copiamos un poco de las cuatro modernizaciones de China de Zhou Enlai que a partir de los años 80 empezó a caminar con pasos más firmes. Es importante recalcar que nuestras reformas son cinco porque son las preocupaciones que siempre aparecen de primeras en las encuestas serias y científicas. No las sacamos de las galeras, tienen muchos años de estudios detrás.
Son las que aparecen en este orden de prioridad: criminalidad, sueldo y desempleo, educación de mala calidad y cara, atención médica cara y mala, y por último las jubilaciones y pensiones. Los sociólogos identifican rápidamente esto con la pirámide de Abraham Maslow.
Nuestro plan entonces se dirige a estas cinco preocupaciones en ese mismo orden de prelación y es por eso es que hace eco en la población.
¿Cuál es la estrategia en países con una abierta represión hacia las ideas liberales o donde la cultura no es receptiva, como Cuba o Venezuela?
Nosotros partimos de la base, fundamentada en mucho estudio, que todos los países latinoamericanos son muy parecidos en cuanto a los problemas y soluciones. La izquierda ha engañado a todos desde hace 50 o 60 años con el cuento de que cada país es atípico, único e irrepetible. Entonces cuando uno habla de liberalismo, ellos dicen “¡aquí, el libre mercado, no! ¡Este país es distinto!” como un pretexto para que no haya políticas liberales. Sin embargo, cuando suben al poder, nos encajan la misma receta socialista que aplican en todos los países: en Cuba, Venezuela, Brasil, Argentina.
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Es un cuento del Foro de Sao Paulo, fundado por Lula da Silva a comienzos de los años 90, cuando los alemanes derribaron el muro de Berlín y colapsó el imperio soviético en Moscú. En ese sentido son inteligentes los izquierdistas, proyectan a largo plazo. No son inmediatistas. Lamentablemente, su plan a largo plazo es el que está dando frutos ahora.
Eso es lo que estamos haciendo nosotros también, un plan a mediano y largo plazo.
Hay diferencias de un país a otro en la medida en que han dejado avanzar al socialismo: por un lado Cuba y otros países en vía de destrucción como Venezuela y le siguen de cerca Brasil y Argentina; luego están aquellos que no han permitido tal avance (Chile, Perú, Bolivia).
En los países donde se les ha hecho retroceder, como en Nicaragua y Chile, por los errores de lo que llamamos “la derecha mala”, mercantilista, autoritaria y violenta, a veces fuertemente antiliberal (Argentina), el socialismo ha vuelto a recuperar con creces el terreno perdido en los años 90.
¿Cómo buscan atraer a los jóvenes, teniendo en cuenta que descreen en la política y buscan alternativas en fundaciones o movimientos universitarios, como Estudiantes por la Libertad?
Allí hay una cuestión ideológica. Los de Estudiantes por la Libertad no son liberales clásicos; son, como muy bien dicen ellos, libertarios. Primos pero no iguales.
Los libertarios tienen su camino. Nosotros los liberales clásicos vamos muy bien con las cinco reformas para atraer a los jóvenes, porque el orden de prioridad de los problemas que responde sigue el ciclo de vida de la gente.
Hemos cerrado la brecha entre Mises y Hayek por allá arriba y la gente.
La razón por las que insistimos mucho en que la primera reforma sea poner al Estado en su lugar y reforzar la seguridad es porque la criminalidad afecta a todos, jóvenes o no. Es lo que no ven los anarquistas y libertarios.
La segunda reforma aborda el sustento de uno. ¿Tienes empleo? ¿Te alcanza el sueldo? ¿Puedes hacer empresa? Lo económico afecta también a los jóvenes profesionales que entran al mercado de trabajo y muchas veces sufren el embate de las recesiones y crisis con mayor fuerza que las personas más acomodadas en la vida.
La tercera reforma apunta a la educación, donde la juventud es la que más sufre cuando hay problemas allí. Los problemas de salud nos afectan más a los mayores, pero también los jóvenes tienen hijos. En cuanto a la quinta reforma, ningún joven está pensando en jubilarse, pero tienen a su padre, o abuelo, a los que tal vez deben mantener porque la jubilación no alcanza.
Entonces el más grande secreto de nuestro éxito es que hemos logrado bajar las ideas liberales, aterrizarlas, y que se conecten con los problemas reales de la gente, tal cual los expresan en las encuestas. Hemos cerrado la brecha entre Mises y Hayek por allá arriba y la gente.
Parte de nuestro éxito en Perú y Venezuela es que estamos revirtiendo la tendencia de los últimos 100 años de que el socialismo haya capturado a la gran masa de católicos y evangélicos. La diferencia entre el socialismo del siglo XX y del siglo XXI es que el primero era militantemente ateo y el último se arropa con cobijas religiosas, cristianas o no cristianas.
Las cinco reformas no atienden problemas creados por el marxismo cultural: el matrimonio gay y todo eso. Vamos al desempleo, a los problemas de la educación, a la falta de atención en los hospitales. Puede interesar a los homosexuales, pero ¿cuántos son los homosexuales en relación a la población total? Y no a todos, porque a los homosexuales de verdad no les interesa mucho casarse.
Nosotros a esos problemas no les prestamos atención. Sí tenemos nuestra posición, que es la desestatización del matrimonio. Debe ser reprivatizado. El tema no es prioritario para nosotros, a diferencia de los cristianos integristas y los “gaycistas políticos”.