La misoginia es una preocupación liberal
Laurie Rice
El feminismo es esencial para un liberalismo maduro.
Recomiendo un libro revelador para dar contexto a esta afirmación: Misoginia: El prejuicio más antiguo del mundo (2006). Su autor, Jack Holland, recorre la deshumanización de las mujeres en el pensamiento filosófico de Occidente, desde los escritos de Platón y la Grecia antigua, pasando por los mitos judeocristianos que demonizan la sexualidad femenina y debilidad de su carácter espiritual, hasta las quemas de brujas que representaron una de las formas más violentas de odio.
Holland escribe que el desprecio hacia las mujeres tiene “el poder… de replicarse en diferentes culturas como un virus casi indestructible”. En cada nuevo esfuerzo por alcanzar la verdad en la filosofía, con cada nueva revolución filosófica, la misoginia ha reaparecido a través de la Historia.
El odio simple y llano es más común de lo que uno podría pensar, pero existen otras formas de misoginia. La teoría de la tabula rasa del teórico liberal John Locke ofreció cierta esperanza de humanización completa para las mujeres, como lo hizo el liberalismo en general. Sin embargo, esta les negó una identidad femenina biológica al presionarlas a actuar como varones, quienes son —y siempre han sido— el estándar de humanidad, los hombres.
Las revoluciones científicas y darwinianas luego rechazaron la idea de la tabula rasa lockeana y reinventaron la misoginia con base en engañosos hechos sobre el rol “natural” de la mujer, y sus supuestas limitaciones intelectuales. El marxismo pidió igualdad para las mujeres, pero esta era concebida en un contexto de utilidad social y de una vida dedicada a la sociedad y al Estado.
Por otro lado, el capitalismo brindó una oportunidad de prosperidad y autodeterminación, pero las mujeres todavía debieron enfrentarse a limitaciones en cada paso de la emergencia del sistema capitalista, incluyendo la prohibición de poseer propiedad legalmente y barreras para la ascensión laboral. Las mujeres han luchado para ganarse el respeto y reconocimiento en sus trabajos, derribando barreras legales y culturales.
Hoy en día muchas mujeres en el mundo desarollado tienen un nivel de libertad y autodeterminación sin parangón en la historia. Pero es poco probable que nuestro movimiento liberal —o libertario, en su acepción más moderna— haya llegado a la perfección de la filosofía universal y que sin mucho esfuerzo permanecerá inmune a los prejuicios misóginos.
La raíz del problema es demasiado profunda, presente y arraigada en nuestros hábitos culturales para ser desestimada con pequeños gestos ideológicos y políticos.
En el corazón del proyecto feminista se encuentra este esfuerzo especial para empoderar y liberar a las mujeres. Un liberalismo sofisticado y sólido no puede dejar de preocuparse por cuestiones que afectan a las mujeres, no sea que repita errores del pasado, como las filosofías de los textos griegos y judeocristianos antiguos, teorías darwinianas y de tábula rasa, y normas culturales que contienen tanto ideas de respeto y odio por las mujeres. El feminismo es una escuela de pensamiento que aísla el problema de la misoginia, abstrayéndola de filosofías que a veces encubren sus justificaciones. El feminismo puedo hacer lo mismo por el liberalismo.
El punto de encuentro de estas ideas no es solo con el fin de eliminar la misoginia, si bien es un punto de partida válido y necesario. El feminismo también defiende el derecho a una experiencia femenina única. El feminismo liberal puede abarcar proyectos de liberación en todo tipo de intercambio (incluyendo el trabajo sexual), de autonomía reproductiva, emprendimiento y expresión artística femeninas. Enfocarse en la identidad y experiencia femenina puede ofrecernos una variedad de nuevas instancias de lo que significa ser un humano floreciente.
Laurie Rice escribe para la Sociedad Atlas, un think tank que promueve el objetivismo, y edita El arte de razonar, un libro universitario de lógica. Su ensayo Hacia un feminismo objetivista aparecerá en la antología de la Asociación de Feministas Libertarios. Es además autora de “Feminismo y el futuro” y “Los anticonceptivos y el feminismo de libre mercado“. Pueden seguirle en Facebook, Twitter, LinkedIn, e Instagram.
El feminismo busca forzar una utopía
Karen Straughan
English Cualquiera lo suficientemente viejo para recordar el proyecto de Marlo Thomas de 1972 Libres para ser… tú y yo podría verse tentado a declarar al feminismo como un amigo de la libertad. Después de todo, este proyecto, afiliado a la fundación Ms. for Women, alentaba tanto a chicos y chicas a no dejar que las expectativas de género de la sociedad dicten quién y qué deberían ser y convertirse.
Sin embargo, en la historia del feminismo desde los años 1850 e incluso antes, siempre existió una mancha antiliberal.
Desde el apoyo de sufragistas como Susan B. Anthony a la prohibición del alcohol, a la vigorosa campaña de Emmeline y Christabel Pankhurst a favor de la conscripción en Gran Bretaña, la libertad individual y el autoritarismo han sido extraños compañeros de ruta. Simon de Beauvoir llegó a afirmar que no debería permitirse a las mujeres quedarse en casa y construir una familia, ya que si se les da la opción, “demasiadas mujeres” lo elegirían.
A pesar de hablar de un compromiso con el individualismo y la libertad de boca para afuera, observamos en el feminismo de hoy este conflicto en muchas áreas:
- En el apoyo de la Organización Nacional por las Mujeres al proyecto de ley de justicia salarial, el cual restringiría fuertemente a los empleadores sobre cómo pagar a sus empleados.
- En el constante apoyo de las feministas a las restricciones de libertad de expresión en los campus universitarios, y el reclamo de algunos profesores de Derecho que ya no pueden enseñar sobre leyes de violación por temor a ofender estudiantes y así violar reglamentos de sus universidades.
- En su apoyo al deterioro del debido proceso en casos de violencia doméstica y agresión sexual, tanto dentro de la universidad como en el sistema legal, así como en normas que presumen que todo sexo es criminal hasta y a no ser que se demuestre lo contrario.
- En sus públicos pronunciamientos para no solo protestar, sino censurar a grupos y eventos sobre género que salgan de la esfera del feminismo.
- En su renuencia incluir a todas las víctimas de la violencia doméstica y abuso sexual, independientemente de su género u orientación sexual, en protecciones legales, políticas públicas e investigaciones.
Estoy bastante a favor de unas expectativas de género más relajadas, una ética que no puede sino promover la libertad individual. No obstante, recurrentemente observo desde el feminismo un refuerzo generalizado de estereotipos de géneros, junto con visiones utópicas de la sociedad y una predisposición a utilizar la coerción social y legal para hacerlas realidad, nos guste o no.
Karen Straughan es una madre no feminista de tres niños que escribe y habla en público sobre temas de género. Tiene un canal de YouTube, GirlWritesWhat, con casi 90.000 suscriptores y sus videos, en los cuales ataca las inconsistencias de la teoría feminista moderna, fueron vistos más de 7 millones de veces. Síguela en Twitter @girlwriteswhat.
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