Por Gian De Biase*
En Chile, durante los últimos meses, hemos vivido otro espiral de violencia por parte de algunos grupos indigenistas que dicen reclamar tierras ancestrales que les pertenecen ¿Qué tan cierta es esta épica? ¿Qué hay detrás de ese relato y los hechos? Intentaremos hacer un esbozo, tal vez algo burdo, de la situación.
Los araucanos (que se hacen llamar mapuches) afirman que sus tierras les han sido robadas por el Estado y por los chilenos que se radican en La Araucanía (una vejación histórica validada por las élites políticas chilenas a efectos de usurpar los que les pertenece). En esta lógica (que ha resucitado recientemente), es válido para ellos utilizar la violencia política contra las personas que residen allí para hacerse de las susodichas tierras.
Este discurso, calcado de la lucha de clases marxista (con su típica atemporalidad y manipulación con la finalidad de generar odio, envidia y conflicto) no podría ser más falso. Principalmente, las tribus araucanas vivían dispersas y sin sentido de propiedad. Con la llegada de España a América (después de enfrentamientos contra algunos grupos de bravos araucanos, que asesinaron y llegaron al punto del canibalismo con Pedro de Valdivia) se mantuvo la paz y el respeto a los indígenas, así sea de forma hipócrita y legal, como ha sido contrastado por Bartolomé de las Casas.
Después de la independencia, el estado chileno hizo grandes esfuerzos por mantener la paz en La Araucanía y respetar sus territorios. Con la creación de Chile como estado-nación se necesitó alimentar la población local. Ciertos grupos de araucanos y otras tribus no estaban acostumbrados al método de producción agrícola europeo. En consecuencia, muchos de estos estos araucanos vendieron sus tierras a sus compatriotas chilenos, hecho poco conocido entre los chilenos al día de hoy.
Posteriormente, bajo el régimen militar del Pinochet, a los araucanos se les delimitó y entregó propiedades, razón por la cual muchos fueron simpatizantes de su gobierno. Con el retorno de la izquierda al poder, se creó una ley con propiedad colectiva que reavivó los conflictos.
Para analizar el presente, hay que recordar primero que el mestizaje ha desaparecido a los araucanos originales, siendo todos descendientes parciales de europeos. Solo aproximadamente un 13% habla el mapundungún, y la mayoría de los araucanos viven fuera de La Araucanía, lo que significa que son chilenos plenos ya integrados al sistema político.
Esta nueva épica de lucha racial ha sido creación del marxismo chileno, que a través del Partido Comunista en su lucha guerrillera de los años 1960, permitió el ingreso de armas desde Cuba, quedando hasta el día de hoy armerías secretas de los grupos marxistas que proporcianan armas a algunos de estos grupos que se dicen “mapuches” y enarbolan una bandera creada el siglo pasado.
Estos grupos se han dedicado al ejercicio del terrorismo indigenista. No solo han quemado camiones y propiedades varias, sino que también a una pareja de ancianos dentro de su residencia, el conocido Luchsinger-Mackay.
¿Cuál es su finalidad? No solamente robarse las propiedades productivas (porque parece que cada vez que es tiempo de cosecha, se reavivan los incendios y la toma ilegal de propiedades, como lo hacían los partidos comunista y socialista o el MIR en la década de 1960) sino que también han encontrado un sector muy productivo: el narcotráfico, que es a lo que se dedican sus socios socialistas Evo Morales, Nicolás Maduro, Daniel Ortega o Raúl Castro.
Este año, con la muerte de Camilo Catrillanca (un dirigente político de la extrema izquierda agrupada en la Coordinadora Arauco-Maulleco y cuyo deceso fuera causado por una persecución policial contra un grupo de delincuentes) se intentó sacar crédito político y aumentar la violencia, aunque se haya demostrado que el joven murió por el rebote de una bala.
El padre de Catrillanca (integrante de la Coordinadora Arauco-Malleuco, CAM) aboga por una nación autónoma en La Araucanía. No obstante, percibe dinero del Estado, aunque rechaza la correspendiente auditoría por parte de este último.
El CAM, por su parte, viajó a Venezuela a reunirse con el narcotraficante Diosdado Cabello – líder del cártel de los soles y segundo del régimen – con el fin de recibir apoyo del socialismo hambreador y asesino de Maduro. Lo mismo sucedió con el embajador cubano, otro patrocinador más del terrorismo marxista en Iberoamérica.
¿Reivindicación histórica? Pues no, parece que esto no es más que otro relato de la misma izquierda ideológica de siempre, intentando obtener dinero del Estado y robar las tierras de quienes las trabajan, con la sola finalidad de sumergir al país en la violencia para nuevamente imponer el socialismo a la cubana. La mayoría de los araucanos no apoyan la violencia, pero (lamentablemente) los que gritan, asesinan y ejercen terror, son los que la prensa progresista cubre y protege.
La izquierda ideológica está creando un foco guerrillero como sucedió en Colombia con las FARC, en Venezuela con los colectivos o en Perú con el Sendero Luminoso. La única forma de culminar con el conflicto en La Araucanía es que se ejerza todo el peso de la ley y la Justicia contra los terroristas.
*Gian De Biase es politólogo