
*Por Gonzalo Martín
Martes 30 de abril 2019
04:15am
No soy de los que se despiertan de madrugada esperando esa noticia que ansían muchos. Pero, ¡oh! ¡sorpresa!, allí estaba el tuit personal de Alberto Federico Ravell, nuevo encargado de comunicación por el Presidente Guaidó: “Algo está pasando en las calles en Venezuela”. Suficiente para ponerle atención, en minutos dos agencias de noticias se hacen eco del tuit y adelantan que hay “movimiento” militar inusual. Rápido, a terminar el café, sin que haya llegado el agua, como es costumbre, a vestirse y salir a la calle rápidamente. Había que verificar qué tan cierto pudiera ser todo.
04:45am
Aún con oscuridad total. Recorro rápidamente la autopista vía la Base Aérea Francisco de Miranda en Caracas (La Carlota), ya se mencionaba en las redes que el Presidente Guaidó “había tomado La Carlota”. Los carros se devuelven en contra sentido, no había paso. Bajo del vehículo y hago el primer contacto en video. Algo sucedía más adelante.
Continúo unos pocos metros más adelante y allí estaban, un conjunto de camiones atravesados en la autopista. Imposible el paso en dirección Este. Del otro canal tampoco había tránsito.
“¿Compadre, qué pasa aquí?”, le pregunto a un caballero con cara de molesto.
“Nada, llegaron unos funcionarios del SEBIN y nos ordenaron atravesar las gandolas y se llevaron las llaves”, respondió.
“¿Te puedo entrevistar?”
“Sí, claro”
El resto está allí, en los videos.
Resultó ser que los funcionarios del SEBIN eran los afectos al presidente Guaidó y nadie lo sabía —yo incluido—. A partir de allí pasé a ser supuesto miembro del G2 cubano para mucha gente. Tengo el “honor” de haber sido retransmitido en Telesur (canal oficial del socialismo de este siglo para Latinoamérica) y en el programa La Hojilla, en el canal oficial del chavismo en Venezuela. Yo solo hacía mi trabajo, reportar lo que sucedía.
No había paso, tenía que dar la vuelta para llegar al puente del distribuidor de Altamira donde se estaban produciendo algunos acontecimientos. Hasta ese momento, desconocía qué sucedía realmente y que, además, allí estaba el presidente Juan Guaidó acompañado por un recién indultado Leopoldo López. Llegué hasta el Distribuidor de Santa Cecilia, donde está la “Esfera Caracas” de Jesús Soto. Ya el paso estaba restringido por la PNB, hablo con ellos y no les es fácil permitirme caminar hasta el puente, pero logro hacerlo. Al llegar tres funcionarios de la Policía Nacional, muy amables, me indican que no puedo hacer ningún reporte desde allí. Me llamó inmensamente la atención no solo su amabilidad sino las imborrables sonrisas en sus rostros. Algo no podían disimular.
Pregunto si han detectado algún movimiento extraño dentro del aeropuerto y no sueltan prenda, uno atina a decir: “Nada, todo está normal”. Pero yo estuve allí y sí había una caravana de vehículos a mediana velocidad dentro del recinto de un lado a otro.
Nada, no había mucho más que hacer allí y tomé vía Altamira. Ya había amanecido.
06:35am
Llego a metros del distribuidor y ya se visualizaban las nubes blancas de las lacrimógenas. Estaciono mi carro lo más cerca posible y de repente se me acerca un efectivo uniformado, café en mano aún humeante.
“Jefe –dijo en tono muy bajo— ¿me podría dar la cola hasta la plaza, allí arriba?”
“Ok, pero o te tomas el café o lo botas, así no te vas a montar en el carro”.
Y arrancamos.
“¿A dónde vas y por qué te vas?”.
“No quiero terminar preso, tengo una hija, soy GNB asignado al SEBIN, y quiero ir a Santa Mónica a la “casa” del SEBIN”.
“Ok, yo te llevo pero me tienes que hablar de varias cosas”.
“Claro, yo no estoy de acuerdo con este gobierno pero no quiero terminar preso”, dijo muy asustado el muchacho de 24 años de edad.
Me ofreció llevarme dentro del SEBIN para que viera “cómo está eso allí, vacío”, pero no quise. Dentro del temor que manifestaba el joven, no me dio la impresión de ser todo lo honesto en su posición política y desconfié de él; pero sí insistió en repetidas oportunidades que ganan muy mal dinero, que no quería ir preso y que el gobierno era un fiasco. Me dijo también, sin yo preguntarlo, que dentro de las Fuerzas Armadas en lo que él conoce hay mucho descontento por las condiciones del país y por los ingresos de ellos y sus familiares.
Lo dejé en una conocida heladería de Santa Mónica. De allí, otra vez hacia Altamira.
07:48am
Altamira. Muy poca gente, pero poco a poco se van concentrando. Camino hacia el puente y hay uniformados y tanquetas atravesadas. Al llegar al medio del distribuidor, soldados fuertemente armados conversan ya con la prensa y algunos civiles. Diputados de la Asamblea Nacional iban llegando de uno en uno y no querían dar declaraciones a la prensa, como si no supiesen qué decir.
Más que esquivos. Sin embargo hablaban con militares de alto rango que allí se encontraban. La represión se hacía sentir desde La Carlota hacia afuera, mas no había enfrentamientos fuertes aún. Allí terminamos por comprender que el aeropuerto no había sido tomado como se anunció temprano, sino que se estaba utilizando el distribuidor por ser lugar emblemático para hacer solo un pronunciamiento militar de desconocimiento a Maduro y reconocimiento al presidente Guaidó.
No había enfrentamiento bélico ni resistencia militar dentro de la Base aérea para impedirlo, solo acciones de dispersión e intimación a los que allí se encontraban.
Estaba claro que no había ningún golpe militar para ningún bando.
Me entero por las redes que Diosdado Cabello convocó a sus seguidores a ir a Miraflores para defender ese bastión de poder.
Pensando que se estaba en un receso entre bombas y bombas lacrimógenas decido tomar el carro y darme una vuelta por el centro de Caracas. Paseé un rato y la única movilización extraordinaria que vi, incluso cercano al palacio de Gobierno, era una interminable fila de gente caminando por las aceras por haberse cerrado el servicio de Metro en su totalidad. No había muchas caras contentas al respecto.
De regreso a Altamira.
Todos los alrededores del distribuidor estaban cerrados. Incluso con autobuses que tomaron del Metro de Caracas. Vehículos particulares también cumplían la misma función. Ya los desiguales enfrentamientos en la autopista se estaban llevando a cabo, mientras cada vez más gente se acercaba desde la Plaza Francia hasta el distribuidor. Como siempre, piedras y palos contra tanquetas, bombas lacrimógenas y perdigones.
Así transcurrían los minutos. Repentinamente, proveniente del Este por la autopista Francisco Fajardo, venia un enjambre de motorizados con sus luces encendidas. Muchos corrieron a ponerse a salvo. “¡Colectivos, corran!”, gritaban algunos a sabiendas que Cabello ya los había llamado a la calle a defender “la revolución”. “No, son GNB”, gritaban otros. Pero en el momento que se acercaron al distribuidor, comenzó el traqueteo de una ametralladora, fusiles y armas cortas eran disparados al aire para replegar la amenaza que se venía. Surtió efecto, los PNB sintieron en carne propia lo que sienten los manifestantes venezolanos, disminuidos en su poder de fuego deben retirarse, así como hacen ellos con los manifestantes que solo cuentan con piedras y algunas molotov.
A partir de allí se intensificó la represión de manera escalonada. Se hicieron costumbre las idas y vueltas de los manifestantes que se defendían de las cinco o seis tanquetas que disparaban indiscriminadamente a quien estuviese por la zona sus gases y perdigones.
11:25am
Decido ir a la zona de Chuao ya que me indican que hay enfrentamientos fuertes en la entrada principal del aeropuerto. A duras penas llego y era correcto, ya habían tumbado parte de la cerca que rodea la base aérea y la GNB arremetía intermitentemente contra los manifestantes que solo reaccionaban a los ataques, ya que solo querían protestar.
Por un largo rato, una “manada” de motorizados de la Guardia Nacional salía disparando todo su poder represivo en contra de cualquiera que allí estuviese, independientemente si estaba en paz o si tenía alguna piedra en las manos. Me encontraba tomando videos dentro del centro comercial hacia la calle cuando a través de la reja un funcionario me ordena dejar de grabar “o te disparo y entro a quitarte todo”, me gritó. Traté de seguir grabando pero no funcionó. El celular a veces colapsa, y me retiro caminando de espaldas, entonces el sujeto me apunta y dispara. ¡Menos mal! Al menos puntería no tuvo.
02:43pm
Otra vuelta por el centro de Caracas, el río de gente caminando por falta del subterráneo, el servicio de transporte se había reducido pero aún era importante. Concentración o al menos movilización de gente hacia el palacio no se veía por ningún lado; al parecer nadie hizo caso al llamado a defender la revolución y al régimen de Maduro. Por la zona estaba cada quien en lo suyo.
De vuelta a Altamira; a estas horas la concentración de gente era llamativa y tanto el presidente Guaidó, así como el señor Leopoldo López y otros políticos, habían arrancado una marcha sin destino claro, pero que fue dispersada unos metros antes de llegar a Chacaíto. Incluso, un violento episodio en el Ministerio de Transporte en la Av. Francisco de Miranda había dejado una persona herida de bala. Mala señal.
04:35pm
Me entero que mi familia estaba atrapada dentro del centro comercial en Chuao, y voy a tratar de rescatarlos. Contaba con la ayuda de un amigo para hacer todos los recorridos del día y al llegar a la zona le dejo el vehículo mientras bajo a buscarlos dentro del complejo comercial.
Me desprendo de chaleco, casco y máscara para no llamar la atención ya que toda la cuadra estaba rodeada de funcionarios antimotines de la GNB.
Sin señal de celular era muy difícil encontrarlos y pedirles que salgan por la única puerta posible, la del Cubo Negro.
Entro y era la única persona adentro, no había más nadie y era sencillamente porque no se podía estar, una inmensa nube gris lacrimógena no permitía la permanencia de nadie sin protección. Algo “acostumbrado” pero no lo suficiente entro y hago un muy pequeño recorrido pero debo tirarme al piso para poder respirar y caminar a gatas para salir al estacionamiento superior.
Al salir, apenas viendo muy poco me tropecé con unos cuantos GNB que me preguntaron qué hacía allí. “Buscando a mi familia”, respondí. Sin decir nada uno de ellos me empujó fuertemente y siguieron su camino. En ese momento me llaman al celular, ¡por fin señal!, y mi amigo me indica que ya está con mi familia en la calle y están bien.
A partir de allí tuve tiempo para reflexionar sobre lo sucedido durante todo el día y percibí un régimen debilitado, por ende temeroso, capaz de continuar reprimiendo salvajemente con tal de no ceder espacios de poder, posición ratificada por las violentas arremetidas al día siguiente primero de mayo.
Al final pensé: “El régimen comenzó a reprimir las protestas en el 2019 donde quedó en el 2017, este año continuó en el criminal nivel donde las dejó”.
Así fue mi 30 de abril.
¡Allí les dejo eso!
*Gonzalo Martín es colaborador y reportero gráfico del PanAm Post en Venezuela. Twitter: @gmartin1961. Instagram: @gmartin1961