A finales de los años 80, la Unión Soviética se vino abajo y los modelos económicos de China e India empezaron a virar hacia un mayor grado de apertura. Estas reformas coincidieron con el auge de las ideas liberales en Occidente, encarnado por el liderazgo político de Ronald Reagan y Margaret Thatcher.
Ese giro hacia una mayor libertad animó a Milton Friedman a proponer la creación de un Índice de Libertad Económica. La pretensión del Premio Nobel era animar el proceso reformista con la creación de un ranking internacional en el que cada país recibiese una calificación determinada atendiendo a su nivel de apertura o rechazo al mercado.
Su propuesta se hizo realidad por partida doble, puesto que hoy tenemos dos estudios de reconocido prestigio dedicados a medir esta cuestión. Por un lado está el informe de la Fundación Heritage y por otro la evaluación que realizan el Instituto Cato y el Instituto Fraser. El primero tiene la ventaja de referirse al año en curso, aunque lidia con el inconveniente de la inmediatez. El segundo tiene dos años de retraso, pero a cambio gana en precisión.
Recientemente salió a la luz el documento de Cato y Fraser para 2018, referido al grado de libertad económica vigente en 2016. Como cada edición, el volumen abarca cinco áreas de estudio: tamaño del gobierno, imperio de la ley, estabilidad monetaria, facilidades al comercio y buena regulación. El resultado final es una nota de 0 a 10 que pone de manifiesto qué economías son más libres y qué países mantienen sistemas más cerrados.
En clave latinoamericana, el informe deja en primer lugar a Chile. Los 7,8 puntos que consiguió el país en 2016 son suficientes para alcanzar el puesto 15 en el mundo. Sin embargo, no hay que olvidar que Chile llegó a estar en el top diez del ranking, de modo que la evolución de los últimos años debe ser motivo de reflexión y análisis.
Es fundamental que el modelo liberal diseñado por dirigentes como José Piñera siga en pie en las próximas décadas, puesto que es ese paradigma el que ha hecho de Chile un ejemplo para toda América en términos de calidad institucional, mercados eficientes, reducción de la pobreza y movilidad social.
Guatemala consolida su mejora y aparece en el puesto 23 de la tabla mundial, con 7,64 puntos. En el año 2010, sin ir más lejos, la nación centroamericana caída al número 60 del ranking. Semejante mejora debe ser aplaudida y estudiada, puesto que refleja un cambio a mejor facilitado en gran medida por la estupenda labor de la Universidad Francisco Marroquín, faro académico del liberalismo latinoamericano que sirve también como palanca de presión ante la clase política guatemalteca.
Panamá también ha mejorado su puntuación y ha pasado del puesto 52 cosechado en 2010 al número 27 alcanzado en la última edición del ranking, con 7,58 puntos. El modelo panameño sigue lastrado por el mediocre desempeño conseguido en la categoría que mide el imperio de la ley. En dicha categoría, la calificación es de apenas 5,24 puntos, frente a los 7,36 conseguidos en tamaño de gobierno, los 9,7 alcanzados en estabilidad monetaria, los 8,7 cosechados en facilidades al comercio y los 6,9 registrados en el pilar dedicado a la regulación.
Costa Rica y Perú figuran en los puestos 33 y 44 del índice, con una nota de 7,55 y 7,43 puntos. Más abajo, Nicaragua y República Dominicana se encaraman a los escalones 54 y 62, con 7,27 y 7,18 puntos. Uruguay sorprende para mal: si en los 90 estaba en el top treinta, hoy apenas alcanza el número 65 de la lista, con una puntuación de 7,16 sobre 10.
El Salvador y Honduras son los siguientes países latinoamericanos de la clasificación, con 7,15 y 7,06 puntos que les relegan a los puestos número 67 y 70. Más flojo es el desempeño de Paraguay y México: puesto 76 y 82, con nota de 6,95 y 6,9 puntos, respectivamente.
Pero los peores resultados de la región son los que consiguen Colombia, Bolivia, Ecuador, Argentina y Venezuela. El caso de Colombia (puesto 105, nota de 6,5) confirma el deterioro sufrido desde que Álvaro Uribe dejó el gobierno y Juan Manuel Santos tomó las riendas del país.
En Bolivia (puesto 123, nota de 6,23) y Ecuador (puesto 127, nota de 6,06) se confirma el pésimo bagaje de Evo Morales y Rafael Correa, que combinaron medidas de represión política y económica para consolidarse como satélites del chavismo.
Argentina (puesto 160, nota de 4,74) certifica el enésimo fiasco del peronismo, con un desempeño muy bajo que contrasta con los resultados de hace dos décadas, cuando la nación suramericana entraba en el top cuarenta del índice. Por último, Venezuela confirma su trágico descenso a los infiernos del socialismo, con una puntuación de apenas 2,88 sobre 10 que deja al régimen bolivariano en el puesto 162, el más bajo de la tabla.