Cuando a primera hora de la mañana, Juan Guaidó y su jefe Leopoldo López aparecieron vía redes sociales, anunciando la primera insurrección 2.0 en la historia de Venezuela, Radio Caracas Radio se preparaba para salir al aire en vivo como todos los días con el programa de Chuo Torrealba. Desde ese primer instante, la emisora del grupo 1BC fue el único medio venezolano en señal abierta en decirle al país lo que estaba ocurriendo, a esas horas de la mañana, en el distribuidor Altamira, frente a la base militar Francisco de Miranda, en La Carlota, Caracas.
Con testimonios de quienes allí estaban, repitiendo una y otra vez las palabras del presidente encargado en su arenga insurreccional, la emisora pionera de la radiodifusión comercial venezolana hizo lo que debía: informar.
Y a esa hora, nos activamos todos los que hacemos vida en la emisora. En mi caso, con ventaja de seis horas por delante del huso horario de Venezuela, me puse a disposición de la trasmisión especial que se hizo, desde ese instante. Y se asumió el reto informativo del día: entrevistar a los protagonistas del hecho, en el lugar de los hechos.
Así, cuando empiezan a llegar los diputados a la zona, en apoyo al movimiento insurreccional supuesto, se les empezó a llamar uno por uno. Se les permitía hablar con plena libertad de lo que allí estaba pasando, de los fines de lo que hacían y de las intenciones que tenían. En medio de la labor, fue Pedro García Otero quien le pidió a la diputada Mariela Magallanes, presente en el sitio y quien conversaba con el periodista en vivo, que preguntara al presidente encargado insurrecto si podía hablar con la emisora.
El señor Guaidó se negó. ¿Atendía a alguien más? No. Simplemente le dijeron que lo querían entrevistar de Radio Caracas Radio y negó con la cabeza. En vivo y directo, los oyentes pudieron escuchar a la diputada dando excusas “el presidente en este momento no puede”.
¿A qué se debió la negativa? No sabemos. Ya el día 9 de enero del mismo año, el presidente encargado había dejado embarcados a Nehomar Hernández y este servidor, en el programa Y así nos va. Hasta quince minutos después de empezado el programa, vía telefónica, Guaidó confirmó su asistencia, que finalmente no se concretó.
Al parecer, algo no le gustaba al presidente encargado de la emisora. Quizás lo mismo que le molesta al presidente usurpador: la libertad que se ejerce en este medio.
Por supuesto, el señor Guaidó quería mucho a la emisora cuando se le pidió sustituir a José Manuel Olivares al frente del programa “Hoy no es un día cualquiera” junto a Marisela Castillo Apitz. Su partido tampoco dijo que no cuando se le dio un espacio fijo, un día a la semana a las 13:00 para que cualquiera de sus voceros, con completa libertad, hable al país del tema que considere. La misma deferencia, por cierto, se tuvo con los demás partidos de la oposición. Algunos lo aceptaron otros no. Pero la emisora fue capaz de eso, para permitir a los voceros partidistas decirle al público sus puntos de vista.
Así, la emisora puede tener un mismo día, al aire en vivo y sin ningún tipo de veto a Chuo Torrealba, Pedro García Otero, María Alejandra Trujillo, Diego Bautista Urbaneja, María Corina Machado, Stalin González, Henrique Capriles, Daniel Lara Farías y Nehomar Hernández, cada quien en sus posiciones.
En ningún medio de Venezuela pasa eso.
Una extraña señal
Si la intención era llevar el mensaje a la mayor cantidad de gente posible, porque el llamado era para que la gente saliera a la calle y para que los militares salieran de sus cuarteles, es lógico que se usaran todos los medios. Pero lo más lógico era que se entendiera que el mensaje vía Periscope, Whatsapp, Instagram y Youtube, llegaría a todo el planeta, menos a la Venezuela sometida al bloqueo informativo y de internet por parte del régimen. Y así fue. A las cinco horas posteriores al levantamiento leopoldista, el otro lado de la ciudad de Caracas a duras penas se había enterado de lo que ocurría en el este de la ciudad porque una sola emisora, en señal abierta, lo informaba.
No contaron los maravillosos estrategas políticos del interinato con ese detalle. Si a primera hora de la mañana, cuando se les llamó por teléfono, Guaidó usaba los micrófonos abiertos de RCR para hacer su llamado, lo habrían escuchado menos de los que lo escucharon por las redes sociales, pero con la diferencia de que quienes lo escucharían en la radio estaban en Venezuela, en Caracas, a pocos kilómetros de donde se encontraba él haciendo su llamado insurreccional.
Obviamente, estos golpistas millenials están muy lejos en conocimiento, arrojo, astucia y audacia de los golpistas de otros tiempos. Asegurarse los medios de comunicación fue clave para los golpistas del 45. Por salir a tiempo en los medios se salvó CAP. Por salir en los medios a “asumir” la derrota, nació el fenómeno del “por ahora” de Chávez.
Pero eso no estaba en los planes de ese fenómeno de la naturaleza que es Leopoldo López, que se leyó El Principito creyendo que leía a Maquiavelo.
Esa situación, esa negativa a salir al aire por la emisora que trasmitía en señal abierta, privilegiando salir en canales internacionales que no se veían en Venezuela, era un síntoma grave de lo que estaba sucediendo. Era una señal elocuente de las graves fallas de concepción estratégica del momento, de alguna manera normales en Leopoldo, el eterno fallido. Para mí, desde ese momento, todo estuvo claro.
Fracaso cantado
Ya a media mañana, el interino insurgente aceptó conversar vía telefónica con la emisora. La entrevista, que no duró más de diez minutos fue conducida por María Alejandra Trujillo conectada vía Skype desde Bogotá. Una entrevista informativa, donde el señor Guaidó respondió las preguntas que se le hicieron y nada más. No hubo arenga, no hubo más nada que una entrevista. La señal evidente era de derrota, obviamente, pero también de incapacidad de entender la oportunidad de estar hablando en señal abierta.
Había otra derrota en proceso. La del periodismo. Ilustres comunicadores de otras emisoras en señal abierta callaron. No dijeron lo que ocurría. Y no se les pedía unirse a ningún tipo de llamados (cosa que RCR tampoco hizo), no. Se les pedía cumplir con el rol del periodista: informar.
No lo hicieron. Y cuando hablaron del tema, lo hicieron desde la perspectiva del régimen, asumiendo la línea. Ni un milímetro más allá.
El día pasó y la noticia llegó: el DGCIM y CONATEL se presentaron en las instalaciones de Radio Caracas y entregaron una comunicación a través de la cual le ordenaron a la emisora salir del aire, en señal abierta.
Y así fue. La única emisora que informó ese día a los venezolanos sobre lo que ocurría, permitiendo enterarse a quienes estaban dentro del país de los hechos de la jornada, cayó. Parcialmente, debe decirse, pues la emisora no ha dejado de trasmitir vía Youtube. Con la misma fuerza y el mismo equipo. Pero cayó la emisora y no cayó Maduro. Y aquí seguimos.
Epitafio
Allí, en el distribuidor Altamira, yacen las últimas esperanzas de quienes creían que era posibles salir del régimen de la mano de Juan Guaidó.
Imposible confiar en algo en las manos de Guaidó si este no suelta la mano de Leopoldo. Imposible creer que llegarán a algo si no han sido capaces siquiera de organizar un partido impermeable a delaciones e infiltraciones.
Esa fue la última avanzada de ese gobierno interino. A partir de ese momento, camina muerto, y lo creen vivo. Quedó solo en manos de Estados Unidos la acción contra el régimen chavista. Y quedaron allí, simulando que se oponen, esos opositores falsarios y prostibularios, capaces de mentir una y otra vez y botar el juego de forma interminable frente a todos, y hacerlo sin siquiera pedirle disculpas al país.
Porque no han hecho un mea culpa. Para ellos, la culpa es del régimen por no haberse dejado tumbar. La culpa no es de ellos por haber confiado en criminales para dar un golpe a los secuaces de los criminales. No. La culpa es de cualquiera, menos de ellos.
En todo caso, Radio Caracas Radio, caída de la señal abierta ese día por acción ilegal de ese régimen, sigue allí. Haciendo lo mismo con la misma fuerza. Y con un orgullo adicional: viendo cómo aún ninguno de esos medios en manos de extraños empresarios de medios y anodinos periodistas reyes de la objetividad, han dicho que la primera emisora comercial del país fue cerrada por acción ilegal del régimen.
Sería una afrenta recibir solidaridad de pusilánimes, corruptos y vendidos. Sin duda.
Maduro sigue allí. Pero Radio Caracas también.