EnglishEn la década de 1960 Venezuela tenía un PIB per cápita relativamente cercano al de Noruega. Gracias a sus abundantes materias primas, tanto el país latinoamericano como la monarquía nórdica miraban al futuro con importantes perspectivas de desarrollo y progreso.
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Sin embargo, la evolución de ambos países desde entonces hasta hoy no ha podido ser más divergente. Mientras Noruega se ha convertido en uno de los lugares más ricos del mundo, Venezuela ha experimentado décadas de estancamiento que han precedido a la implosión socioeconómica de los últimos años.
Una de las claves que explica el desplome de Venezuela es la falta de oportunidades que ha generado un modelo económico basado históricamente en el intervencionismo y el dirigismo estatal. Desde Rómulo Betancourt hasta Nicolás Maduro, pasando por Carlos Andrés Pérez y Hugo Chávez, los líderes de la Venezuela contemporánea es la de un Estado controlador que limita la economía de mercado de mil distintas formas.
En el Índice de Libertad Económica del Instituto Fraser, Venezuela lograba en 1975 una nota de 6,9 puntos sobre 10. Dicha calificación fue bajando con el paso de los años, hasta caer a los 3,2 puntos del último estudio. Noruega recorrió el camino inverso: si en 1975 alcanzaba apenas 3,6 puntos, en 1995 ya se anotaba 5,7 puntos y en 2015 se anotaba 7,5 puntos. Sin duda, el camino de servidumbre que ha seguido Venezuela en materia de apertura económica no puede ser más distinto del camino de libertad que ha recorrido Noruega.
El giro capitalista noruego
La Noruega de los años 70 era una economía muy intervencionista y se convirtió en un mito de la izquierda democrática, que creía ver en los países nórdicos un ejemplo de éxito. En realidad, aquella economía se caracterizaba por la excesiva dependencia del crudo y el enorme poder del Estado sobre el mercado.
El primer gran éxito del desarrollo noruego fue la derrota de la inflación de doble dígito. Al calor de las ideas de Friedrich Hayek y Milton Friedman, numerosos países cambiaron sus políticas monetarias con la mirada puesta en las enseñanzas liberales. Para Noruega, esto supuso llevar la inflación del entorno del 10 % a tasas del 2 %. Abandonado el inflacionismo de antaño, Noruega ha mejorado de 6,4 a 9,6 puntos su calificación en la subcategoría de estabilidad monetaria que incluye el Índice de Libertad Económica del Instituto Fraser.
Esta situación choca con el constante deterioro monetario que viene sufriendo Venezuela, donde se vienen alcanzando niveles insoportables de hiperinflación que golpean a toda la población y, sobre todo, a los más pobres.
Los ingredientes del éxito noruego
Aunque Noruega no es un país miembro de la UE, sí ha suscrito el Acuerdo Europeo de Libre Comercio, por lo que se beneficia de las ventajas del mercado único sin cargar con la burocracia y el intervencionismo que Bruselas promueve en otros campos. Además, en el campo regulatorio, el mercado laboral funciona razonablemente bien y el clima para hacer negocios es favorable (puesto 9 en el Doing Business).
Pero la gran fortaleza de la economía noruega está en sus ejemplares instituciones, que protegen de manera envidiable los derechos de propiedad y garantizan el imperio de la ley y la seguridad jurídica. Noruega tiene uno de los sistemas judiciales más independientes del mundo, no tiene ningún tipo de injerencia militar en sus instancias políticas, apenas sufre la lacra de la corrupción, respalda de manera efectiva los contratos…
En todos estos campos vemos que Venezuela se ha convertido en el antónimo de Noruega. El proteccionismo es la norma, las regulaciones son marcadamente anticapitalistas, el mercado de trabajo se mueve mayoritariamente en la informalidad y la facilidad para hacer negocios brilla por su ausencia. Además, las instituciones sufren una corrupción rampante que no ha hecho más que empeorar en los tres últimos lustros.
A todo esto hay que sumarle el alto grado de libertad política que disfruta Noruega. Frente a la democracia liberal, representativa, plural y abierta del país nórdico, el régimen chavista resulta a todas luces represivo, autoritario e incompatible con los derechos políticos y civiles más esenciales.
El dilema fiscal noruego
Pero Noruega no es un modelo perfecto y, a pesar del progreso experimentado en las últimas décadas, arrastra una serie de debilidades que lastran su potencial de crecimiento. En gran medida, esas carencias tienen que ver con el excesivo peso del gasto público y los impuestos.
En lo tocante a la presión fiscal, los ingresos tributarios llegan a suponer el 53 %. Sin embargo, hay que hacer dos matizaciones: por un lado, el sistema tributario está bien diseñado y no introduce grandes distorsiones o complicaciones, de manera que Noruega llega al número 11 en el Índice de Competitividad Fiscal; por otro lado, hay que tener en cuenta que los ingresos petroleros “inflan” la recaudación fiscal en cuatro puntos del PIB con relación a la media de la OCDE.
No obstante, es indudable que los altísimos impuestos noruegos son incompatibles con la economía del siglo XXI. Por este motivo, se están introduciendo reformas fiscales que incluyen la rebaja del Impuesto de Sociedades, que pasará del 27 % al 23 %, o el recorte del tipo general del Impuesto sobre la Renta, que también estaba en el 27 % y que va a descender hasta el 23 %. También se ha eliminado el Impuesto de Sucesiones y ya se habla de acabar con el de Patrimonio.
Por otro lado, en lo tocante al gasto público, es importante explicar que en torno al 18 % de los desembolsos anuales del Estado vienen de los dividendos que recoge el fondo nacional soberano, un gigantesco vehículo financiero que invierte con éxito en las bolsas y mercados de medio mundo. Así, cada año hay unos 20.000 millones de dólares de gasto público que vienen del fondo, frente a un gasto total de alrededor de 225.000 millones.
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Por una Venezuela próspera y liberal
Si los venezolanos se miran en el espejo de Noruega podrán comprobar que, partiendo de situaciones iniciales y contando con un nivel similar de recursos, el rumbo de ambos países no ha podido ser más diferente. Por eso hay que comparar modelos y defender las ideas que generan progreso, porque solamente ganando la batalla de ideas podremos conseguir que Venezuela diga adiós a la larga noche neocomunista y abrace el desarrollo de la mano de las instituciones liberales.