Por Miguel Angel Martínez
Venezuela está cargada de indignación. En los días recientes diferentes hechos han demostrado que el régimen chavista dispondrá de todos sus recursos confiables -dialogo, ataques a la propiedad privada, aumentos salariales o bonos, convocatoria de elecciones y represión- para evitar una nueva ola de protestas surjan. Estas podrían en una situación muy complicada a un grupo, que desde el ejercicio ilegitimo poder, solo le queda la violencia.
En enero del 2014, pocos meses después de que Nicolás Maduro a través del brazo ejecutor electoral del régimen –el CNE- decretara su fraudulento resultado, el sinsabor de una sociedad, que ya sufría las consecuencias económicas e institucionales del socialismo del siglo XXI, estaba vivo aunque parecía adormecido. Cuando la indignación llegó, a partir del asesinato de la actriz Monica Spear y su esposo Thomas Berry, empezó el despertar de una sociedad que decía entonces: no más.
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Días después -según sus propios voceros- una temerosa convocatoria ante la respuesta de la gente, superó las expectativas. Un alcalde, un dirigente opositor inhabilitado y una diputada presentaban desde una plaza caraqueña una propuesta a un país indignado llamada La Salida. El próximo encuentro sería en diez días, en las calles de toda Venezuela, el día de la juventud, el 12 de Febrero. Para entonces el llamado era a la movilización, la organización de la protesta y a la rebeldía.
Días antes de la convocatoria el dólar paralelo llegaba a 76 Bs y ya, era demasiado.
La ciudadanía respondió al llamado, el liderazgo consiguió una oportunidad y los venezolanos/as, una esperanza que sí había una salida posible y que especialmente, estábamos dispuestos a conseguirla.
En todo el país los jóvenes se organizaron. Había para entonces posibilidades en la sociedad civil de colaborar para mantener viva la lucha y en nuestras abuelas/os siempre encontramos el respaldo y la complicidad en la lucha por la libertad. Durante largos días, bajo el sol, se resistió a la brutal represión, pero no se desistió. El régimen dejo entonces miles de procesados, cientos de heridos, presos políticos y 43 asesinados –en su mayoría jóvenes- a los que he prometido no olvidar nunca hasta que haya justicia y libertad en Venezuela.
Nicolás Maduro y sus convictos, demostraron en el 2014 la crueldad y el cinismo del régimen que lideran. El mismo sistema que desde 1998 disimuló su esencia con propaganda, “ayuda sociales” y mucha retórica, pero que avanzaba en su proyecto de convertir en el idilio del socialismo del siglo XXI, donde la miseria, la criminalidad y la esclavitud son políticas de Estado.
Sin embargo, la cara del régimen se lavó cuando Outsiders de las protestas, miembros de la vieja política venezolana se sentaron –con el tirano a la cabecera- en un dialogo, que enfrió la calle, dio tiempo al régimen y no logró nada. Igual que en todas sus posteriores ediciones.
Recuerdo lo vivido en 2014 pues estamos un escenario similar de indignación, con el agregado de que la crisis ha llegado un punto nunca antes imaginado.
El régimen actuando como sus colegas tiranos a lo largo de la historia han decidido sacrificar a los venezolanos más vulnerables –infantes, pobres, enfermos y adultos mayores- que ante la grave situación y sin la posibilidad de emigrar, su vida en Venezuela pende de un hilo mientras los convictos sigan en el poder.
En las últimas horas, el presunto asesinato de un funcionario policial que se rebeló ante el régimen deja en evidencia que los jerarcas del régimen venezolanos han impuesto a la fuerza en Venezuela la pena de muerte por plomo o por hambre, sembrando así un mensaje de miedo a los rebeldes, que se justifica, cada vez sean más.
Desconozco si sea otra trágica muerte, otra prisión injusta o la ejecución de otro delito de lesa humanidad, pero en Venezuela –dentro y en el exilio- hay mucha indignación y esta, podría despertar muy pronto la furia de una sociedad asfixiada por la esclavitud del socialismo, de una ciudadanía asqueada de tanta injusticia.
Lo alertó la Conferencia Episcopal Venezolana, en voz de Monseñor Diego Padrón “se va desarrollando paulatinamente un proceso de convulsión social”.
Ahora, la voz María Corina Machado de la valiente diputada del 2014, líder de la oposición venezolana, ha vuelto con un mensaje claro a los venezolanos y al mundo, es que en Venezuela y ante la tiranía “No hay otra opción que rebelarse”.
Vienen días de lucha, lucha que no descarta la protesta de calle, ni la solidaridad internacional.
Miguel Angel Martínez estudió en la Universidad de Falcón, es venezolano y pertenece al equipo de María Corina Machado, Vente Venezuela.