EnglishCasi seis meses después de que el 52% de los británicos decidieron abandonar la Unión Europea (UE) el 23 de junio, muchos consideran que el Brexit fue el evento que desencadenó una rebelión internacional en contra de una élite progresista global, del todo alejada de la ciudadanía y afianzada en el poder con el único fin de avanzar sus propios intereses. Las réplicas del Brexit se sintieron en las elecciones de Estados Unidos, en el referendo italiano e inclusive en Colombia. La humillante derrota de Juan Manuel Santos en el plebiscito del 2 de octubre, cuando una mayoría de votantes rechazó su acuerdo con las FARC, fue el “Brexit colombiano” según distintos observadores.
¿Cuáles fueron los paralelos exactos entre el Brexit y la victoria del No en Colombia? La respuesta depende, por supuesto, de las fuentes que uno elige para obtener su información.
Colombia’s Brexit moment as politicians misjudge popular anger at Farc amnesty https://t.co/FnAZdtAH2r
— The Guardian (@guardian) October 3, 2016
Historia de dos referendos
En Colombia, tal como en el resto de Latinoamérica, la cobertura internacional de los principales medios de comunicación como El Tiempo, El Espectador y la Revista Semana consiste sobre todo en repetir lo que publican quienes ellos consideran sus equivalentes primer mundistas: The Guardian, The New York Times, The Washington Post, The Financial Times, The Economist. Fue apenas natural, por lo tanto, que los medios colombianos hayan retratado al Brexit como el triunfo indiscutible del racismo, la xenofobia y la ignorancia sobre la decencia y la civilización misma.
Como predicaba un titular de El Espectador del 29 de junio, “El Brexit es también el producto de un profundo racismo en Europa”. Esta fue una mera reflexión de la línea editorial de la prensa progresista anglosajona. Según The Daily Beast, el Brexit fue un acto detestable de insularidad e incultura que introdujo “el auge de la odiosa Pequeña Inglaterra”. “Brexit y los viejos rabiosos de Europa”, se tituló una columna del New York Times. Expresando toda su admiración por el populacho, una bloggera del Washington Post inclusive sugirió que “el Brexit nos recuerda que algunos asuntos simplemente no deberían decidirse con referendos”.
Daniel Hannan, miembro del Parlamento Europeo por el Partido Conservador británico desde 1999, visitó Bogotá la semana pasada para presentar una visión del Brexit del todo distinta. Hannan es el opuesto del “pequeño inglés” que tanto caricaturiza la prensa; habla español y francés perfectamente, y su visión del Brexit es tanto optimista como global. Como Lord Borwick, un miembro de la Cámara de los Lores, Hannan se concentra en las oportunidades que tendrá Reino Unido a nivel mundial tras independizarse de la burocracia de la UE.
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Según Hannan, la nueva libertad de Gran Bretaña es “potencialmente lo mejor que haya pasado para revitalizar el comercio global”, especialmente porque el volumen total del comercio mundial se ha estancado, mientras que los principios del libre intercambio se ven amenazados hasta en Estados Unidos.
Aunque Hannan no anticipó el auge del proteccionismo norteamericano que Donald Trump explotó tan hábilmente, sí ha luchado a favor del Brexit desde mucho antes de que el término existiera. Según el periodista Sam Knight del Guardian, Hannan no sólo fue un líder de la campaña para retirar al Reino Unido de la Unión Europea, sino que es “el hombre que nos trajo el Brexit”.
Knight explica que, durante los largos años en que Gran Bretaña estuvo inmersa en la estructura europea, sólo hubo una pequeña parte del Partido Conservador que, de manera esotérica, trabajó para llevar a cabo lo que vino a llamarse el Brexit:
Era una secta de euroescépticos convencidos que planearon y soñaron con este momento durante los últimos 25 años. La mayoría no tenía otros objetivos en mente, y laboraba sin recompensa y sin señal alguna de que en algún momento triunfaría su causa…
Y nadie en ese grupo trabajó con más devoción que Daniel Hannan… Desde los 19 años (Hannan hoy tiene 45), ha luchado por lo que él llama la independencia británica, agitando, protestando, formulando estrategias, escribiendo libros, redactando discursos y pronunciándolos sin recurrir a notas…
Es posible que Hannan haya contribuido más a las ideas, argumentos y tácticas del movimiento euroescéptico que cualquier otro individuo.
La lucha fue difícil y trajo una larga serie de derrotas antes de la victoria final e inesperada. En el 2008 y 2009, la UE debatía la implementación del Tratado de Lisboa, el cual aceleraba el proceso hacia una unión federal y fue introducido por debajo de la mesa, pues los votantes en Francia y Holanda lo rechazaron en las urnas. Hannan terminaba cada uno de sus discursos en el Parlamento Europeo, sin importar el tema, con la frase latina Pactio Olisipiensis censenda est (“el Tratado de Lisboa debe ser sujeto a un voto”), un “eco gracioso” de las famosas palabras de Catón El Viejo: Carthago delenda est o “Cartago debe ser destruida”.
Aunque esto irritó a los colegas eurófilos de Hannan, el Tratado de Lisboa fue impuesto a través de votos parlamentarios en los países de la unión. Únicamente fueron consultados los votantes en Irlanda, donde la UE llevó a cabo un segundo referendo en 2009 ya que una mayoría había rechazado el tratado el año anterior. Tales medidas arbitrarias sólo incrementaron el llamado “déficit democrático” de la UE, generando antagonismo hacia la clase política transnacional tanto en Reino Unido como en otros países. El resultado final fue el Brexit.
En los meses después del referendo, los eurofederalistas sólo supieron culpar al sentimiento anti-inmigrante británico por su devastadora derrota: un mecanismo útil para ignorar las consecuencias de su propia arrogancia.
Cuando hablamos en Bogotá, Hannan declara: “si alguien dice que el voto a favor de Brexit fue únicamente acerca del tema de la inmigración, puedo garantizar que se trata de un votante a favor de permanecer en la UE”. La versión del voto xenófobo “no sólo prevalece en América Latina, sino en el resto del mundo con excepción del Reino Unido”.
El Brexit, agrega, “ha sido presentado como anti-extranjero o anti-inmigrante. Créame, si nosotros hubiéramos liderado una campaña de ese tipo, ni siquiera nos hubiéramos acercado a la victoria. El asunto principal para los votantes del Brexit—esto lo demostraron nuestras encuestas internas al igual que las que fueron publicadas,— fue la democracia”.
“La inmigración fue, por lejos, un tema secundario. E inclusive entre los votantes preocupados por la inmigración, muy pocos esperan o quieren una reducción completa de la inmigración desde la UE. Lo que quieren es que el gobierno tenga algún tipo de control para que podamos determinar, en términos generales, quién puede ingresar y bajo qué condiciones”.
En términos de las motivaciones reales de la mayoría de votantes versus la sesgada versión de la prensa internacional, la similitud entre el Brexit y el triunfo del No en el plebiscito colombiano es impactante. El 10 de octubre, el Guardian publicó una columna del novelista colombiano Juan Gabriel Vásquez, sumo sacerdote de la opinión biempensante, titulada “Tal como el voto del Brexit, el plebiscito colombiano fue corrompido por mentiras”.
Un análisis más preciso hubiera comparado las infantiles reacciones de los progresistas británicos tras el Brexit con los lloriqueos de los intransigentes partidarios del acuerdo Santos-FARC en Colombia tras su inesperado revés del 2 de octubre; según encuestas publicadas días antes del plebiscito, el Sí iba a ganar con más del 60% del voto.
“Cuando uno viene a Colombia”, dice Hannan, “uno cae en cuenta de que ambos lados tenían argumentos. Había gente que pensó acerca de las opciones y llegó a una conclusión informada, sí o no. Pero si uno lee la prensa extranjera, uno pensaría que la única razón posible por votar No era que uno no quería la paz, o porque los votantes del No preferían regresar al conflicto antes de arriesgar un compromiso con personas que consideran desagradables. Esa fue la narrativa de los medios y lo mismo sucedió con el Brexit”.
Las oportunidades de América Latina tras el Brexit
En su obsesión por retratar a los británicos como xenófobos irredimibles, la prensa latinoamericana ha pasado por alto el argumento económico a favor del Brexit, el cual crea inmensas oportunidades para los países de la región. Como Hannan ha explicado durante años, la UE no es un área de libre comercio, sino una unión arancelaria:
Un área de libre comercio es un mercado común dentro del cual los bienes, los servicios, el capital y en ciertas ocasiones la mano de obra puede circular sin obstáculos. Entre los ejemplos están el TLCAN en Norteamérica, la Asociación Europea de Libre Comercio y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático. Por otro lado, una unión arancelaria (como la UE) se protege con un arancel común y negocia tratados comerciales en nombre do todos sus miembros.
Tomemos, por ejemplo, el caso de las importaciones de azúcar. Como escribió Andrew Gilligan en el diario The Daily Telegraph en el 2013, la Política Agraria Común de la UE
favorece masivamente a la remolacha azucarera porque ésta crece en Europa y porque los agricultores de Francia, el mayor productor de remolacha azucarera en el mundo, determinan la política a nivel europeo. La industria de la remolacha azucarera se beneficia de los límites a la importación, los cuales determinan que cierto porcentaje del azúcar vendida en europea debe ser de remolacha.
Por otro lado, la caña de azúcar sólo crece afuera de Europa. Desde el 2010, la Política Agraria Común de la UE ha limitado drásticamente su importación por medio de aranceles con el fin de proteger a los productores de remolacha azucarera en Francia y Alemania.
Aunque compañías británicas como Tate & Lyle preferían importar azúcar de América Latina u otras regiones y pagar el precio internacional de mercado, los tentáculos de la UE no lo permitían. Esto no sólo golpeaba a las refinerías de azúcar británicas y a sus empleados, muchos de los cuales perdieron sus puestos por causa de la interferencia de Bruselas. También golpea a los consumidores de la UE, quienes se ven obligados a pagar precios más altos de lo necesario para comprar comida. Todo el sistema está diseñado para preservar los privilegios de los caimacanes de la poderosa industria de la remolacha, quienes no quieren enfrentar la competencia global. El amiguismo raramente triunfa tan plenamente como lo hace en la Unión Europea.
El Brexit, sin embargo, les permitirá a las compañías británicas comprar azúcar al precio global de mercado una vez más. Los productores en Colombia y en otros países latinoamericanos deberían prepararse para la oportunidad, y lo mismo aplica para los demás sectores agrícolas que, como la industria de carne argentina, perdieron el mercado británico a raíz del proteccionismo de la UE.
El Brexit como innovación
Según Hannan, el Brexit no sólo significa que Reino Unido podrá comerciar más libremente con otros países. También brinda la posibilidad de cambiar radicalmente la manera de llevar a cabo el comercio global. Tras el Brexit, Gran Bretaña puede ser un país innovador que altera por completo el estancado campo de los tratados de libre comercio (TLC):
Hablamos constantemente acerca de la globalización, pero pasamos por alto la globalización del movimiento de las ONG, las cuales han aprendido a usar las negociaciones de los TLC para implementar más y más regulaciones. El resultado es que la negociación de un TLC hoy en día se trata de las normas ecológicas, del trabajo infantil, de los derechos de las mujeres.
Ahora, yo estoy a favor de un medio ambiente sano y de los derechos de las mujeres, pero de eso no se trata un TLC. Se trata de deshacerse de las trabas y los obstáculos que impiden el libre comercio. Hay que retirar las piedras para que pueda crecer el pasto.
Hannan dice que el Brexit le permitirá a Reino Unido evitar los errores que se cometieron durante negociaciones comerciales recientes a nivel internacional. Al negociar el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP) y la fracasada Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP) entre EE.UU. y la UE, las partes se preocuparon más por proteger a sus grandes industrias y por armonizar regulaciones de todo tipo que por el libre comercio.
Hoy con @DanielJHannan y @vanesavallejo3 en #Bogotá, discutiendo las oportunidades del libre comercio Colombia-Reino Unido tras #Brexit. pic.twitter.com/iJIWY2A9Dn
— Daniel Raisbeck (@DanielRaisbeck) December 9, 2016
“En ambos casos”, explica Hannan, “se formaron carteles, y las grandes industrias de ambas partes se reunieron para introducir regulaciones que incrementaban las barreras de entrada a los mercados. Deberíamos apartarnos de todo eso. Deberíamos decir simplemente: ‘si algo es legal en su país, también es legal en el nuestro y viceversa’. Si hacemos eso, podemos revitalizar todo el atrofiado sistema de comercio global”.
Idealmente, un tratado bilateral entre Gran Bretaña y Colombia, por ejemplo, se negociaría rápidamente y el acuerdo final no tendría más de 10 páginas. “Simplemente diría: si este medicamento se puede vender en Reino Unido, se puede vender en Colombia; si estoy certificado como arquitecto en Colombia, puedo ejercer mi profesión en Gran Bretaña. Eso sería todo. Todos ganarían a la vez”.
El modelo del comercio internacional tras el Brexit debe basarse en “el reconocimiento mutuo de los productos”. Es decir, “el comercio debe estar diseñado para beneficiar al consumidor, no únicamente al productor”.
Gracias al Brexit, argumenta Hannan, “Gran Bretaña puede hacer algo que sólo Hong Kong, Singapur y Nueva Zelanda han logrado: abrir nuestros mercados de manera global, incluyendo la agricultura, el sector de textiles y otras áreas”.
Tal como el periodista Allister Heath, Hannan, quien se describe a sí mismo como un Whig, está abogando por una versión del siglo 21 de la abolición de las Corn Laws, una serie de aranceles y otras restricciones a la importación de trigo que “golpearon fuertemente a Gran Bretaña entre 1815 y 1846”. Como las regulaciones agrícolas de la UE, las Corn Laws “incrementaron artificialmente los precios, empobrecieron a los consumidores… disminuyeron la demanda de otros bienes y servicios y enriquecieron a los terratenientes a costa de todos los demás”.
Como nota Heath, “la campaña en contra de las Corn Laws fue el primer movimiento libertario, masivo, de clase media e impulsado por asuntos morales. El movimiento exigió el libre comercio, la globalización, la decisión popular y la libertad”. Hannan piensa que, una vez se retire de la UE, Gran Bretaña puede asumir una vez más su liderazgo como el principal promotor del libre mercado a nivel global:
La nueva Primera Ministra, Theresa May, ha dicho en numerosas ocasiones: ‘yo quiero que Reino Unido sea el líder global en asuntos de libre comercio’. Yo creo que esto es realmente importante. La defensa del libre cambio no vendrá de Bruselas y, durante los próximos cuatro años, tampoco vendrá de Washington. Así que alguien distinto debe promover la libertad del mercado ante el mundo.
It's time to repeal the EU's new Corn Laws https://t.co/ixUeTA4a34 via @telebusiness
— Allister Heath (@AllisterHeath) September 3, 2016
Un nuevo movimiento global para exportar el Brexit
Para que el Brexit sea exitoso a nivel global, la visión librecambista que representa Hannan debe triunfar más allá del Reino Unido. Al visitar Colombia y la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, Hannan busca empezar “a reunir un movimiento y, cuando sea apropiado, a partidos políticos que compartan la visión de los derechos de propiedad, el imperio de la ley, la libertad del mercado y la autonomía individual”.
La batalla ya se está librando en el ámbito de las ideas, donde el liberalismo de mercado enfrenta una arremetida desde la derecha de Trump y la izquierda de Bernie Sanders. La prioridad de Hannan es “combatir la idea prevalente actual de que el libre mercado es, de alguna manera, una herramienta de la explotación”.
Los jóvenes idealistas que protestan en contra de las cumbres del G-20 y ocupan Wall Street piensan por alguna razón que el libre comercio es un mecanismo para que personas blancas en países ricos puedan explotar a personas morenas en países pobres. Es extraordinario que sostengan eso porque, hasta ahora, el libre comercio siempre ha sido la gran causa de los radicales.
Hace 100 o 200 años, el tipo de persona que quería el libre mercado también quería acabar los privilegios de la Iglesia, deshacerse de las monarquías autoritarias, tener más oportunidades y establecer una meritocracia. Resulta extraño que, justo cuando podemos ver que el libre mercado está funcionando, por ejemplo al empezar a poner fin a la pobreza en África, justo en ese momento es caricaturizado como un mecanismo que le ayuda a la minoría rica mas no a la multitud.
Hannan entiende que los defensores del libre mercado, cuyos beneficiarios principales son “personas pobres en países pobres”, no se pueden limitar al trabajo “de unos pocos centros de pensamiento en Europa y Norteamérica, con algunos ejemplos latinoamericanos como adorno”.
El movimiento global que está creando Hannan para ganar el argumento a favor del libre comercio global “debe reflejar genuinamente la población global y el giro en la productividad del planeta hacia el sur y el oriente”.
Seguramente los críticos progresistas del llamado neoliberalismo augurarán el fracaso de una misión que busca llevarle el mensaje del laissez-faire a “la población que aún no puede comprar máquinas lavadoras ni televisores”. No obstante, la principal lección que el Brexit le enseñó a Hannan es “que la gente es más sabia que sus líderes: los expertos nos dijeron que el cielo se desplomaría sobre nosotros si votábamos a favor del Brexit, y la gente no les creyó. Y tuvieron razón al no creerles”.
“Si uno mira lo que ha pasado después del referendo”— el desempleo ha caído; la bolsa británica está superando a las europeas; compañías como McDonald’s se han transladado de la UE al Reino Unido; la libra esterlina se está recuperando,— es evidente “que las amenazas resultaron ser falsas alarmas”.
La gran ventaja para los defensores del libre mercado es que, como nota Hannan, el capitalismo es “el sistema que más se asimila a la naturaleza humana; casi todos nosotros tenemos un sentido innato de los derechos de propiedad. Y si podemos ganar ese argumento, la vida sólo mejorará”.