Por Gian De Biase*
Desde la frontera de Brasil llegan imágenes de una gran marcha de personas cruzando hacia Venezuela ¡Pero no son brasileños! Son venezolanos, los cuales habían escapado del socialismo cruzando la frontera, pero ante la llegada masiva, los ciudadanos brasileños demostraron su descontento, persiguiendo a los campamentos de venezolanos, echándole gasolina a sus improvisados sitios para dormir y haciendo reaccionar a las autoridades que organizaron la deportación de los venezolanos indigentes que inundaban las calles.
Esto es trágico, y no solo digo por la deportación de los venezolanos, puesto que fueron ellos mismos que en su momento decidieron elegir al dictador socialista de Chávez, el cual prometió todo gratis y todo fácil, y los venezolanos cansados de la oligarquía corrupta de Acción Democrática y COPEI (socialdemocracia-democracristiana), decidieron echar todo su sistema por la borda en búsqueda de un salvador, un militar golpista, que en el año 1992 había demostrado su desprecio por la República y la democracia realizando un golpe de Estado al presidente Carlos Andrés Pérez.
Lo que resulta trágico de esta imagen, es ver esa rancia oligarquía que decía el teniente eterno Chávez, pero ahora representada en una más corrupta, más perversa y más asesina. El socialismo llegó a Latinoamérica para representar lo más oscuro, rancio y retrógrado de las oligarquías de la región.
El guerrillero Fidel Castro impuso una dictadura socialista que ha asesinado más de 100 mil cubanos para reemplazar la dictadura militar de Batista que asesinó 20 mil cubanos. El socialismo sumió a Cuba en el atraso institucional, de mercado y cultural, mientras que previo a la peste roja, esta era la República más estable y próspera de la región. Y lo mismo se puede observar en Venezuela, que desde la llegada del socialismo van 280 mil venezolanos asesinados por la delincuencia que propició y armó el régimen.
Estas cifras de asesinados son solo números, pero cada uno de esos números tenían un nombre, una familia y sueños, los cuales fueron destruidos por el socialismo, por los delirios totalitarios de un nuevo establishment, que como siempre, con palabras bonitas, buscaba atajos para el desarrollo, que solo se ha dedicado al saqueo, y que significa el estancamiento eterno de Latinoamérica.
Pero volviendo a Venezuela como problema, vemos como la amoralidad de una centro-izquierda, representada en la Mesa de la Unidad Democrática, que hasta el año pasado negociaba con la dictadura socialista mientras Maduro asesinaba en vivo por Twitter a un militar sublevado, mientras el mundo observaba cómo el hombre se rendía e igualmente fue brutalmente acribillado, a diferencia como se rindió Chávez en el 1992, cuando intentó asesinar al presidente Carlos Andrés Pérez, para ser apresado y posteriormente sobreseída su causa.
Luego tendríamos a María Corina, Diego Arria y Antonio Ledezma, que podría representar una centro-derecha los dos primeros, y la misma centro-izquierda estatista, populista y corrupta el último. Pero además queda claro, que este “centrismo” que se podrían conciliar en la democracia como medio persuasión política, ha resultado totalmente inútil frente a una dictadura militar, la cual solamente reconoce un homólogo: la violencia.
El problema de Venezuela es que el centro no se puede enfrentar a una dictadura socialista, es decir, a la extrema izquierda, hacen falta posturas institucionales y sobretodo hace falta una postura que contraste con las ideas totalitarias y liberticidas de izquierda. Es lamentable observar que mientras todo el mundo abandonó el sendero del socialismo, la ignorancia supina representada en Hugo Chávez, hizo al pueblo girar hacia el abismo del totalitarismo.
Latinoamérica se ha mostrado incapaz ante el avance del socialismo venezolano, incluso han permitido el avance del totalitarismo por toda la región, impulsado por los nuevos referentes mundiales de la izquierda, como el expresidente Obama o el Papa Francisco, ambos amigos de la dictadura cubana. Los organismos internacionales como las Naciones Unidas, demuestran ser un nido de burócratas progresistas muy costosos, que están ahí para defender a ladrones como Lula o Bachelet o dictadores como Castro y Maduro.
Los organismo regionales latinoamericanos solo han quedado para hacer eco de denuncias cobardes sobre lo que ocurre en Venezuela, denuncias con las cuales Maduro puede forrar su oficina y deleitarse de la pasividad e impotencia de las Repúblicas que lo rodean, es decir, mañana este dictador puede hacer lo que sea, como enviar miles de ciudadanos de forma ilegal a países, y en vez de ser destituido por la fuerza, será recompensando, con envío de medicinas (que Maduro no deja ingresar a Venezuela) u otra declaración recordándole lo perverso que es.
La insurrección en Venezuela solo podrá de venir o de la libertad exterior o de la configuración de una nueva clase de dirigentes, lejos de todos los vicios de la izquierda o del viejo establishment venezolano, que representen además la derecha actual, moderna, libertaria, conservadora, nacionalista y miniarquista, que aboguen por el producción nacional, la inversión y el libremercado, que crean en la cultura jurídica grecorromana y permitan la libertad religiosa, para el florecimiento de un nuevo espíritu nacional y moral.
Pero esta insurrección, esta revolución, no vendrá de adentro, tendrá que venir de la colaboración de las Repúblicas latinoamericanas, que deberán invertir en una nueva y joven élites, leja de los vicios y cercana a las instituciones, a las personas y a la moral, podrán construir un nuevo país, con el esfuerzo y la ayuda de sus vecinos.
La izquierda es el cáncer de Latinoamérica, tanto en las dictaduras socialistas como en las Repúblicas democráticas, creando inestabilidad e ingobernabilidad con la finalidad de destruir las instituciones e instaurar el socialismo, siguiendo las órdenes del Imperio Socialista que se redactan desde La Habana y se financian con nuestro bolsillo.
Latinoamérica debe aliarse para erradicar el Imperio Socialista de Cuba y Venezuela, a través de una respuesta militar coordinada ¿O seguirán permitiendo que miles de latinoamericanos pierdan su libertad y su vida? ¿Cómo es posible permanecer callado ante la carnicería de Maduro? ¿Cómo es posible permanecer ciego ante la vida de esclavitud de los cubanos? Como región debemos aprender a trabajar coordinadamente, para nuestro desarrollo económico, pero también para nuestro progreso político. La libertad de Venezuela debe venir de Latinoamérica.
*Gian De Biase es politólogo y analista internacional.