Los mercados ilegales matan personas
Por Jason Brennan
¿Deberían los Gobiernos permitir a los individuos vender sus riñones extra en el mercado? En la actualidad, alrededor de 99.000 estadounidenses están en la lista de espera para trasplantes de riñón. La mayoría no conseguirá los riñones. La gente simplemente no está dispuesta a ceder los órganos que otros necesitan.
Sin embargo, algunas personas están dispuestas a vender sus riñones y otros están dispuestos a comprarlos.
Pero los mercados de riñones son ilegales. El Gobierno fija el precio legal de órganos en USD $0, muy por debajo del precio implícito de mercado de equilibrio. Por lo tanto, un economista podría decir, por supuesto que hay una escasez —siempre que el precio de un bien se fija por debajo del precio de equilibrio, la cantidad demandada excederá la cantidad ofrecida.
Por lo tanto, muchos filósofos y economistas piensan que los mercados de órganos eliminarán la escasez. Usted probablemente no es tan amable como para regalar su riñón extra para un extraño, pero es posible que sí lo haga por $100.000. Los defensores de la venta de órganos consideran que estas ahorrarán cientos de miles de vidas cada año y ayudarán a hacer ricos a los pobres.
Que el mercado de riñones sea ilegal está matando gente, casi literalmente.
Muchas personas piensan que el mercado de riñones tendría ciertas características indeseables o de explotación. Sin embargo, estos problemas pueden ser superados mediante un diseño y/o regulación adecuada del mercado. Considere lo siguiente:
Muchos objetan que si el mercado de riñones fuera legal, entonces el precio de un riñón sería tan alto que sólo los ricos podían comprarlos. Pero, paralelamente, algunas personas pobres no pueden darse el lujo de comprar alimentos. Como resultado, nosotros no prohibimos los mercados de los alimentos.
En cambio, subvencionamos a los pobres mediante la emisión de cupones de alimentos. Podríamos emitir sellos para los riñones aprobados también. Además, en un mercado libre de riñones, el precio sería probablemente mucho más bajo de lo que es en el mercado negro actual.
Otros argumentan que los pobres serían explotados por los ricos. Incluso si es así, esto no demuestra que los mercados de riñones deben ser prohibidos, sino que sólo a las personas que son lo suficientemente ricas —por ejemplo, que hacen más de $60,000 al año— se les debería permitir vender riñones.
Hay otros que argumentan que las personas se apresuran a vender sus riñones sin una comprensión completa de los riesgos que eso implica. Pero, de nuevo, esta demuestra que debería exigírseles una licencia a los posibles vendedores de riñones. Antes de que se les permita vender, deben pasar una prueba, similar a examen de licencia de conducir, demostrando que entienden los costos y beneficios.
Al final, algunas personas sienten que la venta de riñones simplemente está mal porque viola alguna manera la dignidad humana o la integridad del cuerpo. Pero este tipo de disgusto hacia los mercados de riñones está literalmente matando a la gente. No hay sabiduría en repugnancia.
Muchas de las cosas que hoy son consideradas como normales, —tales como el seguro de vida, la anestesia, o estar dispuesto a trabajar por un salario — una vez fueron vistas como indignas, desagradables, o como formas de “mercantilizar la vida”. La vida de las personas que están en juego aquí. Es hora de crecer y superar nuestra aversión primitiva a los mercados de riñones.
Jason Brennan es un profesor asociado de Estrategia, Economía, Ética y Política Pública en la McDonough School of Business. También es profesor asociado de Filosofía en Georgetown University. Se especializa en filosofía política y ética aplicada. Es autor de Mercados sin límites, con Peter Jaworkski.
Un mercado perfecto es imposible
Por Pedro García Otero
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¿Cuánto vale una vida humana? ¿Valen lo mismo, por ejemplo —más allá de sus aportes a la humanidad, relevancia o fortunas—, las vidas de Bill Gates, Nelson Mandela o Lionel Messi que la mía? ¿Vale mi vida lo mismo que la de un preso común en China o Azerbaiyán? Aún más: ¿es la vida humana susceptible de valoración? ¿Y quién fija ese precio?
Si partimos de la premisa de que todas las vidas humanas son igualmente valiosas (solo totalitarismos como el comunista y el nacionalsocialista opinaron en contrario), tendríamos que llegar a la conclusión de que es imposible la venta libre de órganos humanos de donantes vivos.
Universalmente, incluso en los países más desarrollados en lo referente a trasplantes y donaciones de órganos, la oferta de los mismos no se acerca a la demanda; según la Red Unida para la Donación de Órganos (UNOS, por sus siglas en inglés) en 2015 en Estados Unidos, el número de pacientes esperando un órgano (70% esperan un riñón, aproximadamente) era de casi 123 mil; en 2014 se realizaron unas 30 mil donaciones. Es decir, cinco de cada seis personas necesitadas de un donante no lo han conseguido.
Y este es un caso extremo: En países latinoamericanos, por ejemplo, el número de donantes por millón de personas, que para la Organización Mundial de la Salud, debería ser de 40, no llega a 4 personas por millón.
Aún en aquellos países que tienen políticas de “silencio afirmativo” para la donación de órganos de fallecidos, como Venezuela, esta cifra no mejora, porque más allá de las leyes, se requieren políticas eficientes de recolección de datos acerca de los receptores y de los potenciales donantes, y aún más allá, se requiere romper tabúes culturales acerca de la donación.
Cuando la demanda supera de forma tan decisiva a la oferta, es imposible que no surja un mercado negro. Y en este, es imposible que aquellos que tienen más recursos económicos no lleven ventaja sobre los que tienen menos.
Actualmente, los trasplantes priorizan una serie de características (esperanza de sobrevida del paciente, edad, condición general de salud de la persona) que pasarían a ser únicamente sustituidos por su capacidad de pagar. Esto es desde el punto de vista del receptor. ¿Cuánto vale un riñón para mí si me estoy muriendo? La respuesta es: Infinito. Eso dispara cualquier posibilidad de corrupción.
¿Y desde el punto de vista del donante? En el caso de la venta de órganos, nadie realizaría una venta totalmente voluntaria. Siempre privaría una motivación (una situación económica desesperada) o, más probablemente, una coacción.
Por más de dos décadas, se ha hablado del negocio que tiene el Gobierno de la República Popular China con los órganos procedentes de presos; obviamente, estos no han podido acceder voluntariamente a vender un riñón o una parte de su hígado, o sus córneas; en la India, donde la comercialización fue libre hasta 1994, y luego regulada solo en maquillaje, se producen cientos de trasplantes cada año, a personas ricas que son receptores y en condiciones mínimas de salubridad.
Considerar una vida más valiosa que otras en función de su capacidad económica rompe el paradigma básico de la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, siendo dos de estos derechos fundamentales el derecho a la vida y el derecho a la salud.
Hasta que la sociedad y la medicina no logren que la oferta y la demanda se equiparen en el tema de los órganos, no habrá un mercado; y sin un mercado, la venta libre de estos seguirá siendo objeto de tráfico y privilegios. La solución está en las políticas de silencio afirmativo, en la educación y en la eficiencia de los mecanismos de donación de pacientes fallecidos, mientras la ciencia desarrolla órganos a la medida, algo que sin duda llegará.
Pedro García Otero es el editor del PanAm Post en español. Periodista venezolano, con 25 años de experiencia en cobertura de temas económicos, políticos y locales para prensa, radio, TV y web. Síguelo en @PedroGarciaO.
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