Por Luis Manuel Aguana*
De la información oficial de la rueda de prensa del presidente encargado Juan Guaidó el 27 de Marzo, extraigo el siguiente párrafo: “No crean ese cuento que solos no podemos. Podemos unidos y movilizados, ¡claro que podemos! Y tampoco estamos solos, de cara a la comunidad internacional. Yo les pido confianza, no podemos depositarlo en un tercero. Si lo aprobábamos ayer en la asamblea (en referencia al artículo 187, numeral 11) hoy no iba a pasar nada. Estamos siendo responsables con las expectativas y con la protección de los ciudadanos. Hay que evaluar esa línea de protección, cooperación internacional, intervención tenemos cubana y rusa y no la queremos”.
Estas palabras resumen el problema en el que estamos metidos los venezolanos. La oposición oficial (con Juan Guaidó a la cabeza) insiste en tres puntos fundamentales: a) que este es un problema venezolano; b) que con calle, más muertos y más tiempo, lo solucionaremos y c) que podemos solos. En este momento, ya no sé si lo hacen por interés político porque quieren una elección con el régimen, o por un problema ideológico porque “yo no quiero que me liberen los Estados Unidos” (Gilber Caro dixit) o por simple y pura estupidez, con la cual es imposible razonar.
Lamentablemente, el problema que tenemos en Venezuela escapó hacia otras fronteras, ya no es un “problema venezolano”. La magnitud y las implicaciones de la megacrisis que vive el país excedió, hace ya mucho tiempo, nuestra capacidad para resolverlo. Y esto no dicho por mí, sino por la OEA, los países del Grupo de Lima, los Estados Unidos, la Unión Europea y el resto del mundo. Si eso no lo tiene claro la oposición oficial, tendremos a Maduro para rato, y ese “cese de la usurpación” será solo un sueño inalcanzable.
La calle puede ser necesaria, pero de ninguna manera es suficiente. Si es ofrecida persistentemente como la “solución”, no solo tendremos más muertos, sino más frustración. Es claro que sin una actitud de lucha tampoco veremos la luz al final del túnel, y es por ello que hay que sostenerla independiente lo grave de la situación. Pero esta actitud debe ir acompañada de esperanza, como la promesa creíble de una ayuda en el cortísimo plazo.
Si no se le habla claro y con la verdad a la población, actuando con la prepotencia y la autosuficiencia que nos muestra permanentemente la oposición oficial, no se obtendrá la necesaria colaboración y actitud unificada de la gente para salir adelante. Esto lo demostró con creces Winston Churchill con su famosa frase ante el Parlamento británico, “no tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”.
Me encantaría ver similar actitud de parte de nuestros líderes. No obstante, mienten a la gente describiendo una situación que saben que no se corresponde con la realidad.
Lo que realmente me indigna, sin embargo, de la mencionada declaración, es la segunda parte: “les pido confianza, no podemos depositarlo en un tercero. Si lo aprobábamos ayer en la Asamblea, hoy no iba a pasar nada”.
Imagine que unos delincuentes fuertemente armados se han metido en su casa. Usted no tiene armas ni manera alguna de enfrentar tal evento. No obstante, lo que sí tiene es la posibilidad de llamar al 911. En ese preciso momento, se detiene a pensar que al instante que la policía quizás irrumpa en su hogar a tiros, hiriendo, tal vez, a algún miembro de su familia. Los minutos son cruciales porque tiene a los delincuentes encima y tiene que tomar una decisión de forma inmediata.
Tenga en cuenta aquí que ambas opciones no son de ninguna manera excluyentes, es más, son complementarias. La única diferencia es que si usted intenta hacerlo solo, tiene la altísima probabilidad de salir herido o arriesgar su vida o la de su familia. ¿Qué haría? Cualquier persona con dos dedos de frente haría la llamada y, dependiendo de cada individuo, se enfrentaría o no a los malhechores mientras espera a la policía, pero es a sabiendas de que la ayuda está en camino.
El artículo 187, numeral 11, funciona como si usted autorizara a la policía después de haber hecho la llamada al 911 (aprobación de la Asamblea Nacional) para que entre a su casa a efectos de auxiliarle. También es posible, sin embargo, que la policía no llegue a tiempo o, por alguna razón, lisa y llanamente no llegue. Solo una cosa es segura: si usted no llama, es decir, si no manifiesta su voluntad abierta de ser ayudado, la policía jamás llegará.
Suponga, por un instante, que usted no hace esa llamada y decide enfrentar a los criminales solo, lo que es su prerrogativa como dueño de su casa. Imagine ahora que un vecino que se percata de la situación llama al 911 por su cuenta. La policía puede, como en el caso anterior, decidir no venir a auxiliar. No obstante, existe una normativa vecinal que lo obliga moral y políticamente a intervenir (Responsabilidad para Proteger), aun si el dueño de la casa no llama al 911 (artículo 187, numeral 11). Aquí la cosa cambia radicalmente y el problema escala a otro nivel.
Guaidó nos pide “confianza (para sacar a los delincuentes armados), no podemos depositarlo en un tercero (la policía)”. ¿Qué clase de mensaje es ese? ¿Qué diferencia hay en ese discurso con el ejemplo de la casa tomada? Cuando el presidente encargado agrega, por otro lado, que si el artículo 187 fuera aprobado, nada pasaría de un día para el otro, ¿qué quiere decir con ello? ¿Por qué no habría de pasar nada? Por el contrario, no pasará nada si no llama al 911.
El final, empero, es lo mejor (o peor), ya que no están siendo responsables con la protección de los ciudadanos. La familia venezolana que es una gran casa tomada y está siendo masacrada a diario por delincuentes fuertemente armados.
Si no quieren llamar al 911 (autorizar el artículo 187, numeral 11 en la Asamblea Nacional) no quiere decir que no exista la Responsabilidad de Proteger por parte del vecindario. No son ellos los que deben “evaluar la cooperación internacional” para determinar si la policía entra o no, hablamos de derechos humanos, no de soberanía.
La soberanía de los Estados queda subrogada cuando se ejecutan crímenes en contra de los derechos humanos de una población, algo que en el caso venezolano está plenamente comprobado. Cuando la oposición se niega a autorizar la intervención militar extranjera, se envía al mundo un mensaje de una autosuficiencia inexistente. Siguiendo el paralelismo de la casa tomada, el vecino diría “si ellos dicen que pueden, ¿por qué habría de arriesgarme yo?”. ¿Cuántos muertos más necesitan para comprenderlo? Resulta imposible ser más irresponsable.
Los venezolanos deben entender que la aplicación del artículo 187, numeral 11 es meramente accesoria y que la comunidad internacional está en la obligación moral y política de intervenir (como lo estipula la Responsabilidad para Proteger) a efectos de detener crímenes plenamente tipificados en el estatuto de Roma, como los que comete Nicolás Maduro y su pandilla de criminales contra los venezolanos.
Cuando insistimos en que sean los venezolanos los que decidan la activación y aplicación del mencionado artículo, no es por un simple capricho. Dada la gravedad de lo que ha ocurrido, creemos que la restitución de un orden mínimo no solo pasa por recibir la ayuda humanitaria, sino por reconstruir Venezuela, como pasó en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Aquí hará falta de todo, desde bombillos hasta repuestos para maquinaria agrícola e industrial. Todo fue destruido. Hará falta especialmente ayuda en la reconstrucción de unas nuevas Fuerzas Armadas destruidas institucionalmente por el comunismo castrista.
Esas nuevas Fuerzas Armadas deberán hacerse cargo de poner orden al caos que vendrá después de la caída de Maduro. La decisión de “llamar a la policía”, por su parte, no es exclusiva de Guaidó ni de la Asamblea Nacional, sino de cada venezolano. La consulta popular que proponemos no es para activar el artículo 187, numeral 11, sino para autorizar la liberación de Venezuela por vía de la fuerza, que es diferente.
Si la oposición oficial y sus seguidores insisten en seguir recetando aspirinas a un cáncer o tergiversando el clamor de los venezolanos, lo pagaremos con más sangre de la que corre a diario. Solo restará saber si tal crimen se debe a ambiciones de poder, inexperiencia o estupidez.
*Luis Manuel Aguana es analista político e investigador en Derechos Humanos