El individuo está por encima de la comunidad
By Jan Narveson
Existen muchos aspectos importantes en torno al asunto del aborto, pero uno de ellos es fundamental: aparte de diversos hechos, ¿cuál es el derecho fundamental de una persona respecto al aborto? En un enfoque de alguna manera injusto, nos limitamos a únicamente considerar el punto de vista de la mujer involucrada (el varón podrá tener alguna opinión sobre el asunto, pero asumiremos que no se opone).
Establecer que las mujeres tienen derecho a abortar es mayormente una cuestión de refutar los (malos) argumentos que insinúan lo contrario. Con seguridad estaremos de acuerdo con que una persona tiene un derecho básico a hacer algo solo si puede demostrarse que llevar adelante esa acción no daña a los demás.
Entonces: ¿abortar a un feto le hace daño a alguien? Una vez más debemos pasar por alto cualquier argumento sobre personas con reivindicaciones particulares: ¿Ha hecho alguien —el varón involucrado, digamos— algún acuerdo con la futura madre que limite su libertad de acción? Asumiremos que no.
En ese caso, el único que podría reclamar es el propio feto. Y sobre esto, debemos destacar, que en esta etapa del proceso de desarrollo los fetos no tienen ni son capaces de tener una opinión al respecto. Que continúe o no su desarrollo es una decisión que recae totalmente sobre los demás, y especialmente sobre la futura madre.
Dado que el feto, como son las cosas, no tiene cómo dar opinión sobre el tema, cabe preguntarse cómo la relación del feto con cualquier cosa del futuro influye en la discusión.
¿Cómo podría contestarse? Solo parecería que hay dos formas de hacerlo. (1) Podría sugerirse que la persona en la que se convertirá el feto, si continúa su desarrollo, sufriría un daño al privarle su propia vida. También, (2) podría argumentarse que las necesidades de la comunidad, o cualquier otra necesidad, se beneficiarían de la producción de esta persona.
Con respecto al punto (1): El problema es que el individuo en el cual se desarrollará el feto aún no existe; y si es abortado, nunca existirá. Por lo tanto no hay individuos cuyas objeciones sean relevantes si la potencial madre opta por abortar. Y respecto del punto (2) nos debemos preguntar por qué la “comunidad” debería poder desautorizar los derechos de la potencial madre.
Si no pueden convencer a la madre de que tenga a este hijo, ¿cómo se puede justificar una decisión en contra de sus deseos? Con certeza los deseos de la madre son prioritarios: el libertarismo es fundamentalmente acerca de los derechos de los individuos.
Jan Narveson es un profesor emérito distinguido de la Universidad de Waterloo, Ontario, y preside el Instituto de Estudios Liberales. Es autor de siete libros, incluyendo The Libertarian Idea, junto con cientos de artículos, la mayoría sobre ética y política. Es fundador (1974) y presidente de la Sociedad de Música de Cámara Kitchener-Waterloo, que organiza más de 70 conciertos de cámara anualmente.
La no agresión es pro-vida
By Daniel Smyth
EnglishMuchos libertarios apoyan el aborto porque creen que le permite a las mujeres defender su “propiedad” corporal de bebés indeseados. Por ejemplo, al discutir la Marcha por la Vida de 2014, Laurie Rice, de la Atlas Society, dijo que “[La visión] pro-vida es la nacionalización de los vientres de las mujeres por parte del Estado (…) Significa forzar a las mujeres a separarse de la potestad sobre sus propios cuerpos”.
Sin embargo, estos libertarios están equivocados.
Una de las razones, como argumenta John Walker en Los derechos de los niños versus La ética de la libertad de Murray Rothbard, las afirmaciones de que las personas son “dueñas” de su propio cuerpo no tienen sentido.
La posesión de cualquier entidad requiere que su dueño pueda vender o, en todo caso, transferir esa entidad a otra persona. Pero una mujer mantendría la posesión de sí misma incluso si se vende o entrega a otro en una relación, por ejemplo, de esclavitud. Como concluye Walker: “la posesión no se aplica a las personas —se la presupone”. En consecuencia, las mujeres no son “dueñas” de sus cuerpos, y por lo tanto la mujeres no tiene un derecho de propiedad para “desahuciar” de su vientre a bebés indeseados.
Respecto a los embarazos indeseados, la mayoría de las mujeres invitan a sus bebés a sus vientres a través de un acto de sexo consensual. Como señala Randy England en su libro La libertad es hermosa: Por qué los católicos deberían ser libertarios, incluso las mujeres que utilizan métodos anticonceptivos consienten la posibilidad del embarazo. De esta manera, la mayoría de las madres asume el deber moral de no poner en peligro a sus bebés. Para el caso excepcional de una violación, lean el artículo de Walker: Aborto en caso de embarazo debido a violación. Allí argumenta que los niños concebidos por una violación son inocentes y las mujeres nunca deberían abortarlos.
Las personas por nacer tienen un derecho a la vida porque desde el momento de la concepción son personas con una información genética única, que se están desarrollando de acuerdo con el proceso normal del crecimiento humano.
Entonces todos los libertarios deberían saber que el aborto viola el principio de no agresión. James Sadowsky, en su artículo Aborto y los derechos del niño, remarca que “si una aborto es exitoso, lo que se extrae del vientre no es un niño vivo y saludable. Es un cadáver”. Incluso un “desahucio” que ubicaría a un bebé inviable por fuera del vientre para que muera de causas naturales constituiría una agresión.
Contemplando todo, los libertarios proabortistas deberían abandonar sus falsos argumentos de “propiedad” y darse cuenta de que deberían ser provida.
Daniel Smyth es un investigador independiente y cofundador de LibertyBlog.org. Sus artículos han sido publicados en el Washington Times, The American Thinker, The Freeman, y otras publicaciones. Síguelo: @DanielSmyth7.
[yop_poll id=”18″]