Intangibilidad del Tratado de 1904
By Roxana Forteza
El sistema internacional del siglo XXI está marcado por la paz, la cooperación y negociación; todo esto bajo la institucionalidad del derecho internacional. Estas circunstancias son las que llevan a Bolivia a ampararse en los beneficios del derecho internacional, representado por el Tribunal Superior de Justicia de la Haya, buscando que Chile se siente a negociar, de buena fe y de manera efectiva, un acceso plenamente soberano al Océano Pacifico del territorio perdido.
Bolivia basa su acción judicial ante la Corte Internacional de Justicia en los actos unilaterales chilenos, es decir, en las diferentes manifestaciones de entrega territorial a Bolivia. El país actúa en la necesidad de agilizar su comercio, en un momento donde este se transforma en el sustento real y pragmático de muchos países en vías de desarrollo, y evidentemente en resarcir su demanda histórica.
La posición chilena ha retrocedido últimamente, pues el expresidente Piñera y la presidenta Bachelet han manifestado que no existen cuestiones pendientes entre Chile y Bolivia, pues todo estaba zanjado y dilucidado por el Tratado de 1904. Han dicho que los tratados son de carácter intangible; es decir, que no se pueden negociar nunca. Es justamente sobre este punto que quiero hacer apreciaciones teórico-prácticas basadas en la ciencia de las relaciones internacionales.
Bajo la perspectiva del derecho internacional, se podría argumentar que no existen bases para reclamar el Tratado de 1904, pues recién en 1980 entra en vigencia el convenio sobre los Derechos de los Tratados y no es retroactivo. Pero por el lado pragmático, se puede afirmar que el derecho internacional, en realidad y por muchos avances que haya tenido, no ha superado la condición básica de anarquía en las relaciones internacionales —o la concepción clásica del realismo.
La revisión de un tratado es muy factible con la anuencia de las partes, y no sería la primera vez que Bolivia y Chile lo hagan. El tratado de límites del 10 de agosto de 1866 fue revisado y sustituido por el del 6 de agosto de 1874, y luego por el de 1904. Es ilógico pensar que los tratados sean irrevisables, insustituibles o intangibles, pues las condiciones y circunstancias cambian con el tiempo. Pensar en la imposibilidad de modificar o revisar el tratado de 1904 es una posición chilena nada conciliadora.
Es posible y realista plantear una negociación dentro de los términos del mismo tratado en la que se proponga el intercambio territorial por parte de Chile al norte de Arica, y Bolivia cedería territorios con agua dulce en contraparte. Esta posición, evidentemente, requiere de voluntad política de las partes.
Es menester para ambos países retornar al dialogo y al trabajo diplomático. El discurso inamovible chileno, y el errático y agresivo accionar de la actual cancillería boliviana, no pueden seguir siendo la base de la política entre estos países. Es vital llegar a generar propuestas pragmáticas por ambos estados y salir de los nacionalismos de campanario.
El intercambio de territorio no significaría para ninguno de los países la pérdida o disminución de área. Chile no puede continuar negando la cualidad marítima a Bolivia en un mundo donde el acceso al Pacífico se torna de gran importancia para el comercio internacional.
En un mundo interdependiente y globalizado, la dinámica e importancia del comercio exterior para el crecimiento de los Estados se torna vital. Para Bolivia podría ser su gran oportunidad de exportar alimentos, lo que actualmente es dificultoso y le resta competitividad en costos de exportación, por su condición de país enclaustrado.
Roxana Forteza es una internacionalista boliviana, master en Educación Superior y Comercio Internacional. Se desempeña como la Directora de Relaciones Internacionales de la Universidad Ecológica de Bolivia.
Intenciones peligrosas e ingenuas
Por Valerie Dekimpe
EnglishUna distinción crucial que se debe hacer en este debate es que Bolivia sí tiene acceso al mar, pero no tiene acceso al territorio que bordea el Océano Pacífico y bajo la soberanía boliviana.
Honrando el Tratado de Paz de 1904, Chile ofrece a Bolivia tránsito comercial libre a través de sus puertos a un costo anual de US$100 millones. Bolivia no sólo cuenta con sus propias autoridades aduaneras, sino que también se beneficia de un trato y de aranceles preferenciales. En marzo de 2014, de las 763.000 toneladas de mercancía movilizadas en el puerto de Arica, 81% eran carga boliviana.
Con la firma del tratado que puso fin a la Guerra del Pacífico, Bolivia aceptó la pérdida de territorio. No hay ninguna base legal que obligue a Chile a ceder parte de su costa a Bolivia. Una transferencia de tierras implicaría que el tratado ya no es vinculante y que las fronteras pueden ser redibujadas según los caprichos de los líderes, sentando un peligroso precedente en las relaciones internacionales.
Bolivia aparentemente entiende que la recuperación del territorio perdido recibiría poco apoyo de la comunidad internacional. Durante la audiencia de este mes, se negó a proporcionar una definición de “acceso soberano al mar”, a pesar de utilizar repetidamente los términos “transferencia de territorio” y “cesión de territorio” en su aplicación y memoria.
Contradiciéndose aún más, Bolivia insiste en que la obtención de acceso al Pacífico “es una cuestión independiente del Tratado de 1904 y no requiere ningún tipo de innovación del mismo”. Teniendo en cuenta que la postura de Bolivia ha sido lo suficientemente clara acerca de su deseo de absorber territorio chileno, ¿de qué otra manera Bolivia pretende lograrlo, si no es mediante la modificación del tratado que estableció las fronteras actuales? Ningún país en su sano juicio renunciaría voluntariamente a parte de su territorio.
Una pregunta lógica surge de esto. ¿Está Evo Morales persiguiendo un cambio del statu quo por buena fe? ¿Realmente cree que podrá lograr acceso al Pacífico?
La incoherencia e inconsistencia de Bolivia desacreditan fuertemente la petición del país y la reducen a una política exterior populista y belicosa. Uno no necesita mirar más allá de la revisión de la Constitución para incluir el acceso al mar como un “derecho irrenunciable”; hay un pomposo día festivo en el que el país celebra el mar y a su decorada marina (estacionada en los ríos y lagos), para reconocer que la medida de Evo Morales está enfocada más en la política interna que en el mar.
Bolivia también afirma que Chile le prometió acceso al mar en el pasado, ahora considerado como un “derecho expectaticio“. Los diálogos efectivamente se han llevado a cabo, pero el error en la interpretación de Bolivia es que un diálogo no equivale a un compromiso. La naturaleza de las negociaciones implica que se pueden hacer propuestas sin dar lugar a un compromiso, en el caso de que las conversaciones colapsen.
“Una expectativa no crea derechos y ningún país negociaría con otro ni haría ofrecimientos si es que a partir de esos ofrecimientos se generan derechos. Eso es contrario a la lógica de las relaciones internacionales”, sostuvo el canciller chileno Heraldo Muñoz.
La demanda de Bolivia podría ser legítima por razones morales. Después de todo, Chile sí violó la soberanía de Bolivia en un principio, sacándolo injustamente de la costa. Lo que está en juego, sin embargo, no es la justicia sino la ley.
La condición de Estado sin litoral de Bolivia sigue siendo un hecho de la Historia, como muchos otros que han marcado a la humanidad. Pensar que se podría renunciar al sistema de tratados que ha respaldado el orden mundial por tanto tiempo es ingenuo.
Valerie Dekimpe es una periodista belgo-chilena que reside en Santiago, Chile, donde sigue la transformación actual del país. Aparte de cubrir la política chilena, también escribe sobre asuntos internacionales. Sígala en @VDekimpe.