
El actual proceso de paz ha polarizado a la sociedad colombiana. El presidente Juan Manuel Santos se ha valido de una impresionante campaña mediática para defender los diálogos en La Habana; los canales nacionales están llenos de propaganda a favor del proceso, en los colegios y universidades colombianas ahora se imparte la “Cátedra de la Paz”, y además, el Gobierno ha logrado extender en la sociedad la idea de que quienes estamos en contra del proceso que se adelanta en Cuba, somos “enemigos de la paz”.
Ahora, en Colombia, los “enemigos de la paz” no son los que matan y buscan sus objetivos empuñando un arma: somos los ciudadanos comunes, los civiles que llamamos por su nombre a los guerrilleros y decimos abiertamente que son unos asesinos.
Del otro lado estamos quienes afirmamos que el proceso de paz no es bueno ni desde el punto de vista moral ni desde el económico. Y de este lado, también hemos cometido errores. Así como llamar “enemigos de la paz” a quienes dicen la verdad está mal, también es indebido llamar “guerrillero” a todo el que esté a favor del proceso de paz.
Utilizar argumentos ad hominem y desacreditar a una persona para defender una tesis es inadecuado y solo fomenta el odio. Decir que la paz es buena y necesaria suena bonito, y por supuesto que así es; pero la verdadera pregunta es: ¿lo que llamamos “proceso de paz” nos llevará a conseguir la paz?
Santos no solo no argumenta la conveniencia del “proceso de paz” para lograr la paz, sino que además omite verdades y dice mentiras. A continuación, expongo las tres principales verdades acerca del proceso de paz que el presidente Santos no dice.
1. La impunidad incentiva la delincuencia
Quienes estamos en contra del proceso de paz, somos tildados de rencorosos y acusados de no entender que el perdón es un paso necesario para la paz. Al respecto hay por lo menos dos asuntos que aclarar:
Lo primero es que el perdón es algo individual. Cada víctima de la guerrilla sabrá si perdona o no a su agresor, y nadie tiene por qué juzgarla en caso de que decida no hacerlo. Lo segundo es que el perdón y la impunidad son cosas diferentes. A mí me alegra que alguien sea capaz de perdonar y reconozco los beneficios que tan valiente acto acarrea, sobre todo a quien realiza la acción.
El mensaje que se le está dando al ELN es que asesine más, que haga más daño, para que así el Gobierno les de los mismos beneficios que a las FARC
Pero perdonar no significa impunidad. No castigar a quien comete un delito es mandar a la sociedad la señal de que se puede delinquir sin que esto implique una pena. Por ello, si el proceso de paz se basa en impunidad, es un sinsentido decir que este es el camino a la paz; más bien sería el camino a la guerra.
Las sociedades con menos violencia son aquellas en las que funciona la justicia y la ley se cumple. En los países en los que la probabilidad de escapar cuando se comete un delito es muy baja hay menos homicidios, en tanto que la gente sabe que tendrá que pagar lo que haga. Entonces, ¿qué mensaje le estamos enviando a la sociedad con este acuerdo de paz?
Se equivocan quienes afirman que eximir a estos asesinos de sus penas parará la violencia. Primero, no es justo que quien comete un delito quede libre. Y segundo, tal acto no ayudará a que disminuya la violencia futura, por el contrario, la aumentará.
Analice por ejemplo el mensaje que se le está dando al ELN; lo que se le está diciendo es que asesine más, que haga más daño, para que así el Gobierno les de los mismos beneficios que le dan a las FARC. De esta forma, el proceso de paz que adelanta Juan Manuel Santos, es un incentivo a la delincuencia, contrario a disminuir la violencia futura.
2. El narcotráfico no se acabará porque las FARC desaparezcan
La mayor fuente de financiamiento de las FARC es el narcotráfico. Esta guerrilla no solo es dueña de laboratorios, plantaciones y corredores, sino que además es famosa por las “vacunas” o “impuestos revolucionarios” —como prefieren llamarlo los integrantes de este grupo armado— que cobran a quienes producen, manufacturan y transportan la droga.
Quienes afirman que cuando se desmovilice la guerrilla va a desaparecer la parte del mercado de la droga que maneja este grupo son o muy inocentes o muy mentirosos. Tal afirmación es, a todas luces, ridícula. Como en cualquier negocio, lo que sucederá es que llegarán otros narcotraficantes a ocupar el lugar que deje la guerrilla. Eso, si deja algún lugar y no sucede lo ocurrido con las autodefensas, que después de su supuesta desmovilización, las Bacrim (Bandas Criminales) retomaron el control de la mayoría de actividades relacionadas con el narcotráfico.
Los muertos, la extorsión y todo lo malo que deja el narcotráfico, no llegará a su fin cuando las FARC desaparezcan. Recordemos que antes de que la guerrilla incursionara en esta actividad, ya Colombia estaba azotada por el terror que causaban los carteles de Medellín y de Cali. Lo que sucederá, con el proceso de paz, será una reasignación de las rutas y los cultivos que, seguramente, traerá consigo un aumento de la violencia. Pero en ningún caso la desaparición de las FARC significará la reducción del narcotráfico.
3. Los homicidios que se podían asociar a la guerra con las FARC, antes de los diálogos, son menos del 3% del total de homicidios en Colombia
Si usted le menciona esta cifra, a cualquier persona poco familiarizada con el tema lo más probable es que se sorprenda. La explicación del asombro que causa este dato es la percepción generalizada de que uno de los grandes responsables de la violencia en Colombia son las FARC, y que al extinguirse esta organización, Colombia se convertiría en un lugar mucho más seguro.
En tanto que la violencia de las sociedades está relacionada con impunidad que existe en ellas, lo que se está es decirle a los delincuentes que es rentable delinquir
La noción de que la violencia asociada a las guerrillas es uno de los problemas estructurales del país está latente en la opinión pública y, por supuesto, es alentada desde el Gobierno de Santos; pero resulta que no es así.
En 2011, el año anterior al inicio de los diálogos en La Habana, el número de homicidios asociados a la guerra entre el Estado colombiano y las guerrillas, de acuerdo a las cifras de Medicina Legal y del Cinep, llegó a unas 500 personas. Es decir, no más del 3% del total de homicidios ocurridos ese año en el país. Resulta adecuado usar los datos del año 2011, por cuando este fue el año anterior al inicio de los diálogos de La Habana; y si se quiere, el último año de guerra sin contemplaciones.
Por lo tanto, los grupos guerrilleros, y de forma concreta, las FARC, contribuyen apenas marginalmente con la violencia que sufre Colombia. De modo que esa percepción, de que la desmovilización de los miembros de las FARC conducirá a una reducción sustancial del fenómeno de la violencia en nuestro país es falsa.
Entonces, no es cierto que vayamos a lograr la paz si se firma un acuerdo en La Habana. El porcentaje de homicidios causado por esta guerrilla es muy pequeño, y ni siquiera se puede esperar que el total de las muertes atribuidas a las FARC disminuyan, ya que, por lo menos, las que están asociadas al narcotráfico no desaparecerán. Y por el contrario, podría ocurrir un aumento debido a las guerras que se den por la reasignación de territorios y rutas para la comercialización de droga.
[adrotate group=”7″]Pero el problema principal es que tratando de acabar de manera equivocada con un porcentaje pequeño de muertes, vamos a terminar aumentando la violencia, por causa de las señales que le estamos enviando a la sociedad. El proceso de paz terminará dejando a nuestro país en una situación peor a la que se quiere curar, ya que aumentará los incentivos para delinquir.
La solución del presidente Santos es peor que el mal que pretende curar. En tanto que la violencia de las sociedades está relacionada con el nivel de impunidad que existe en ellas, lo que se está logrando con los diálogos en La Habana, es decirle a los delincuentes que es rentable delinquir, ya que la probabilidad de que alguien tenga que pagar por lo que hace es relativamente pequeña. Y por otra parte, se le está diciendo a los grupos armados ya establecidos que para lograr el perdón de sus penas deben aumentar la dimensión de sus actividades criminales.
Muchos de los que defienden el proceso de paz tienen, seguramente, buenas intenciones, y se han dejado llevar por el discurso enternecedor del presidente. Pero recuerden: lo importante no es cómo suenan las ideas, o qué tan bonitas parecen, sino los resultados que estas producen. Y si el objetivo es reducir la violencia y lograr la paz, el camino correcto no es el proceso que se está llevando a cabo en La Habana. Sin embargo, si el objetivo es que el presidente Santos gane un premio Nobel, tal vez ese sí sea el camino.
Vanessa Araujo Vallejo es economista de la Universidad del Valle. Liberal, escritora de opinión, influenciadora en redes sociales. Miembro del Movimiento Libertario colombiano. Síguela @VanesaVallejo3,