Por Rafael Soler
Treinta y tres años va a cumplir la democracia argentina y al menos tres generaciones de connacionales fuimos protagonistas o testigos de las acciones políticas y la difusión de esas ideas. En la década del 80, una generación toma la iniciativa de organizar un partido político, que junto a una confederación de partidos, llegó a obtener el 8 % de adhesión en el electorado nacional.
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Salta a la vista hoy viendo encuestas que mayoritariamente la ciudadanía se inclinó por expresiones populistas, estatistas, todas de corte socialista y las expresiones político liberales con ese porcentaje de adhesión citado, más precisamente en la década del 90, se “arrodillo” ante un peronismo, vieja expresión populista de nuestro país, recién mutada a un “capitalismo de amigos”.
Las consecuencias están a la vista, las ideas ya sea por negligencia o por una acción deliberada de la dirigencia, no tienen hoy adhesión en la ciudadanía más que en un 1 % del electorado. Cabe aclarar que las crisis del final de la década del 80, estas siempre recurrentes y nunca terminales, no son excusa para haber adherido al populismo “de centro derecha” y así hacer desaparecer a esas agrupaciones político/liberales, estructuras partidarias y militancia.
¿Qué tenemos hoy en la dirigencia o en los intelectuales liberales? Varias características muy nocivas, a saber:
Ninguna autocrítica, propia del necio y de las personas miserables, que entienden que el país termina en los límites de la Capital Federal.
Ningún responsable, habida cuenta que fue una dirigencia la que decidió “hacer desaparecer” a los partidos políticos de las ideas.
Soberbia (entiendo la peor), porque se comprueba hoy que no tienen un mínimo de humildad y grandeza para renovar sus dirigencias y cambiar de nombre a los partidos porque los que más popularidad tuvieron en su momento, hoy están “quemados” tanto por la decisión de hacerlos desaparecer, como por los que algunas vez militaron en las ideas por distintos motivos, pero pasaron a ser parte del saqueo kirchnerista, por ejemplo, u otras fuerzas, que se presentaron como alternativas, para “renovar” al peronismo.
Una incapacidad inaudita de entender cuál es la realidad que vivimos, propia del que tiene muy poca lectura de la política y encima, “mide” a todos con su “liberalómetro”.
Una incapacidad de salir del ateneo y del laboratorio de las ideas, para poner en acción las mismas y acercase a los pocos dirigentes o funcionarios liberales que están en el gobierno, para ofrecerles propuestas.
Párrafo aparte merece alguna dirigencia que en el ambiente de los “liberales” es considerado “gurka” porque detentan un partido político como “sello de goma”, esto porque es solo la personería lo que tiene, sin estructura, trabajo territorial ni dirigencia, y “usa” a esos partidos de ideas liberales para beneficio propio, negociando cargos o candidaturas.
Hoy estamos frente a un gran desafío, sobre todo los que pensamos en las futuras generaciones. Como previo tenemos que reconocer, como me decía un amigo, que el gobierno de Cambiemos es lo más liberal que se puede para la actualidad política argentina, segundo -y entiendo lo más positivo de las décadas pasadas- es que dieron funcionarios y dirigentes que hoy están en las decisiones del gobierno, ya sea por su formación profesional y su trayectoria como por sus valores.
El gran desafío que tenemos por delante es una empresa muy grande, volver a poner a la Argentina como el faro de la libertad en estas latitudes. Para ello tenemos que preparar a las nuevas generaciones con nuestras ideas y así llevar adelante la revolución que esperan estos pueblos, para progresar y desarrollar las potencialidades de los individuos.
Rafael Soler es argentino, abogado y asesor del Bloque Frente Pro del Honorable Senado de la Nación Argentina.