Por Luis Manuel Aguana*
Comienzo citando a Luis Almagro, Secretario General de la OEA y principal artífice de nuestro sólido posicionamiento internacional actual en contra de la dictadura: “La salida de Maduro es la principal ayuda humanitaria que podamos dar a Venezuela”. Sin desmedro a los esfuerzos opositores de llevar al régimen a una situación política de demostrar que se niegan a ayudar al pueblo venezolano impidiendo a toda costa el ingreso de alimentos y medicinas que tanto necesita nuestro país, todos sabemos que cualquier cosa que pueda ingresar no sería suficiente para aliviar, al menos en una medida razonable, el hambre y las enfermedades que han generado estos delincuentes en 20 años de desgobierno y tiranía.
En otras palabras, Almagro puso las cosas en el lugar correspondiente: no es la ayuda humanitaria, Maduro tiene que irse para que Venezuela pueda continuar. Pero ¿qué es lo que falta para que eso suceda? Hasta lo impensable ha ocurrido ya, como ese histórico discurso del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en Miami, dándole el respaldo a Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela, reconociendo la lucha de este pueblo indomable y un ultimátum al usurpador y los militares que le acompañan. Esto debió haber sido más que suficiente para que Maduro recogiera sus macundales y saliera huyendo del país. Pero eso no pasó.
Y eso me lleva a los militares venezolanos. No existe manera de que haya un nuevo gobierno en Venezuela sin que se resuelva la cuestión militar. Los militares aún insisten en respaldar al régimen. ¿Por qué? De hecho, este es un régimen donde todo el sector público está controlado por militares y en el que la expresión civil es mínima. Lo único que le falta a la tiranía es que Maduro sea militar. De existir una intervención armada de una fuerza exterior para poner orden a esta locura que pasa en Venezuela, el control final de la seguridad del país se le tiene que entregar luego a una Fuerza Armada venezolana. Y si esta no existe tal y como la conocíamos, habrá entonces que volverla a hacer.
Tenemos que abordar ese tema militar, querámoslo o no desde la perspectiva civil. Hugo Chávez se dedicó a destruir la institución militar después del 11 de abril de 2002 para evitar que le volviera a pasar lo de ese día cuando lo depusieron desde el alto mando militar. En lo personal, no creo que los militares se hayan vuelto locos al sostener permanentemente a este títere de los Castro, como llamó Trump al usurpador Maduro, aceptando de buenas a primeras que todos los que están arriba de esa institución son corruptos y es por eso que “no entregan” a Maduro terminando de una buena vez con la pesadilla. Tiene que haber algo más.
Las amenazas que se ciernen sobre los oficiales que aún sostienen el régimen están en algunos casos dando resultados y los ofrecimientos de amnistía futura hecha por Juan Guaidó han producido deserciones importantes pero no han sido determinantes para la caída del régimen. ¿Qué pasa allí? ¿Qué cosa hay que hacer adicionalmente para que el efecto se acelere?
Poco a poco, ya existe la percepción general (incluyendo la misma institución armada) de la inviabilidad del régimen. Esta cercado por todos lados internacionalmente y es muy posible que algunos de estos altos oficiales estén negociando su situación de cara a una nueva situación en el país. Pero aun así, no acaba de caer.
Buscando razones, me tope con una nota publicada en el Washington Post firmada por el General (R)(Ej) Antonio Rivero donde Rivero esgrime tres razones. Por un lado, afirma que “dentro del alto mando militar, hay un compromiso filial profundamente impregnado con el difunto presidente Hugo Chávez y su ideología”. Sostiene también que “las fuerzas armadas reciben privilegios en los niveles más altos, como ascensos, bonificaciones y sobornos” y por último, señala que“muchos de los militares están involucrados en actividades ilícitas como el tráfico de drogas”.
Las segunda y tercera razón son históricas en Venezuela. Los militares siempre han recibido esas prebendas de todos los gobiernos y siempre ha habido delincuentes en esos niveles, no obstante, la primera es determinante. ¿Un compromiso con el chavismo? Eso sí esta difícil. Cualquier nuevo gobierno no podría comenzar en un nuevo estado de cosas militar con una Fuerza Armada cuyos principales oficiales estén inoculados precisamente por el virus que acabó en la práctica con su institución. Y es este el asunto de fondo.
Recuerdo que, en vida, el desaparecido General de División (Ej) Jacobo Yépez Daza me indicaba que uno de los mayores errores cometidos con la Fuerza Armada fue haber reinstalado en la institución a los responsables del golpe del 4F-1992, en aras de una supuesta reunificación institucional, y lo que se logró fue todo lo contrario: se reventaron las escalas internas de mérito y antigüedad, rompiendo con “los tres pilares fundamentales en que descansan la organización, administración, operatividad y unidad de mando de la Fuerza Armada, como lo son la disciplina, obediencia y subordinación”.
Si esto es así, Juan Guaidó jamás podrá hacer cambiar la mente de esos oficiales para que cambien de bando, eso sin contar con todo el trabajo de ideologización que en estos últimos 17 años, después del 2002, han recibido esos oficiales, con cursos y misiones oficiales permanentes a Cuba y otros países comunistas. Entonces la vaina no es un simple “pásate a la democracia”, como hace la Asamblea Nacional. La cosa es más compleja. Si nos quedamos con ese análisis superficial podremos tener Maduro para rato salvo que se derrote al comunismo que hay en esos militares que comandan la Fuerza Armada por la fuerza. Creo que Trump lo tiene clarísimo y va en esa dirección. Lo que me lleva al siguiente nivel de actuación.
Si lo que tenemos entonces es una Fuerza Armada altamente ideologizada que no escucha las razones de hambre, muerte y miseria de su pueblo, entonces ya es hora de ir pensando en rehacer esa institución con lo que sea rescatable de ella. Eso solo lo pueden hacer los antiguos oficiales que están disponibles y que han demostrado conocimiento y devoción institucional por la recuperación de la institución armada.
Entonces, lo primero que deberían estar pensando los políticos, comenzando por el presidente encargado Juan Guaidó, que están manejando este barco de la transición, es comenzar por arriba, como efectivamente piensan los militares- designando un alto mando militar inmediatamente que sea capaz de encargarse de esa reestructuración institucional y al que los oficiales recuperables puedan mirar y respetar en una línea directa de mando claramente establecida con “disciplina, obediencia y subordinación”, para que vean y toquen una nueva situación de la Fuerza Armada y del país. Esos oficiales abandonarían las estructuras comunistas del régimen, debilitándolas para abonar una nueva organización que debe comenzar a construirse antes de la salida de Maduro de Miraflores. Eso si pudiera efectivamente acelerar el cese de la usurpación. Comiencen ya que para mañana es tarde.
*Luis Manuel Aguana es analista político e investigador en Derechos Humanos