Por Rafael Soler
Los pueblos que han progresado en el mundo, después de guerras o dictadores, son los que han tenido y mantenido, la fe en Dios, el respeto a la ley y los principios morales.
El populismo latinoamericano dice algo, pero hace otra cosa, que paradójicamente, es todo lo contrario a lo que declama.
El nivel de tolerancia y apoyo de la ciudadanía aun, en países como el nuestro Argentina, a este tipo de discurso y doble moral de la dirigencia populista es preocupante. Cuando hablo de nivel de tolerancia, hago referencia a que el ciudadano medio, acepta como naturales, discursos, cargados de revancha, venganza, rechazo a que “desde afuera nos dirijan como país”, en síntesis, viejos y repetidos discursos socialistas izquierdosos y después puede ver al funcionario, legislador populista abrazando fortunas entre bienes mal habidos y niveles de vida que no se condicen con sus ingresos, que antes de llegar a la función publico/política, jamás tuvo.
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Producto de la colonización por parte de los populismos del Poder Judicial, porque para ellos no hay mas que un solo poder, es que no hay sentencias ejemplificadoras para los enriquecimientos ilícitos. Mientras tanto, funcionarios de segunda o tercera línea (paso a todo nivel y pasa aun en provincias o municipios kirchneristas) que pasaron unos meses por el poder administrando presupuestos millonarios, tienen hoy entre sus bienes o desparramados entre amigos, parientes o testaferros, mansiones de cientos de miles o millones de dólares y caminan por las calles con total impunidad, eso sí “combatiendo al capital” y pidiendo que vuelva Cristina.
También el populista, más en estos días de conflicto docente, se llena la boca hablando de su “irrestricto apoyo a la educación pública y gratuita”, pero envía a sus hijos a colegios bilingües que tienen cuotas mensuales del orden de los 1000 a 1500 dólares.
A todo esto, el populismo, ¿tiene ideología? ¿O son partidos o movimientos políticos que se apoyan parcialmente en ideologías y a conveniencia?. La verdad es que no son lo mismo, ideas que sostienen y defienden sistemas como el republicano y liberal o las de corte socialista totalitario, ya que estas últimas, igual que los populismos, mutan o dejan en un “estado de suspenso en democracia”, sus verdaderos propósitos, que son limitar libertades, controlar la economía, pensamiento y partido único, división de la ciudadanía entre buenos y malos, y mientras tanto formar y mantener una nueva “elite” privilegiada que vive de los demás y amasa fortunas incalculables con la corrupción.
Un ejemplo de doble moral en la dirigencia o en los funcionarios es lo que llamo “peronismo utilitario”. El peronismo fue en los 70 “revolucionario”, en los 80 populista ajustado al renacer democrático, en los 90 neoliberal, en los 2000 prechavista y hoy, salvo algunos representantes que añoran la presencia de Cristina Kirchner en el poder, están con el GPS mirando para dónde ir, miran que ideas les va a traer mas votos.
Sería bueno para el país, que el movimiento político más importante de las últimas décadas en la Argentina, haciéndose responsable que parte del retroceso que sufrimos los argentinos en todos los órdenes se debe a sus políticas, orientara el GPS a primero, definirse como republicano, respetuoso de los tres poderes y la Constitución Nacional y no dude a la hora, por ejemplo de condenar regímenes como el chavista de Venezuela, porque esa sería ni mas ni menos: la base para discutir la Argentina del futuro.
Mientras “los muchachos peronistas” se definen, el tren del cambio en la Argentina ya está en marcha. La “vieja política” está quedando atrás, porque Cambiemos, de la mano del presidente Macri y sus funcionarios lo incorporaron, mientras, el ciudadano común está reaccionando lentamente ante la injusticia de saber que el político no se puede enriquecer, sino ser transparente y eficiente con los dineros públicos en pos del bien común y el desarrollo de la potencialidad de los ciudadanos.
Rafael Soler es argentino, abogado y asesor del Bloque Frente Pro del Honorable Senado de la Nación Argentina.