Por Gian De Biase*
A pesar de los delirios de la izquierda ideológica (que siguen viviendo en la tiranía del gobierno de la Unidad Popular, conocida popularmente como la UP) Chile es un país que despegó económicamente, dando un salto incomparable a nivel latinoamericano. Esto dejó atrás el 50% de pobreza con el que se encontró el general Augusto Pinochet cuando destituyó a Allende , aunque para ser justos, el país venía en mal camino económico desde antes de la tiranía socialista, ya que la UP terminó de destruir el poco mercado que quedaba, estatizando más del 80% de las empresas – receta que copió de Cuba y de la URSS.
Chile gozó a partir del gobierno militar un crecimiento económico casi milagroso, acostumbrando a los chilenos a una calidad de vida elevada, sin necesidad de depender del Estado. Culminado el gobierno militar a través del plebiscito establecido en la Constitución de 1980, se inició un período de gobiernos “democratistas” de izquierda, aglomerados en la Concertación. Estos gobiernos de izquierda idearon la construcción del “Estado de Malestar”, empezando a utilizar el bolsillo de los chilenos para crear todo un aparato clientelar y asistencialista con el objetivo de mantener a sus burócratas partidistas y captar votantes.
Este modelo de populismo “democratista”, que continúa vigente en el gobierno de Piñera, solo ha llevado a Chile al agotamiento del modelo económico del libre mercado, culpado por el deterioro de la economía, cuando fue la izquierda la que empezó a usurpar el dinero de los contribuyentes, realizando reformas económicas pésimas como la educacional, la tributaria y la laboral, creando extraños negocios entre universidades privadas, aumentando los impuestos a todo el país (y bajándoselo a los más ricos), o congelando el mercado laboral a una precariedad sin precedentes y causando una inamovilidad en la que resulta casi imposible perder el empleo.
Ante esto, las voces más ignorantes y populistas de la izquierda hoy son, por un lado, los comunistas, representados hoy por Daniel Jadue, amigo y admirador de Maduro que desea imitar el modelo “bolivariano” en Chile; y por otro lado, la político revelación del 2017: la periodista Beatriz Sánchez, que aglutinó todas esas voces progresistas acomplejadas con haber gozado de privilegios toda su vida. Ambos desean ahora por mero desconocimiento económico, político y social, destruir el sistema de libre mercado para llevar al país a teorías fracasadas como la re-estatización de las pensiones, la educación, la salud, y ¿por qué no?, las empresas que ellos consideren estratégicas – que al final resultan ser absolutamente todas.
A ellos, se suman las lumbreras económicas del Frente Amplio (como el economista Nicolás Grau, nostálgico del comunismo que hace alabanzas a Fidel Castro) que aún creen en la fracasada teoría de la dependencia o que la economía es un juego de suma cero. Además, se muestran con la primera plana de asesores de Nicolás Maduro, es decir, los del partido español Podemos, como Iñigo Errejón, Pablo Iglesias o Juan Carlos Monedero – estos dos últimos fueron asesores de la tiranía socialista venezolana, que les devolvió el favor financiándoles su partido chavista en la Madre Patria.
Hoy Chile se encuentra con una economía torpe, lenta y totalmente regulada, en la que se ha dejado poco margen para el ejercicio de la acción humana, del negocio, del libre mercado, mientras asfixian a empresarios y ciudadanos con impuestos muy elevados para mantener un estado enorme que no deja de chupar dinero cual parásito, convirtiéndose en el segundo país con más ministerios después de Venezuela y con burócratas que reciben sueldos exorbitantes.
La izquierda pretende obtener hasta el último centavo de riqueza de los chilenos, mientras que por otro lado regula aún más el mercado para “despertar” la economía (el mismo fracaso económico que aplica Cuba o Venezuela). Pero ese no es nuestro único problema.
Esa misma izquierda aplicó políticas migratorias laxas, a través de las cuales se prometió a inmigrantes haitianos mejor vida (beneficiándolos con el “Estado de Malestar”), algo que ha causado crisis sanitarias como la tuberculosis o el aumento del VIH. Esta acción ha saturado los servicios públicos de salud, el mercado laboral, el educacional y ha sido asimismo un abrupto choque cultural para los chilenos.
A esto se la suma la inmigración – ¿inesperada? – de venezolanos a Chile, que, aunque poseemos la misma cultura derivada de España, significó la entrada de casi un millón de personas (junto a los haitianos) en un país compuesto por 17 millones de habitantes con un mercado estancado.
Como ocurre cuando la economía va mal, la delincuencia y los mercados ilícitos aumentan. En Chile reflorece el crimen como se veía en tiempos de la UP, con portonazos a diario, bandas armadas importadas de Venezuela (a las que se suman a las locales), narcotráfico alimentado desde Bolivia y tráfico de armas. Por otro lado, la izquierda ideológica alimenta la violencia a través de sus grupos fascistas como los falsos mapuches, que utilizan armas escondidas por el Partido Comunista durante la UP y el gobierno militar, también desestabilizan a las grandes empresas con sus sindicatos de vagos o paran el gobierno con sus burócratas parásitos, mientras los medios “progres” bombardean como mala cualquier acción que los carabineros tomen contra la delincuencia o el terrorismo.
Corrupción, terrorismo, narcotráfico, socialismo, estatismo, inmigración ilegal, armas para los delincuentes, estancamiento económico, pobreza, servicios pésimos, inseguridad: esos son algunos de los problemas urgentes y reales de Chile, de los cuales solo José Antonio Kast y otro pequeño grupo de políticos parecen estar conscientes. Esto no ocurrió ayer, fueron 30 años de gobiernos “democratistas” nefastos, y fue José Antonio Kast quien, en las elecciones pasadas, levantó la voz por millones de chilenos que están hartos del deterioro y retroceso al que están sometiendo la República.
Un gobierno de Kast significaría el regreso a los valores que han hecho este país grande, libre y próspero, donde se pone en el centro al individuo y su libertad de acción dentro de un marco de seguridad, donde la economía es libre y el Estado limitado, donde los impuestos son pocos, donde la inseguridad es un mito y la justicia funciona. José Antonio Kast es la esperanza de Chile, el único capaz de aglutinar diversas fuerzas de la derecha, con el mismo objetivo y con los mismos valores para realizar las reformas económicas y políticas necesarias. El gobierno de José Antonio Kast es necesario para que Chile vuelva a creer, crear y crecer.
*Gian De Biase es politólogo