Por Tomás Molina
España lleva casi ochenta días sin poder formar nuevo gobierno. Pedro Sánchez, el candidato actual del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), ha fracasado en su intentona de conseguir una mayoría que le permita gobernar el país. Aparte de Coalición Canaria, solamente ha logrado pactar con Ciudadanos, un partido de centro derecha que ha ganado un número importante de parlamentarios en las últimas elecciones.
Desafortunadamente para sus ambiciones, Sánchez ha fracasado en su propósito de convencer a los demás partidos de su espectro ideológico. Por ejemplo, aunque le ha presentado a Podemos, un partido insurgente de izquierda liderado por Pablo Iglesias, una serie de medidas de izquierda en materia social, laboral, energética y anticorrupción, Iglesias se sigue negando a cerrar un pacto con el candidato del PSOE.
Hay, digamos, unas razones oficiales por las que Podemos no pacta con el PSOE. Por supuesto, el líder de Podemos teóricamente concuerda con el PSOE en los temas del ingreso mínimo vital, la universalidad del sistema nacional de salud, la reforma al sistema político y otros asuntos, pero desconfía de su pacto con Ciudadanos. El mismo Iglesias explica que Ciudadanos hace parte de la derecha, y se niega a gobernar con los de esa orilla política. Lo que quiere, en efecto, es una coalición de izquierda.
Pero al fin y al cabo el pacto que Sánchez le presentó a Podemos (y que ya ha acordado con Ciudadanos) es típicamente socialdemócrata. Sería entendible que Podemos no estuviese de acuerdo con una propuesta de derecha pura, pero rechazar la propuesta socialdemócrata del PSOE resulta extraño si lo que busca Iglesias es implementar rápidamente un plan de emergencia social. Iglesias, de hecho, se ha presentado frente a la opinión pública como un buen socialdemócrata al estilo danés.
Evidentemente, según Iglesias un plan socialdemócrata no se puede implementar si tiene elementos de la derecha, es decir, de Ciudadanos. Pero eso resulta muy extraño. Realmente las propuestas de Ciudadanos no son propiamente de “derecha”. Excepto por una modesta liberalización del mercado laboral y de la carga impositiva (suavizadas aún más por el pacto con el PSOE), sus propuestas entran dentro de la lógica socialdemócrata: subvenciones, indemnizaciones, complementos salariales garantizados y otras medidas asistencialistas. De hecho, prácticamente todas las propuestas económicas de los partidos grandes exigen aumentar los impuestos y el intervencionismo estatal.
En todo caso, para Iglesias sigue siendo imposible reconciliar a Podemos con Ciudadanos. Recientemente incluso ha dicho que Sánchez propone algo inaceptable: no se puede ser de derecha (léase liberal) en lo económico, pero de izquierda en lo social. Por lo tanto, según la teoría de Iglesias, el pacto entre el PSOE y Ciudadanos es un absurdo, una contradicción lógica (aunque Ciudadanos propiamente no sea liberal). Y solo si el PSOE renuncia a su pacto con la derecha, Podemos estaría dispuesto a ceder y negociar para formar gobierno. Es decir, solo si Podemos no tiene que ceder en nada importante, estaría dispuesto a ceder. Interesante estrategia.
Es bien sabido que Iglesias no es un hombre muy culto. Pero también queda claro que no sabe mucho de economía y sociedad. Casi todas las economías avanzadas del mundo son mixtas. Es decir, son una combinación de liberalismo e intervencionismo social. La diferencia entre ellas está en el grado de intervencionismo y de liberalismo que implementan. Que a Iglesias eso le parezca imposible habla muy mal de su formación universitaria.
Pero también debo señalar que, según el Cato Institute, los países que Iglesias admira profundamente — Dinamarca, Canadá y Noruega especialmente — están entre los más libres del mundo en términos económicos. Es decir, los tres son liberales en lo económico, aunque tengan políticas de izquierda en algunos aspectos sociales importantes. No hay forma de explicarle a Iglesias que esos países tienen liberalizados sus mercados laborales, sus aduanas y sus sistemas impositivos.
Quizá Iglesias debería leer historiador sueco Johan Norberg, quien explica que las ayudas estatales de países como Dinamarca y Suecia solo son posibles gracias a la riqueza que produce (y produjo) el libre mercado. Hasta el economista keynesiano Paul Krugman acepta lo obvio: solo las economías libres crean la riqueza necesaria para el bienestar social. Lo malo es que entre más riqueza y más libertad haya en una sociedad, menos podemitas son necesarios.
En suma, las razones oficiales de Iglesias para negarse a formar gobierno con Sánchez no son convincentes: si lo que busca es implementar un plan de emergencia social rápidamente, aceptaría la propuesta del PSOE. Si lo que busca es que España gire más hacia la socialdemocracia, aceptaría el pacto socialdemócrata que Ciudadanos ha firmado. Si el problema es la incompatibilidad ideológica, pues aquí no es muy grande: el pacto entre el PSOE y Ciudadanos es típicamente socialdemócrata y además las economías mixtas no solo son posibles, sino que muchas son exitosas.
Entre más riqueza y más libertad haya en una sociedad, menos podemitas como Iglesias son necesarios.
Lo más probable es que en el corto plazo el objetivo de Iglesias tenga que ver más con el poder que con las urgencias sociales. Evitar un pacto con el PSOE puede imposibilitar la consolidación de un gobierno socialdemócrata en España por ahora, pero precipita el llamado a nuevas elecciones y, por tanto, aumenta las posibilidades de que Iglesias y su partido aumenten su poder dentro del establecimiento político español.
En ese caso, no sería el radicalismo ideológico o la supuesta incompatibilidad ideológica, sino el cálculo político maquiavélico lo que impediría que Podemos pacte con el PSOE. Por lo menos en esa dirección va la opinión del candidato Sánchez. En efecto, parece ser que el revolucionario Iglesias calcula sus movidas políticas como todos los políticos lo han hecho siempre. Si todo le sale bien, quedaría facultado para hacer reformas más radicales, siempre y cuando no empiecen a aparecer, como suele suceder, diferencias ideológicas (¿irreconciliables?) entre los partidos de izquierda.
En cualquier caso, la coalición de izquierdas parece de momento lejana. Y con el Partido Popular (PP) tampoco parece posible formar gobierno, por lo menos mientras Mariano Rajoy siga al mando. De hecho, éste último ha manifestado su gran desprecio hacia Sánchez, como el mismo Iglesias lo ha señalado en su discurso. Pero aunque suene raro, la mitad de los votantes de Podemos y del PP no tienen problema alguno con que sus partidos formen gobierno con el PSOE. Parece ser que los ciudadanos de a pie sienten más la urgencia de tener un gobierno funcional en el país y de evitar el llamado a nuevas elecciones.