Por Scott Beyer
En el 2014, el Instituto Brookings clasificó la desigualdad de ingresos en las 50 ciudades más grandes de Estados Unidos. A principios de 2015 actualizaron el informe, en medio de una polémica discusión sobre el tema.
Miami obtuvo el cuarto lugar más alto, lo que no sorprendió a nadie aquí, ya que la división entre ricos y pobres de la ciudad es ya visible desde la calle. Pero debido a la composición demográfica propia de Miami, la desigualdad aquí debería ser considerada como algo inevitable, más que algo por lo que deberíamos estar molestos.
La pregunta más importante es si la ciudad permite a los pobres crecer, o al menos mantener un mejor nivel de vida que el lugar de dónde provienen. La respuesta ha sido durante mucho tiempo que sí y probablemente todavía lo es.
El informe de Brookings utilizó datos del censo de ciertas ciudades para analizar los “ingresos en los hogares ubicados en la parte superior de la distribución —aquellos que ganan más que el 95% de todos los demás hogares— y los hogares en la parte inferior de la distribución — aquellos que solo ganan más que el 20% de todos los otros hogares”.
Luego calculó la proporción “95/20” de cada ciudad, con base en cuántas veces las personas con mayores ingresos generaban más ganancias que el resto.
La pregunta más importante es si la ciudad permite a los pobres crecer, o al menos mantener un mejor nivel de vida que el lugar de dónde provienen
Atlanta obtuvo la proporción más alta y, por lo tanto, es la ciudad más desigual de la nación, donde el percentil 95 gana US$288.159 y el percentil 20 gana US$14.988, una relación de 19,2. Le siguen San Francisco, Boston y Miami.
Factor clave: la inmigración
La presencia de ricos y pobres en Miami es mayoritariamente impulsada por la inmigración. Entre los ricos que atrae se encuentran los profesionales de países desarrollados como Rusia, Brasil y Argentina.
Por su parte, muchos de los pobres de Miami se asemejan a los migrantes que se encuentran en todos los países en vías de desarrollo. A menudo no tienen educación, vivieron previamente del agro o en barrios marginales, no hablan inglés y, en este caso, provienen del Caribe y de Centroamérica.
Esta es exactamente la razón por la cual la desigualdad de Miami debería ser considerada como inevitable. El mundo está lleno de personas, tanto de países desarrollados como en vías de desarrollo, que tienen niveles de vida radicalmente diferentes.
[adrotate group=”8″]Al convertirse en un punto de encuentro de ambos grupos, Miami se ha convertido, ipso facto, en desigual. Pero esto no quiere decir que la ciudad está haciendo algo mal, o que hay alguna política que puede adoptar para acabar con la brecha mágicamente.
Después de todo, un refugiado haitiano que escapó de su tierra natal en balsa será mucho más pobre que un banquero francés, y podría tomar generaciones para que estén en igualdad de condiciones, si es que alguna vez llegara a pasar.
Los datos del Instituto Brookings reflejan estas tendencias. De acuerdo con el apéndice del estudio, el percentil 95 de Miami con ingresos de US$169.855 en realidad no es tan rico en relación con otras ciudades de Estados Unidos. Pero los pobres de la ciudad son extremadamente pobres, dado que el percentil 20 recibe un promedio de $11.497, la tercera cantidad más baja entre 50 ciudades.
Se podría esperar estas cifras en una ciudad que ha albergado tanto al primer como al tercer mundo. Pero la cuestión más importante, de nuevo, es si Miami ofrece a estos inmigrantes pobres la oportunidad de tener una vida mejor. Y en este aspecto, la ciudad históricamente se ha desempeñado bien.
Olas migratorias en Miami
Por ejemplo, la ciudad ha recibido dos oleadas de inmigrantes cubanos; la primera después de la revolución castrista de 1959, y luego en 1980, cuando Fidel abrió los puertos durante el Éxodo del Mariel.
Muchos de estos cubanos, especialmente de este último grupo, llegaron pobres a Miami, pero desde entonces se han convertido en varios de los principales casos de éxito de inmigrantes en Estados Unidos.
Durante décadas, los cubanos estaban entre los grupos hispanos con mayores ingresos de Estados Unidos, y aunque han perdido este título recientemente, el ingreso promedio de estos hogares sigue siendo de unos respetable US$40.000.
Su movilidad ascendente ha sido evidente en Miami, ya que están cediendo lentamente el arenoso sector de La Pequeña Habana a otros grupos de inmigrantes, y se están mudando a suburbios más ricos, como Coral Gables, Miami Beach y Key Biscayne.
Los haitianos, que representan el segundo grupo más grande de inmigrantes de Miami, no han tenido el mismo éxito. La élite económica de Haití se exilió en Miami en la década de 1950 debido al régimen de Duvalier y los “balseros” haitianos mucho más pobres los han seguido recientemente.
Ambos grupos se ha aislado en los barrios pobres y los suburbios del norte de la ciudad, donde las calles han sido dominadas por su dialecto nativo Creole. Pero, tal como señala otro informe del Instituto Brookings, su magra situación debe ser puesta en contexto.
Mientras que su ingreso promedio por hogar ronda los US$20.000, el ingreso promedio per cápita en Haití es de US$400. Así, aunque tal vez no sean “prósperos” para los estándares de Estados Unidos, no es de extrañar que los haitianos continúen viniendo.
Al convertirse en un punto de encuentro de ambos grupos, Miami se ha convertido, ipso facto, en desigual.
Otros grupos de inmigrantes también lo hacen, ocupando ciertos barrios o suburbios: los dominicanos en Allapattah, bahameses en Coconut Grove, venezolanos en Doral y nicaragüenses en Sweetwater.
Algunas de estas comunidades son pobres según las cifras del censo, pero difícilmente en la forma desesperada que he encontrado al caminar a través de, por ejemplo, los vacíos barrios de St. Louis o Flint. En cambio, tienen climas de pequeños y pujantes negocios, y es fácil imaginarlos siguiendo la próspera ruta de los cubanos.
Ricos ayudan a la movilidad social
¿La desigualdad inherente a la ciudad hará su camino más fácil o más difícil? Será más difícil si los ricos impulsan la gentrificación en sus barrios. Pero hasta ahora, este fenómeno en Miami se ha limitado principalmente a los cambios orgánicos entre los grupos étnicos de clase trabajadora, y no de los ricos empujando a los pobres.
Esto es sorprendente, teniendo en cuenta que Miami-Dade es un sector con terreno limitado cuya población prácticamente se ha duplicado desde 1980. Pero la ciudad ha abordado estas tendencias con la construcción rápida de viviendas, permitiendo a los barrios desarrollarse verticalmente a lo largo de la línea costera, de modo que los ricos pueden concentrarse en lugar de invadir las áreas más pobres en el interior. Estas políticas a favor del crecimiento deben seguir si Miami quiere continuar siendo inclusiva.
Una manera en que la afluencia de los ricos ha ayudado a los pobres de Miami, sin duda, es mediante la generación de ingresos para las nuevas inversiones públicas, desde las más prácticas como la modernización de los puertos y el transporte público ampliado, hasta las comodidades para el estilo de vida como museos y parques costeros.
También ha financiado un buen sistema de educación pública que integra una gran población que no habla inglés. Y las carreteras aquí están generalmente limpias y bien pavimentadas (tanto las calles como las escuelas han sido calificadas como las más eficientes de Estados Unidos).
Mientras que el mercado laboral, vinculado a la vivienda y el turismo, puede ser caótico, el panorama fiscal general es bueno: este año, S&P elevó la calificación de bonos de Miami de BBB a A+.
Estas son mejoras que no pueden presumir ciudades que son meramente pobres. La ciudad con la gente rica de ingresos más bajos fue, de lejos, Detroit, donde el percentil 95 gana solamente $107.000, con una caída promedio de ingresos de $15.000 desde el 2007.
El percentil 95 de Cleveland fue el segundo más bajo con $116.000. ¿Es de extrañar entonces que los servicios públicos de ambas ciudades se estén derrumbando?
Por su parte, en las ciudades más “desiguales”, los ricos han ayudado a financiar puestos de trabajo, infraestructura y servicios. Había varias otras ciudades en el top 10 de desigualdad de Brookings — incluyendo a Chicago, Dallas, Nueva York, San Francisco y Los Ángeles— que tiene una mezcla demográfica global como Miami, predestinadas para la desigualdad.
Pero en lugar de ser malas ciudades o de explotación, han sido durante mucho tiempo, como Miami, un lugar de movilidad ascendente, y muchos continúan siéndolo.
La desigualdad en estas ciudades pueden no adaptarse a las expectativas de un idealista. Pero las ventajas que ofrecen parecen ser reconocidas por todos los pobres que huyen hacia ellas.
Originalmente publicado en Forbes. Scott Beyer es un periodista estadounidense enfocado en temas urbanos estadounidenses. Es columnista para Forbes, Governing Magazine, and MarketUrbanism.com