Existe una fuerte corriente política en la Unión Europea que tiende a promover la homogeneización de estándares fiscales y a suprimir las diferencias tributarias entre los distintos países miembros. Imponer una política única en este plano actúa contra la soberanía nacional y limita la sana competencia entre distintas jurisdicciones, pero sobre todo constituye una política proteccionista que fortalece a las economías más consolidadas a expensas de reducir las oportunidades de crecimiento del resto de países. Y es que, a lo largo de la historia, las rebajas fiscales han sido una de las palancas que han activado con mayor entusiasmo aquellos países que desean dar un salto adelante en su nivel de desarrollo.
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Pero, felizmente, hay muchos gobiernos en el seno de la Unión Europea (UE) que no están dispuestos a plegarse ante las exigencias comunitarias y apuestan por bajar impuestos de manera agresiva. Un caso digno de estudio es el de Portugal. A primera vista, el país luso tiene una fiscalidad similar a la del resto de países de su entorno, pero si miramos más allá del marco normativo general nos encontramos con un régimen especial de los que merece la pena conocer.
La consultora PwC habla de este asunto como del “secreto fiscal mejor guardado de Europa”. ¿De qué se trata? Hablamos de la figura de los residentes no habituales, una categoría tributaria en la que entran todas aquellas personas que se trasladen a Portugal con la intención de vivir allí 183 días al año o de comprar una propiedad en la que establecerse a medio plazo.
Desde 2009, este régimen especial permite que los residentes no habituales paguen un tipo único del 20 % sobre todos sus ingresos obtenidos en suelo luso, con independencia del monto al que lleguen sus remuneraciones. Esto permite que una renta alta pague un tipo similar al que abona una renta baja. Pero esta ventaja es apenas el comienzo. Y es que, además, todos los ingresos percibidos del extranjero están exentos de tributar, de manera que dichas rentas no están sujetas al pago del Impuesto sobre la Renta.
Además, Portugal ha introducido otras múltiples ventajas dentro de esta categoría. De entrada, las herencias están exentas de pagar impuestos en la mayoría de casos contemplados, mientras que tampoco se aplica un Impuesto de Patrimonio. De manera que, aunque el plan a largo plazo no sea residir en Portugal, basta con permanecer allí durante 183 días para poder recibir una transmisión patrimonial que, en muchos otros países europeos, puede estar sujeta a gravámenes tan elevados que pueden llevar incluso a renunciar a la herencia.
Hay más sorpresas en las normas que ha introducido Portugal. Por ejemplo, con el objetivo de impulsar la economía de la isla de Madeira, se ha creado un régimen especial en el Impuesto de Sociedades que está abierto a los residentes no habituales y que permite tributar al 5 % durante los próximos cuatro años.
Aunque la medida fue pulida bajo el Ejecutivo del conservador Passos Coelho, el pacto de izquierdas que le desalojó del poder en 2015 no se ha traducido en ninguna modificación de este régimen especial, que ha causado ampollas en países europeos de impuestos altos, pero que permanece inalterado por el consenso político en torno al mismo y por la inteligencia con la que Portugal ha adoptado estas excepciones regulatorias.
Sin duda, pocos europeos conocen estas normas y, en consecuencia, el programa ha ido avanzando de manera silenciosa y progresiva. El Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage nos dice que Portugal tiene un nivel medio de apertura al mercado, con impuestos directos que pueden llegar al 48% de la renta y una deuda pública que rebasa el 125 por ciento del PIB.
Pero esta no es, ni mucho menos, la realidad en la que se mueven los miles de europeos que se han acogido al programa de residentes no habituales. Para ellos, el país luso es ya un auténtico ‘paraíso fiscal’.