La entrada de Portugal en la Eurozona favoreció la expansión crediticia en el país luso, generando un fuerte influjo de dinero barato que alimentó un desarrollo insostenible. Para hacernos una idea de la escasa consistencia de aquel patrón de crecimiento, basta con echar un vistazo a la evolución del saldo por cuenta corriente, que llegó a registrar un déficit equivalente al 12,1% del PIB en 2008.
En una economía con una producción anual de 265.000 millones de dólares, Portugal estaba endeudándose con el resto del mundo a un ritmo que llegaba a los 32.000 millones. Semejante tendencia estaba condenada a romperse y el estallido de la Gran Recesión desencadenó una profunda y larga crisis.
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El crecimiento económico de Portugal, que llegó al 1,6% en 2006 y alcanzó el 2,5% en 2007, se empezó a frenar en 2008, hasta entrar en terreno negativo en 2009, con una recesión que redujo el PIB un 2,9%. Más hondos aún fueron los números rojos de 2012, cuando la economía lusa se contrajo un 4%. También 2011 y 2013 dejaron tasas negativas, del 1,8% y 1,1%.
Para poner en perspectiva lo que supuso esa crisis, basta con echar un vistazo al PIB per cápita de Portugal. Antes del estallido de la crisis, había llegado a rondar los 25.000 dólares, unos 6.000 dólares más que los 19.000 dólares registrados en 2015. De hecho, aunque las perspectivas económicas han empezado a mejorar, la previsión es que el PIB per cápita alcance en 2018 los 21.000 dólares, unos 4.000 dólares menos que diez años antes.
El desempleo se convirtió en uno de los principales problemas de la economía lusa. Ya antes de la crisis, se movía en niveles superiores al promedio europeo, con una tasa del 7,6% en 2006, 7,9% en 2007 o 7,5% en 2008. La escalada del paro arrancó entonces: 9,4% en 2009, 10,7% en 2010, 12,6% en 2011, 15,5% en 2012 y 16,2% en 2013. Pese al mejor desempeño de los años 2014, 2015 y 2016, los niveles actuales de desempleo siguen en el entorno del 11%, varios puntos porcentuales por encima de los registros pre-crisis.
La indisciplina fiscal de Portugal derivó en una crisis de deuda que terminó requiriendo un “rescate” coordinado por la Unión Europea. Ya en 2006, 2007 y 2008, cuando el viento soplaba a favor, las cuentas públicas se saldaban con niveles de déficit comprendidos entre el 3% y el 4% del PIB. Pero la incapacidad del gobierno socialista de José Sócrates llevó el desaguisado fiscal hasta el 11,2% del PIB, alcanzado en 2010. Semejante situación motivó la intervención de las instituciones comunitarias, como última salida para evitar la quiebra.
En 2017, la situación de la economía lusa es más saludable. La economía crece por encima del 1%, el saldo por cuenta corriente arroja un leve superávit y los indicadores macro anticipan que lo peor ha quedado atrás. Este cambio a mejor ha alimentado un discurso interesado que liga la mejora de la economía de Portugal a las medidas aprobadas por el gobierno socialista de António Costa. Sin embargo, fue su antecesor, el conservador Pedro Passos Coelho, quien invirtió el rumbo del país y consolidó un cambio a mejor.
Con Passos Coelho al frente, el crecimiento pasó de un -4% en 2012 a un 1,5% en 2015, mientras que el paro cayó del 15,5% al 12,4%. El déficit, que había llegado a tasas de doble dígito, se redujo por debajo del 3% en 2015, sentando las bases para que Portugal abandonase el programa de supervisión ligado al “rescate” europeo.
Y es que, en los años de gobierno de la derecha, Portugal aprobó una reforma fiscal que redujo la imposición directa y subió la indirecta. Se cambiaron las leyes laborales, para flexibilizar la contratación y el despido. Se aprobó una “ventanilla única” para agilizar el funcionamiento de la burocracia. Se eliminaron los entes públicos innecesarios, se aprobaron distintos programas de privatización, se crearon incentivos tributarios para atraer a ciudadanos de otros países europeos…
Aunque Passos Coelho venció en las últimas elecciones, un pacto entre el Partido Socialista y dos formaciones parlamentarias de izquierda radical sirvió para desalojar a la derecha del poder. Aunque António Costa le dio el relevo prometiendo abandonar la “austeridad” y las políticas “neoliberales”, su Ejecutivo se ha caracterizado por el continuismo. De hecho, algunas de las principales medidas aprobadas por el gobierno de Costa han salido adelante con apoyo de los conservadores y con rechazo de los mismos partidos de izquierda radical que prestaron sus votos para aupar al poder al nuevo mandatario.
Pero la historia de Portugal sigue incompleta. Aunque la situación ha mejorado, quedan reformas pendientes. El crecimiento, demasiado bajo, contrasta con las fuertes expansiones que se están viviendo en España e Irlanda, otras dos economías de la Eurozona que se vieron golpeadas por la crisis pero que han salido adelante con más fuerza que el país luso. Son los espejos en los que deberá mirarse Portugal si quiere asegurar y fortalecer su recuperación.