El pasado mes de junio, una moción de censura acordada por el Partido Socialista con la agrupación comunista Podemos y con las formaciones separatistas de Cataluña y el País Vasco se tradujo en el cese de Mariano Rajoy como presidente del gobierno de España y en la elección de Pedro Sánchez como nuevo mandatario del antiguo imperio.
La jugada política cogió por sorpresa a millones de españoles y ya ha empezado a inquietar a inversores y empresarios. Una buena muestra de ello es que, según ha reconocido el ministerio de Economía, el mes de junio se desencadenó una fuga de capitales que resultó en la salida neta de 12.000 millones de euros. Otra prueba de la tensión que se ha desatado en los mercados tras el cambio de gobierno la tenemos en el mercado bursátil, donde el Ibex 35 se dejó casi un 5% durante el verano.
El mercado laboral también está sorprendiendo negativamente. Si el mes de mayo cerró con la creación récord de 237.000 empleos y en junio aún se mantuvo cierta inercia positiva, en julio se registró el peor dato desde 2013 y en agosto se produjo la mayor pérdida de puestos de trabajo en diez años, con un descenso de 203.000 afiliados en la seguridad social española.
También hay señales negativas en los indicadores de crecimiento. En 2014, 2015, 2016 y 2017, España creció a tasas superiores al 3%, liderando la economía de la Eurozona y dejando atrás la dura crisis que estalló en 2008. Sin embargo, las últimas previsiones de BBVA apuntan que 2018 va a cerrar “con un sesgo a la baja en el crecimiento”, motivado por la “elevada incertidumbre interna”.
Otros indicadores también sugieren que las cosas están cambiando a peor. La inflación, proyectada en el 1,6%, se está moviendo en el 2,2%. El déficit fiscal previsto para 2018 ha subido del 2,2% al 2,7% del PIB. La factura de la luz se ha encarecido un 10% durante el verano y va a mantenerse en cotas similares durante el próximo trimestre.
Las ventas de los pequeños comercios han bajado un 0,9%, mientras que las grandes superficies han vivido una caída del 1,2%. La llegada de turistas extranjeros se ha reducido un 5% en lo que va de año, rompiendo la línea de crecimiento que se había observado entre enero y mayo. El índice de producción industrial ha entrado en terreno negativo.
Peor aún, la única política económica que está barajando el gobierno socialista de Pedro Sánchez pasa por negociar con la formación comunista Podemos una subida de impuestos que afectará a empresas y trabajadores. Sobre la mesa, el aumento del Impuesto sobre la Renta, el refuerzo del Impuesto de Sociedades, la subida del Impuesto al Diésel…
Semejante panorama debería invitar a Sánchez a centrar su agenda de gobierno en relanzar el crecimiento económico. Sin embargo, el Ejecutivo parece más preocupado con otros asuntos. De hecho, la principal medida discutida en las últimas semanas tiene que ver con la exhumación de los huesos de Francisco Franco…
Ante semejante distorsión en las prioridades, no sería de extrañar que los malos datos del primer trimestre del nuevo gobierno socialista sean solo el primer aviso de una desaceleración que, además, coincide con un período de creciente incertidumbre económica, ligada a factores como el aumento del precio del petróleo, la amenaza de guerras comerciales o la retirada de los estímulos monetarios.