Por Nicolás Moreno*
Dicen que si se repite hasta la saciedad una palabra esta poco a poco perderá su significado. Efecto contrario sucede con las mentiras; si se repiten lo suficiente, poco a poco se terminará por creer que son verdad. La lucha política parece tomar estas dos creencias como axiomas y a menudo encontramos que no se equivocan al creer en ello. Es mucho más sencillo luchar contra el capitalismo, socialismo, comunismo o cualquier “ismo” que se nos ocurra; el evocar un enemigo común y abstraerlo permite despersonalizar la guerra y, con el tiempo, transformarla en cualquier cosa que mejor convenga.
¿Qué tan sostenibles son nuestras ideas cuando las enfrentamos hasta las últimas consecuencias? ¿A quién culpamos de todos los males de esta vida?: ¿al capitalismo?, ¿al comunismo? ¿Con cuántos ismos estamos dispuestos a casarnos? ¿Cómo ajustamos la perilla para tener la dosis adecuada de cada uno de ellos? A la larga, resumir tanto las ideas puede ser perjudicial: cuando alguien ataca el capitalismo se vuelve un poco confuso su objetivo, desconozco si es la propiedad privada lo que se desea abolir o, por el contrario, los abusos de aquellos acumuladores de capital que aprovechan su poder económico para sustraer los recursos de los menos favorecidos. Dudo que algún crítico del capitalismo no tome la segunda opción como una obvia respuesta, pero me pregunto qué tantas veces habrán detallado el plan con el cuál piensan lograr su cometido y acabar con este mundo de injusticias.
Si llamamos a eso capitalismo, me convencieron, desde el día de hoy soy un crítico más de este. A nadie le agradan los grandes magnates, suelen ser déspotas e irascibles, o al menos esa es la imagen que nos venden. Más de uno de nosotros quisiera imaginarse una realidad en la cual cayeran de su pedestal y tuviesen que enfrentarse a los mismos problemas del día a día que enfrentamos nosotros. La preocupación viene cuando se plantean soluciones para derrocarlos, y aquí se pone confusa la cosa, porque las soluciones que se plantean solo difieren en actores, pero muy poco en el contenido.
¿Qué despreciamos de ellos? Y a ellos les llamo a todos aquellos que cometen atropellos de manera impune sobre los demás, ¿es su bienestar? Me niego a contrariarme por la riqueza de mi vecino, ¿es nuestra pobreza? Pero la pobreza tiene múltiples variables que van más allá de la acumulación por parte de unos pocos. Entonces ¿qué despreciamos si no son los medios violentos por los cuáles ellos llegan a esa situación de poder? Por supuesto que podemos diferir en este análisis, pero es precisamente acá donde quiero hacer distinciones, quiero dejar claro dónde trazamos la línea unos y otros, línea que parece haberse hecho difusa con el paso del tiempo y los discursos llenos de palabras bonitas que evaden el tema.
Antes de hablar de los fines quisiera que nos pusiéramos de acuerdo con los medios. Los fines son mucho más ambiguos, los supervillanos usualmente se quedan en las historietas y todos los líderes mundiales, sin importar su sesgo político, nos hablan de un mundo lleno de mariposas, arcoíris y uno que otro Pegaso en los parques. ¿Qué estamos dispuestos a hacer para lograr nuestra visión del mundo? ¿Cuántas personas sobran?, ¿cuántas se deben sacrificar? ¿Qué tanto poder necesitamos para lograrlo? No son cuestiones irrelevantes, son precisamente las que más importan, si para cumplir con nuestro sueño debemos usar los mismos medios que generaron descontento en un principio, no estamos ofreciendo una verdadera alternativa, solo un cambio de jinete.
Como regla general procuro no hacer pasar por villanos a las personas con quienes discuto, partiendo de que ninguna de las personas que tienen un descontento con la actualidad del mundo está buscando esclavizarlo, de esa forma es posible encontrar puntos en común y simpatías inesperadas. No usemos entonces ningún ismo para definir nuestras posturas, hablemos de principios. Para mí todo se resume a tres en particular: vida, libertad y propiedad.
Estos principios cuentan con innumerables defensores, mejores versados que este servidor para describirlos, pero con el fin de llegar a un acuerdo procuraré ser lo más conciso posible al describirlos.
Nuestra vida nos pertenece únicamente a nosotros, como individuos, sin importar el medio por el cual nos fue dada, ya sea por un ser superior omnisciente y omnipresente, o sencillamente como fruto del azar cósmico. Esta posesión insustraible, salvo por la muerte, nos brinda total autonomía sobre nuestras acciones, debido a que nadie más puede ejecutarlas sin hacerlo por medio de nuestros comandos. A esta autonomía es a lo que llamo libertad. La transformación de los elementos de la naturaleza lograda por medio de las acciones realizadas de manera autónoma a lo largo de nuestra vida sería lo que definiría como propiedad (1).
Bajo estos principios, los medios se convierten en un fin por sí mismo. El respeto por la vida no nace de un profundo sentimiento filantrópico, sino por el instinto mismo de supervivencia con el que contamos todos los seres vivos. Un pacto de no agresión y respeto entre iguales es lo que nos permite concentrarnos en actividades más allá de nuestra defensa personal en un estado de guerra permanente entre los seres humanos. Para poder llevar a cabo estas actividades es indispensable que pueda mantener la autonomía de mis acciones, debido a que esta vida me pertenece a mí y únicamente a mí; las disposiciones que haga sobre ella, salvo que violen el pacto nombrado previamente, no deben ser restringidas por ningún otro ser humano de manera violenta, de lo contrario estaría realizando un ataque sobre mi vida e integridad pactada en un principio.
La libertad entre los hombres es un valor negativo, es la ausencia de coacción por parte de nuestros iguales; un ser humano que no goce de ella no puede ser definido de otra manera que como un esclavo. Una vez pactado el respeto por la vida y el goce de la libertad, la propiedad no es más que la consecuencia lógica de estos dos pactos. Alguna vez dijo Pepe Mújica, el célebre expresidente uruguayo, “Cuando compramos cosas no las compramos con dinero, sino con el tiempo que gastamos para conseguirlo”, este tiempo no es más que la unidad de medida de nuestra vida, y las acciones que ejecutamos en este tiempo son producto del goce de nuestra libertad, si partimos del respeto de las dos primeras no podemos condicionar la propiedad sin condicionarlas a ellas.
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No me preocuparía en lo más mínimo si los detractores del capitalismo le quisieran abolir manteniendo intactos los tres principios enumerados anteriormente. Tampoco tengo nada en contra de cualquier persona que abogue por compartir el fruto de sus acciones entre quienes no hayan tenido la oportunidad de gozar de ellas y llamarle a esto socialismo. No creo que para defender estos tres principios sea necesario contar con “valores occidentales” o pertenecer a una determinada raza o grupo político. Me tienen sin cuidado las creencias metafísicas de quienes me rodean, si le rezan a Alá, Budda o Jesucristo; creo que todas estas cosas hacen parte del disfrute de su vida misma, al igual que cualquier tipo de inclinación social o sexual.
Lo que realmente me preocupa son los medios por los cuales se pretende materializar una ideología; el ataque que estos realicen sobre mi libertad como individuo y la porción de mi vida que deba sacrificar para que esta visión se pueda realizar. Tras leer esto, las diferencias que tengamos frente al mundo puede que se hagan incluso diametralmente opuestas, pero al menos serán reales y no fruto de quimeras creadas para ilusionar y confundir al hombre. De esta manera podremos tener una discusión honesta sobre los conflictos que tenemos para vivir pacíficamente en sociedad.
1. Todas estas definiciones no son más que un parafraseo de las dadas por Murray Rothbard, Ayn Rand y muchos otros autores eruditos en estos temas.
*Ingeniero civil egresado de la Universidad Industrial de Santander (UIS) y aspirante a magíster en ingeniería estructural en la misma universidad. Actualmente es docente tiempo completo en la Universidad de Santander (UDES) y socio fundador de Modal Ingeniería S. A. S., empresa dedicada al cálculo estructural. Puede seguirlo en @NikkoRocker.